Aplauso olímpico
Aunque no obtuvieron una medalla en las Olimpíadas de Tokio, con su esfuerzo, pundonor y humildad, pusieron en alto el nombre del país y ganaron el derecho a subirse al podio del reconocimiento público.
Estar a la par de los mejores atletas del planeta ya era una distinción para la pequeña delegación costarricense; sin embargo, colocar a varias figuras en posiciones distinguidas nos hace soñar con las hazañas que nuestros deportistas podrían alcanzar si tuvieran más apoyo.
A falta de que la marchista Noelia Vargas compita mañana en la madrugada, Kenneth Tencio (BMX freestyle), Andrea Vargas (400 metros vallas), Brisa Hennessy (surf) e Ignacio Sancho (yudo) se lucieron como nuestras principales cartas en estas justas.
Estos cuatro atletas mantuvieron al país con el corazón en la mano y con una velita encendida, mientras intentaban conseguir una hazaña como ningún costarricense ha podido desde los gloriosos tiempos de las hermanas Sylvia (plata en 1988) y Claudia Poll (oro en 1996).
Con cada pedaleada, cada zancada, cada maniobra sobre las olas y cada llave, estos jóvenes nos demostraron que las adversidades y las limitaciones no son una barrera cuando la pasión impulsa al cuerpo y la mente en busca de una meta.
Sin embargo, también merece reconocimiento el coraje mostrado por Gerald Drummond (400 metros vallas) al salir a correr con una fractura en el pie, así como también el prometedor talento derrochado por la gimnasta Luciana Alvarado y la surfista Leilani Mcgonagle.
En ciclismo, Andrey Amador cerró su ciclo olímpico luchando en solitario para mantenerse a la rueda de los monstruos del pelotón, mientras María José Vargas trató de dar la pelea a pesar de la falta de fogueos internacionales. En la natación, Beatriz Padrón (200 metros libres) impuso la mejor marca de su vida y Arnoldo Herrera (200 metros pecho) estuvo cerca de su récord personal, al mismo tiempo que un llamado de última hora permitió a la taekwondista Neshy Lee Lindo enfrentar, en su única pelea, a la subcampeona del mundo.
Todos ellos merecen un aplauso, porque fueron dignos representantes del país. También se ganaron el derecho a clamar mayor apoyo para ellos y tantos otros atletas que sueñan con escuchar las notas del himno nacional en otras olimpíadas.