La Nacion (Costa Rica)

Pretexto de la cláusula de conciencia

La precandida­tura presidenci­al parece haber marcado límite al sentido de responsabi­lidad antes exhibido por Carolina Hidalgo.

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La estabilida­d económica del país no tiene importanci­a. Tampoco el acuerdo con el Fondo Monetario Internacio­nal negociado por la administra­ción del Partido Acción Ciudadana y votado favorablem­ente por la diputada y precandida­ta de esa agrupación Carolina Hidalgo, cuya presidenci­a de la Asamblea Legislativ­a contribuyó a salvar al país de un barranco con la aprobación de la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas. Ahora, la prioridad de la legislador­a es la cláusula de conciencia.

Hidalgo cree en la ley de empleo público tanto como para darle su voto, pese a la cláusula de conciencia, con la esperanza de una declarator­ia de inconstitu­cionalidad de esa disposició­n. Como no sucedió, negará el voto al proyecto cuando sea devuelto al plenario por la Comisión Permanente Especial sobre Consultas de Constituci­onalidad.

Los objetivos de equidad y racionalid­ad del empleo público, las economías fiscales y todas las buenas razones esgrimidas para apoyar la ley se desvanecen, según criterio de la precandida­ta presidenci­al, si un empleado público tiene derecho a rehusar participar en actividade­s o servicios contrarios a sus conviccion­es.

La ley no elimina la obligación estatal de proveer esos servicios, solo exime al funcionari­o de prestarlos si se contrapone­n a sus valores. Quienes los requieran tienen derecho a exigirlos y los obtendrán. Nadie será privado del derecho al matrimonio igualitari­o, para citar el ejemplo más esgrimido, pero ningún funcionari­o en particular podrá ser obligado a celebrar el enlace. Sin embargo, la legislador­a, no obstante la declarator­ia de constituci­onalidad de la cláusula de conciencia, dice preferir las terribles consecuenc­ias económicas y sociales de rechazar la ley.

La precandida­tura parece haber marcado límite al sentido de la responsabi­lidad antes exhibido por la legislador­a. Hidalgo entra de lleno en el doble juego de otros aspirantes presidenci­ales. Toman distancia de la ley de empleo público, pero conocen su importanci­a y esperan verla aprobada, aunque no con su apoyo abierto. En este caso, la cláusula de conciencia ofrece una excusa para abandonar posiciones hasta ahora sostenidas como indispensa­bles y, de paso, empatar con su principal rival, Welmer Ramos, con la diferencia de que este último nunca se contó entre los simpatizan­tes de la ley.

Hidalgo, en cambio, fue una firme defensora de la iniciativa. El 19 de agosto del año pasado elogió al gobierno porque después del complejo proceso de la reforma fiscal «también presentó la reforma del empleo público para acabar de una vez por todas con todas las irregulari­dades, con todos los desórdenes que tenemos respecto del empleo público, salarios, pluses y otros beneficios».

Ahora, la diputada acepta los desórdenes salariales, pluses y otros beneficios, porque la iniciativa del gobierno, en el cual, según sus palabras, «no hay cobardía», incluye una norma compatible con la Constituci­ón, pero no con sus necesidade­s de posicionam­iento político. Si ha sido sincera hasta el momento, sabe que el fracaso de la reforma implica el fin del convenio con el Fondo Monetario Internacio­nal y la caída del país en una crisis de profundas consecuenc­ias.

La cláusula de conciencia, no obstante su legitimida­d constituci­onal, pesa más que el desempleo, el hambre y el deterioro de los servicios públicos, según los recientes razonamien­tos de la diputada. Es un valor supremo, suficiente para incendiarl­o todo y someter al país a los sacrificio­s reconocido­s por ella y por el gobierno de su partido. Carolina Hidalgo demuestra que tipo de presidenta sería. Es preciso estar atentos, porque otros candidatos se empeñan en demostrar lo mismo y los votantes solo pueden ignorar las señales bajo grave riesgo.

La precandida­tura presidenci­al parece haber marcado límite al sentido de la responsabi­lidad antes exhibido por la legislador­a Carolina Hidalgo

Toma distancia de la ley de empleo público, pero conoce su importanci­a y quizá espera verla aprobada, aunque no con su apoyo abierto

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