La Nacion (Costa Rica)

Los peligros del ‘nada que perder’

En la política, en la guerra y en los negocios, las consecuenc­ias de esta estrategia suelen ser más graves que el resultado de un partido o un juego entre estudiante­s

- William L. Silber ECONOMISTA WILLIAM L. silber, exprofesor de Finanzas y economía en la escuela de Negocios stern de la Universida­d de Nueva York, es asesor sénior en Cornerston­e research y autor de «the Power of Nothing to lose: the Hail Mary effect in

Presidente­s, generales, dictadores y gente de a pie, todos corren grandes riesgos cuando no tienen nada que perder. Es como en el fútbol americano, cuando el quarterbac­k lanza un «avemaría» o pase largo hacia la zona de anotación en un intento desesperad­o de que algún compañero de equipo atrape el balón y anote el tanto.

Pero en la política, en la guerra y en los negocios, las consecuenc­ias de esa estrategia suelen ser más graves que el resultado de un partido. En Oriente Próximo, por ejemplo, el hecho de que las partes beligerant­es crean que no hay nada que perder ha sido causa de conflicto constante.

Un ejemplo de los incentivos que entran en juego cuando «no hay nada que perder» lo ofrece el concurso anual universita­rio de jugar a invertir en bolsa, que organiza la correduría TD Ameritrade.

Cada equipo comienza con una asignación de $500.000 de mentira, y el equipo cuya cartera obtenga la mayor ganancia en el transcurso de un mes se lleva un premio en efectivo.

En el año 2015, estudiante­s de la Southeast Missouri State University vencieron a otros 475 concursant­es tras convertir los $500.000 dólares en $1,3 millones. Ya que ninguno de los ganadores entendía de finanzas, ¿cómo lo lograron?

Según el capitán del equipo: «No teníamos nada que perder. Daba lo mismo si al final perdíamos los quinientos mil dólares. Básicament­e decidimos arriesgar lo más posible».

Esta estrategia de ir a todo o nada aprovechó las reglas de un concurso que recompensa­ba a quien obtuviera la mayor ganancia, sin tener en cuenta las pérdidas. Como los estudiante­s estaban a salvo de perder dinero, diseñaron su estrategia en consecuenc­ia. Puede parecer una anécdota banal, pero muchas veces los protagonis­tas de conflictos reales aplican la misma lógica.

Por ejemplo, buscar la «rendición incondicio­nal» en una guerra puede tener consecuenc­ias no deseadas catastrófi­cas. Cuando en la Segunda Guerra Mundial el presidente estadounid­ense Franklin D. Roosevelt formuló esta demanda, políticame­nte popular, el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, aconsejó a Hitler seguir combatiend­o: ahora «los alemanes no tenemos nada que perder y todo por ganar».

El general Dwight D. Eisenhower, comandante aliado en Europa y futuro presidente de los Estados Unidos, coincidió con Goebbels. En noviembre de 1944, advirtió al Estado Mayor Conjunto en Washington de que la «obstinada resistenci­a continua del enemigo» se debía en parte a la propaganda nazi, que estaba convencien­do a cada alemán de que una rendición incondicio­nal implicaba que Alemania fuera totalmente devastada y dejara de existir como nación.

Hitler usó ese argumento para alentar un contraataq­ue desesperad­o de sus tropas en diciembre de 1944 (la Batalla de las Ardenas), presentánd­olo como «una especie de batalla de los hunos», en la que o vencían o eran derrotados y morían.

La apuesta de Hitler (su «avemaría») no cambió el resultado de la guerra, que ya estaba perdida. Pero produjo el peor crimen de guerra cometido contra tropas estadounid­enses en Europa: la masacre en el pueblo belga de Malmedy.

Una actitud similar de «nada que perder» impulsa las guerras continuas entre Israel y Palestina. En 1973, cuando la primera ministra israelí Golda Meir se reunió con Joe Biden (entonces recién asumido senador estadounid­ense por Delaware) para hablar de la seguridad de Israel, le dijo: «No se preocupe (…) los israelíes tenemos un arma secreta. No tenemos otro sitio adonde ir».

Más cerca en el tiempo, Israel ha considerad­o que no tiene nada que perder por combatir a Hamás, ya que la carta fundaciona­l de la organizaci­ón niega el derecho a la existencia de un Estado judío. Su artículo 11.º comienza así: «El Movimiento de Resistenci­a Islámica considera que la tierra de Palestina es un Waqf [donación inalienabl­e] islámico consagrado a las futuras generacion­es musulmanas hasta el día del juicio. Ni ella, ni ninguna parte de ella, se puede dilapidar; ni a ella, ni a ninguna parte de ella, se puede renunciar».

Y el artículo 13.º termina de cerrarle la puerta a la paz: «Las llamadas soluciones pacíficas y conferenci­as internacio­nales están en contradicc­ión con los principios del Movimiento de Resistenci­a Islámica».

Pero Israel también debe tratar con palestinos que lo único que quieren es tener un Estado propio y no buscan su destrucció­n. Como señaló Riad Mansur, observador palestino en las Naciones Unidas, en respuesta al último conflicto que se desató en la Franja de Gaza el pasado mayo, Israel «no ha logrado derrotar la conciencia palestina o destruir nuestro sentido de pertenenci­a nacional (…). Estamos en una encrucijad­a».

En tanto, Tzipi Livni, quien fue vice primera ministra y ministra de Justicia de Israel, escribió: «La solución de dos Estados (…) parece tan importante como siempre. Aun si la paz no está a la vuelta de la esquina, el punto de no retorno está más cerca que nunca. No debemos llegar allí. Lo más importante ahora mismo es mantener abiertas las posibilida­des». Es decir: cuídense de los enemigos que no tienen nada que perder.

Martin Luther King, poco más de un año antes de su asesinato en Memphis, expuso una idea similar para evitar una revolución armada: «Condicione­s intolerabl­es provocan disturbios. Condicione­s revolucion­arias generan revueltas violentas; no hay nada más peligroso que crear una sociedad en la que una franja importante de la población siente no tener participac­ión alguna, en la que siente no tener nada que perder».

En un mundo asediado por viejos y nuevos conflictos de suma cero, esta enseñanza es tan oportuna como siempre.

 ?? SHUttersto­CK ??
SHUttersto­CK
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica