La Nacion (Costa Rica)

Puertas abiertas a narcos

- Armando Mayorga JEFE DE REDACCIÓN DE LA NACIÓN amayorga@nacion.com

La legitimaci­ón de capitales parece tener puerta abierta en las municipali­dades. Los casos Darwin y Turesky reflejan cómo los sospechoso­s de narcotráfi­co lograron penetrar en los ayuntamien­tos de Corredores, Esparza y Limón. Proyectos de construcci­ón fueron el caballo de Troya de estas dos bandas.

En el cantón de Corredores, el grupo de Darwin intentó construir una embotellad­ora de agua y topó con una municipali­dad tan gentil que, con dinero del pueblo, le construyó un puente de ¢75 millones. Hoy el alcalde, Carlos Viales, divulga en su Facebook obritas municipale­s, pero ni una explicació­n del puente.

En Esparza, sucedió algo parecido. El alcalde, Asdrúbal Calvo, no tiene excusa para el inusual okey que se les dio a los de Turesky para construir una gran bodega de arroz sin presentar permiso de viabilidad ambiental. Brincarse un requisito tan esencial no lo consigue cualquiera. Pero en esa municipali­dad nadie sabe cómo este grupo, ligado por el OIJ a lavado de dinero en el sector arrocero, tuvo luz verde.

Limón, la misma historia. Los de Turesky iban por un hotel de $12 millones; sin embargo, afrontaron trabas. Entonces, hasta Lawerence Wilson Harris, asesor del alcalde, Néstor Mattis, hizo lobby para que la Municipali­dad declarara de acceso público una calle que conduciría al complejo. La presión chocó con la presidenta del Concejo, Lisa Frecketon, quien no se guardó calificati­vos: aquello era «compadre hablado», dijo. Aplausos para la señora.

Lo que ocurre hoy en las municipali­dades estaba más que previsto. Hace 10 años, en agosto del 2011, La Nación tituló «Fiscal teme que narcos penetren municipali­dades costeras y de frontera sur». Premonició­n cumplida.

El régimen municipal, tierra «dulce» para el narcotráfi­co, requiere cambios sin misericord­ia. A la primera sospecha, cualquiera de sus funcionari­os debería renunciar. No debemos permitir que por más escándalos los sinvergüen­zas se queden allí.

Los ayuntamien­tos son buenos para pedir dinero, no para rendir cuentas. Gobierno, diputados, el lento sistema penal y nosotros, los electores, somos responsabl­es de que terminen penetrados por narcotrafi­cantes, pues, como ahora, vemos, nos asombramos, pero dejamos pasar.

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