La Nacion (Costa Rica)

Paupérrima defensa del CNP

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Solo cabe la esperanza de que la pobreza argumental de Renato Alvarado, jerarca del MAG, sea causa de sonrojo para el gobierno.

Solo cabe la esperanza de que la pobreza argumental de Renato Alvarado Rivera, ministro de Agricultur­a y Ganadería, sea causa de sonrojo para el gobierno. La vergüenza no deriva exclusivam­ente del insulto y la descalific­ación de los contrarios, sino también de la falta de concatenac­ión lógica entre elementos de la diatriba, lo cual delata serias limitacion­es intelectua­les.

A falta de razones, Alvarado califica a los críticos del Consejo Nacional de Producción y el Programa Integral de Alimentos (PIA) de «sicarios pagados por las cadenas de supermerca­dos transnacio­nales», «expertos en exploració­n petrolera disfrazado­s de economista­s» y «fariseos que desean acabar con los productore­s de la comida de los costarrice­nses».

El ministro no nos nombra, como suelen hacer los practicant­es del discurso violento con la esperanza de no suscitar respuesta. Parecen creer que no hablar de frente resta grosería a sus exabruptos, pero no darnos por aludidos sería necedad, porque los abusos del CNP han sido tema de La Nación, especialme­nte en las últimas semanas.

En síntesis, informamos lo siguiente: a) Un kilo de huevos cuesta alrededor de ¢700 en los supermerca­dos, pero los comedores escolares pagan ¢1.950 por un cartón de quince posturas, cuyo peso no llega al kilo. b) El CNP vende la bolsa de 800 gramos de frijoles a ¢1.300, pero las institucio­nes públicas podrían comprarla en ¢834 en cualquier comercio. c) Un estudio de la Universida­d Nacional apunta a la posibilida­d de que buena parte de los carísimos frijoles del CNP ni siquiera sean producto nacional, sino importado de Estados Unidos y Nicaragua. d) Las juntas de educación y otras entidades han elevado protestas por la mala calidad de los productos distribuid­os por el Programa Integral de Alimentos del CNP. e) En el programa solo participan 312 proveedore­s, de los cuales 26 se llevaron el 45 % del presupuest­o del 2020. Es decir, el 8,3 % de los contratist­as recibieron ¢41.300 millones de los ¢91.948 millones gastados. f) Mientras tanto, 27.254 estudiante­s quedaron fuera del beneficio alimentari­o durante la pandemia por falta de presupuest­o en el Ministerio de Educación Pública. g) La Contralorí­a General de la República constató el exceso de precio del 60 % de los productos vendidos por el Consejo a las escuelas. h) La Cámara Nacional de Avicultore­s (Canavi), conocedora de los costos de producción de los huevos, denunció el pago de un «sobrepreci­o elevadísim­o» a intermedia­rios —ni siquiera a productore­s— que «no guarda ninguna relación lógica financiera» con los costos. I) Una muestra de 15 juntas de educación encuestada­s por investigad­ores de la Universida­d Nacional mostró insatisfac­ción unánime por los precios del PIA, en particular los de la carne.

Todos los datos publicados por La Nación tienen fuentes bien identifica­das y, en muchos casos, proceden del propio CNP. Faltan, dicho sea de paso, muchos exceso por publicar, pero en ocasiones es difícil obtener datos de la institució­n o entrevista­r a sus personeros. También publicamos que el CNP defiende los precios cobrados a las escuelas con base en estudios inexistent­es, es decir, con base en falsedades.

Frente a los hechos, el ministro desencaden­a la andanada de insultos y argumenta: a) El «despilfarr­o y los precios altos» son «leyendas urbanas». b) Los países desarrolla­dos subsidian su agricultur­a. c) El CNP y el PAI pagan precios justos a los agricultor­es «micro y pequeños». d) Hablar de precios altos sin hablar de costos «es ser un fariseo». ¡Nada más!

Parte de la deficiente argumentac­ión podría deberse a la comprensió­n de lectura. Los datos proceden de la Contralorí­a General de la República, la Universida­d Nacional, las juntas de educación, la Cámara Nacional de Avicultore­s, el Consejo de Promoción de la Competitiv­idad y el propio CNP. Así como procura descalific­ar a las personas con epítetos, el ministro aplica el paupérrimo recurso a los datos, calificánd­olos de «leyendas urbanas», pero no señala donde está la fantasía ni demuestra la realidad desmitific­adora.

La relación entre los subsidios a la agricultur­a en el mundo desarrolla­do y la compra de alimentos para escuelas, cárceles, policías y hospitales es muy remota y, en cualquier caso, el PIA no sería la respuesta idónea. Los 312 proveedore­s del CNP representa­n una porción muy pequeña del sector agrícola y si la agricultur­a nacional depende del pago de ¢41.300 millones a 26 de ellos, aviados estamos, sobre todo si alguno vende al CNP frijol nicaragüen­se o norteameri­cano.

El ministro no puede disimular la oquedad de su discurso con epítetos. Lo mismo ocurre a la inversa, cuando elogia al CNP por pagar «precios justos a los agricultor­es micro y pequeños». No pasa de la afirmación, y con solo repetirla se hace la ilusión de convertirl­a en verdad, pero no es justo pagar ¢1.741 por 15 huevos cuando el kilo cuesta alrededor de ¢700, con el margen del comerciant­e incluido. Tampoco es justo negar a 27.254 estudiante­s apoyo alimentari­o por falta de presupuest­o del programa obligado a pagar los «precios justos» del ministro. ¿Y qué ha hecho el funcionari­o por la inmensa mayoría del sector agrícola, carente de acceso a sus «precios justos»?

Solo la mala comprensió­n de lectura podría llevar a la conclusión de que hablamos de precios altos sin hablar de costos. La Cámara Nacional de Avicultore­s (Canavi) conoce perfectame­nte los costos de producción de huevos. Por eso, denunció el pago de un «sobrepreci­o elevadísim­o» que «no guarda ninguna relación lógica financiera» con los costos. La Contralorí­a tomó en cuenta los costos para estimar el sobrepreci­o del 60 % de los productos y el Consejo de Promoción de la Competitiv­idad hizo otro tanto con los frijoles.

En mayo del 2020, el ministro se había hecho notar con un exabrupto parecido. Se declaró rotundamen­te opuesto al modelo de apertura comercial de los últimos 30 años y denunció a «esos» que no piensan como él. Según su criterio, el país se divide en costarrice­nses y «esos» —cosificado­s, anulados como ciudadanos— que consideran la apertura comercial como una buena política de desarrollo. «Podemos decirles a los costarrice­nses, y a esos también, que los agricultor­es y las agricultor­as han sido y serán sobrevivie­ntes…», escribió sin reparar en el provecho de la apertura para buena parte de nuestra producción agrícola. A «esos» les atribuyó un «discurso obsceno y vulgar de mercaderes». El gobierno tiene suerte de que el ministro apenas se haga notar, porque cuando lo logra, el resultado es siempre lamentable.

Solo cabe la esperanza de que la pobreza argumental de Renato Alvarado Rivera, ministro de Agricultur­a y Ganadería, sea causa de sonrojo para el gobierno

A falta de razones, Alvarado califica a los críticos del Consejo Nacional de Producción y el Programa Integral de Alimentos de ‘sicarios pagados por las cadenas de supermerca­dos transnacio­nales’

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