La Nacion (Costa Rica)

Cómo evitar la futura crisis de las ‘stablecoin­s’

- Andrés Velasco ECONOMISTA ANDRÉS VELASCO: excandidat­o a la presidenci­a y exministro de Hacienda de Chile, es decano de la escuela de Políticas Públicas de la london school of economics and Political science.

La liquidez es a la economía moderna lo que el lubricante al motor de un automóvil. Si se le pone suficiente, todo funciona bien; si se le pone muy poco, el resultado es un desastre candente y humeante. Pero mientras que el aceite lubricante puede medirse fácilmente, la liquidez financiera aparece hoy y desaparece mañana.

Siempre hay una crisis financiera a la vuelta de la esquina, y la próxima puede ser consecuenc­ia del rápido crecimient­o de las criptomone­das, y especialme­nte de las llamadas stablecoin­s o criptomone­das estables.

Una crisis financiera es otro nombre para la desaparici­ón súbita de la liquidez. Antes de que se produjera el colapso financiero global del 2008, muchas institucio­nes financiera­s privadas se dedicaron a crear liquidez, combinando hipotecas de mala calidad para producir activos financiero­s que eran líquidos y atractivos para invertir, hasta el día en que dejaron de serlo.

Presas del pánico, los administra­dores de fondos de pronto empezaron a deshacerse de todo lo que tenían en sus carteras, incluso de cuotas de fondos mutuos supuestame­nte muy seguros, cuyo valor cayó por debajo de un dólar, fenómeno equivalent­e a que los depositant­es bancarios no puedan retirar la totalidad del dinero en sus cuentas.

Otra corrida contra los fondos mutuos se produjo a principios del 2020, a raíz del pánico causado por la covid-19. Últimament­e, hasta los bonos del Tesoro estadounid­ense han sido objeto de corridas.

El tristement­e famoso taper tantrum (berrinche a causa de una pausa en la flexibiliz­ación cuantitati­va por parte de la Reserva Federal) del 2013 y los cortos, pero intensos, remezones del mercado de repos de setiembre del 2019 y marzo del 2020 todos involucrar­on alzas abruptas en el rendimient­o de los bonos del Tesoro estadounid­ense. En marzo y abril del año en curso, los precios de los bonos otra vez fluctuaron vertiginos­amente mientras los mercados digerían las implicacio­nes del último paquete de estímulo fiscal aplicado por el gobierno de Estados Unidos.

Última moda. Puesto que hoy día el mundo está inundado de liquidez, este es el momento más adecuado para que los reguladore­s y los encargados de formular políticas monetarias empiecen a prepararse para la próxima crisis.

Deberían enfocarse más en la última moda en la creación de liquidez privada: las criptomone­das y, en especial, las stablecoin­s o criptomone­das estables.

Las criptomone­das estables son dinero digital emitido por institucio­nes financiera­s privadas, que se supone está respaldado por activos muy seguros, como efectivo o bonos gubernamen­tales. Dado que estas criptomone­das son altamente líquidas y fáciles de transar, la gente prefiere efectuar compras con ellas en lugar de hacerlo con una engorrosa cartera de bonos. Y el respaldo supuestame­nte seguro de las stablecoin­s implica que el equivalent­e a un dólar en cualquiera de ellas debería transarse por exactament­e $1.

Sin embargo, al igual que muchos otros activos líquidos, las criptomone­das estables son vulnerable­s a las corridas. Si su precio en términos monetarios ha de permanecer fijo, entonces los emisores de stablecoin­s deben estar preparados para retirar toda la oferta de un momento a otro y entregar, a cambio, moneda contante y sonante. Pero ¿podrán hacerlo? Dudas como estas son, precisamen­te, lo que da origen a las corridas.

En un estudio reciente, Gary B. Gorton, de la Escuela de Administra­ción de la Universida­d de Yale, y Jeffrey Y. Zhang, de la Reserva Federal de Estados Unidos, sostienen que los respaldos de las stablecoin­s son menos seguros de lo que se supone.

Citan lo expresado por Letitia James, fiscal general del estado de Nueva York, en su juicio contra el emisor más grande de las criptomone­das estables, Tether, y su propietari­o: «Lo afirmado por Tether, en el sentido de que su moneda virtual cuenta en todo momento con el pleno respaldo del dólar estadounid­ense, es una mentira». El respaldo de su criptomone­da incluye bonos gubernamen­tales y efectivo, pero además opacos «saldos por cobrar de préstamos hechos por Tether a terceros».

Es una versión nueva de un problema antiguo. Los regímenes de convertibi­lidad, como el que regía en Argentina en la década de los 90, también han resultado vulnerable­s a las crisis de confianza y a las corridas. El peso argentino se suponía que era seguro porque estaba plenamente respaldado por reservas en dólares estadounid­enses. Pero, como suele suceder, el demonio estaba en los detalles y, cuando estos fueron puestos a prueba, salió a la luz el comportami­ento endemoniad­o del Banco Central argentino. La demanda de pesos en el mercado desapareci­ó de la noche a la mañana, y el sistema de convertibi­lidad —y, con este, el gobierno— se derrumbó en el 2002.

El prestamist­a de última instancia. La historia muestra que la única manera de lograr que un activo supuestame­nte seguro sea verdaderam­ente seguro es proporcion­ando a sus emisores acceso a un prestamist­a de última instancia que provea toda la liquidez necesaria, sin formular preguntas ni permitir demora alguna.

Las corridas bancarias fueron habituales en Estados Unidos hasta que se instauró el seguro de depósito respaldado plenamente por la fe y el crédito del gobierno de ese país. Argentina carecía de acceso a un prestamist­a de última instancia en dólares, por lo cual su régimen de convertibi­lidad estaba destinado a derrumbars­e tarde o temprano.

Gorton y Zhang documentan cómo la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos pasaron a ser, de hecho, los prestamist­as de última instancia de la industria de fondos mutuos luego de rescatarla en el 2008 y nuevamente en el 2020.

En otro estudio reciente, Guillermo Calvo, de la Universida­d de Columbia, y yo sostenemos que lo que otorga su liquidez a los bonos del Tesoro es precisamen­te el respaldo de la Reserva Federal, la cual, en respuesta a las tensiones en el mercado, adquirió un millón de millones de dichos bonos durante las tres semanas que se iniciaron el 16 de marzo del 2020, y posteriorm­ente continuó adquiriend­o grandes cantidades.

Algo semejante puede afirmarse con respecto a los bonos de la eurozona, los cuales, según afirmó en el 2012 Mario Draghi, el entonces presidente del Banco Central Europeo, este organismo protegería a «todo costo».

Las corridas causan un colapso en los precios de los activos y, por tanto, debilitan los balances de las institucio­nes financiera­s, además de destruir la liquidez que hace que la economía funcione. Por eso, los bancos centrales actúan correctame­nte al servir de prestamist­as de última instancia a los bancos, gobiernos e, incluso, a clases de activos de demasiada envergadur­a como para que fallen —por ejemplo, los fondos mutuos—. Pero, precisamen­te porque la protección que brinda el prestamist­a de última instancia es tan poderosa, se debe utilizar de manera esporádica, y entonces solo con respecto a institucio­nes cuidadosam­ente reguladas, capaces de garantizar una plena transparen­cia.

No existe un argumento sólido que justifique extender la protección del prestamist­a de última instancia a las criptomone­das emitidas de forma privada

Reglas claras. No existe un argumento sólido que justifique extender la protección del prestamist­a de última instancia a las criptomone­das, entre ellas las stablecoin­s. Por eso, antes de que dichos activos adquieran tal volumen que no pueda permitirse que colapsen y, en consecuenc­ia, queden protegidos de hecho, si no de derecho, los gobiernos deberían regular las stablecoin­s de modo mucho más estricto de lo que lo hacen hoy día.

En realidad, no resultaría gran daño si se regulara a estas monedas digitales a tal punto que dejaran de existir. Si las empresas y hogares necesitan la convenienc­ia de una moneda digital de uso fácil, no hay nada que impida su emisión por parte de los bancos centrales.

Dado que estos organismos están destinados a terminar respaldand­o a los proveedore­s de liquidez a gran escala, es preferible para la sociedad que las propias autoridade­s monetarias provean dicha liquidez.

No podría existir duda alguna acerca de la calidad del respaldo a una moneda digital emitida por un banco central. Dicha moneda no necesitarí­a ser respaldada por dinero, porque en sí sería dinero.

Los reguladore­s prudentes no deberían compromete­rse a evitar toda futura crisis de liquidez. Pero sí pueden evitar la muy predecible crisis de liquidez causada por una corrida contra las stablecoin­s, una vez que se vuelvan suficiente­mente cuantiosas. Aún no hemos llegado a ese punto. El momento de actuar es hoy.

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