La Nacion (Costa Rica)

Los jueces deben ser los mejores

- Francisco J. Dall’Anese Ruiz Abogado francisco@dallanese.cr

« Solo es hombre el que tiene derechos», nos dice la sexta estrofa del Himno patriótico al 15 de setiembre, compuesto en 1883 por Juan Fernández Ferraz y musicaliza­do por José Campabadal.

Ya en el siglo XIX Costa Rica lo tenía claro: para no ser «siervos menguados» debemos vivir con vocación por el derecho y la eficacia de la ley. Son las mejores armas para defender la libertad de cada mujer y hombre.

Esa era la visión de los independen­tistas de América: «Las armas os han dado la independen­cia, pero solo las leyes os darán la libertad», dijo

Francisco de Paula Santander el 30 de agosto de 1821.

Si no todos, la mayoría de los países consagran derechos para mujeres y hombres en sus constituci­ones políticas y leyes. Pero esa formalidad no hace que los derechos ciudadanos existan.

La simple lectura de las normas de distintos países nos impide separar las democracia­s de regímenes autoritari­os y de Estados fallidos, porque hasta la más dura tiranía se ha encargado de autodefini­rse normativam­ente como democracia y de legislar acerca de los más elevados derechos políticos y sociales de cada individuo.

De nada sirve tener derechos en el papel si no tienen eficacia en la realidad. Esto

Una campaña pretende debilitar al Poder Judicial para arrodillar­lo ante la clase política

implica que mujer u hombre es ciudadano en la medida en que sus derechos sean respetados, pueda ejercerlos y —en caso de violación— le sean repuestos.

En un régimen republican­o, quienes velan por los derechos ciudadanos son los jueces. Desde esta perspectiv­a, es un derecho contar con jueces independie­ntes de toda influencia política y poderes fácticos, objetivos en la valoración de la prueba de cargo y descargo e imparciale­s para velar por el respeto de los derechos de defensa. Por ello, los jueces deben ser los mejores profesiona­les en derecho —hombres y mujeres dotados de sindéresis— para resolver con justicia las causas sometidas a su conocimien­to.

Podemos afirmar que los derechos ciudadanos valen más cuanto más independie­ntes sean los jueces.

Pero servicios de profesiona­les de excelencia y criterio independie­nte no son baratos, y esa es la razón por la cual los funcionari­os judiciales deben ser bien pagados.

Los jueces deben tener ingresos que les permitan suplir sus necesidade­s familiares; un salario no tan alto para hacerse ricos ni tan bajo para vivir sin decoro. De igual modo, la perspectiv­a de una jubilación digna motivará la carrera judicial.

Pero se ha orquestado una campaña para debilitar al Poder Judicial con el objetivo de arrodillar­lo ante la clase política. Reducción de la suma pagada por la prohibició­n de ejercer privadamen­te la abogacía e impuestos al salario y a la jubilación son algunos de los golpes más fuertes; falta el cañonazo del proyecto de ley de empleo público que —inconstitu­cionalment­e— permitirá al Poder Ejecutivo irrumpir en decisiones propias del Poder Judicial, sepultando con ello la república.

Es difícil que un profesiona­l de excelencia aspire a una carrera judicial mal pagada y a una jubilación indigna. A mediano plazo, los jueces costarrice­nses no serán tan independie­ntes y los costarrice­nses ostentarem­os una ciudadanía de poco o de ningún valor.

De seguir el curso actual —de no darse un golpe de timón— el Himno patriótico al 15 de setiembre será mitología.

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