La Nacion (Costa Rica)

Están pasando cosas terribles en el triángulo norte

- Cecilia Cortés Quirós iNterNacio­Nalista ceciliacor­tes668@gmail.com

En lo que va del siglo, el crimen transnacio­nal, el narcotráfi­co y la corrupción encendiero­n las alertas y visibiliza­ron el impacto nefasto de estos fenómenos en el triángulo norte de Centroamér­ica.

Distintos escándalos de enorme envergadur­a estallaron en Guatemala y Honduras, y, en El Salvador, en el 2018, Nayib Bukele, como candidato presidenci­al, ofreció como prioridad combatir la corrupción y la impunidad.

En vista de la fragilidad de sus institucio­nes para luchar contra esos flagelos, los países optaron por acudir a la comunidad internacio­nal y a organismos multilater­ales en busca de apoyo.

Así, Guatemala creó, junto con la ONU, el 12 de diciembre del 2006, la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad (Cicig); Honduras acordó con la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA) la creación de la Misión Internacio­nal contra la Corrupción y la Impunidad (Maccih), el 19 de enero del 2016; y El Salvador, también en coordinaci­ón con la OEA, instauró la Comisión Internacio­nal contra la Impunidad (Cicies), el 29 de noviembre del 2019.

Fueron misiones creadas con base en un documento constituti­vo entre las partes, que define los términos en que la entidad llevará a cabo su labor in situ conjuntame­nte con el ministerio público del país respectivo.

La instalació­n de la Cicig y la Maccih estuvieron precedidas por un clamor y una demanda ciudadanas cuando se reveló la existencia de redes de corrupción y hubo grandes escándalos en relación con estos hechos, por lo cual la existencia de tales mecanismos se asocia a la función protagónic­a que la sociedad civil de ambos países asumió en la creación como una forma de reivindica­ción ciudadana y condena a la actuación de las élites coludidas para cometer fechorías y sobornos.

La experienci­a de estas tres misiones, sobre todo de la Cicig y la Maccih, evidenció que cumpliendo estándares técnicos altos y aplicando la normativa es posible combatir el crimen organizado, la corrupción enquistada y la impunidad endémica.

El éxito de los resultados, sin embargo, depende también de la forma y los términos como se negocie el establecim­iento de una misión de esta naturaleza.

En El Salvador, por ejemplo, por sus especifici­dades políticas relacionad­as con el estilo de gobernar del presidente, Nayib Bukele, quien le impuso distintas restriccio­nes, la Cicies se vio imposibili­tada de desplegar un mandato más robusto.

La interferen­cia permanente del Ejecutivo minó la capacidad de actuación y resolución de la Comisión hasta que, el 4 de junio, tras la toma de control de los poderes legislativ­o y judicial, Bukele expulsó a la Cicies, que ya le resultaba incómoda. Igual suerte habían corrido la Cicig y la Maccih en sus respectivo­s países.

Estas dos últimas contribuye­ron definitiva­mente a empoderar a la ciudadanía y a las institucio­nes del Estado, y generaron un clima de confianza para continuar combatiend­o la corrupción y la impunidad. Sin embargo, su presencia y exitosas investigac­iones de megacasos de corrupción las convirtier­on en instancias incómodas para las élites de poder que las percibiero­n como una amenaza para sus intereses.

La expulsión de las tres comisiones y el blindaje, que como reacción construyer­on los poderes fácticos y formales en los tres países mediante la aprobación de diferentes leyes en su beneficio, no es un buen augurio de lo que están dispuestas a hacer las redes político-económicas corruptas para continuar el despojo sistemátic­o en perjuicio de las mayorías.

El Estado de derecho y la democracia cada día están más debilitado­s en esos países, que van camino a convertirs­e en Estados fallidos capturados totalmente por esas fuerzas malignas.

Únicamente la sociedad civil, mediante una participac­ión robusta y determinad­a, y el fortalecim­iento de la subdesarro­llada cultura política evitarán el colapso.

Cultura política entendida como las creencias, actitudes, valores, ideales, sentimient­os y evaluacion­es predominan­tes acerca del sistema político, porque la cultura política de un individuo condiciona y guía su conducta política.

La ciudadanía democrátic­a con fuerte participac­ión es un imperativo para que, mediante el ejercicio del sufragio informado, los ciudadanos de los países del triángulo norte elijan a las mejores personas para administra­r con transparen­cia y probidad sus gobiernos, y rescaten, a la vez, su Estado de derecho y su democracia.

Las redes políticoec­onómicas corruptas continuará­n con el despojo

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