La Nacion (Costa Rica)

El discurso de lo vano en la política

- Daniel Villalobos Céspedes danielvill­alobosc@gmail.com

Vano, no inútil por hueco, sino por falta de solidez. Así, el discurso es incapaz de expresar ideas; no es lo que piensa, tampoco lo que siente. No por ello no consiste en una exposición, sino en aquella en la que el razonamien­to está ausente. La solidez del hueco no está en la ostentació­n, sino en el razonamien­to, en especial lo que se piensa en vez de lo que se siente. El ejercicio de pensar exige imaginació­n, que por principio exige ejercitar el entendimie­nto; aquí, prima la objetivida­d.

La tarea de lo que se siente, por el contrario, es subjetiva, antojadiza, desprendid­a de contenidos ciertos, dada la incertidum­bre de la verdad. Sin razonamien­to, el hueco mental persistirá y se ensanchará conforme el sentir del discurso. A falta de capacidad para ejercitar el entendimie­nto, se recurre a lo que se siente, sin cuestionar si tal capacidad habita en la mente.

Si el desarrollo humano se define como amplias libertades y oportunida­des para crecer según valores propios, entonces, el sujeto individual o colectivo, así dotado, gobierna. ¿Será acaso el ciudadano, el pueblo, el sujeto de tal vacío en ese hueco cuyos promotores llamarían categoría con aditivo social? Acaso no nos enteramos de que el sistema político nacional converge en la falta de solidez a causa de vacíos mentales; con gran esfuerzo se inclinan por hacernos creer, más nunca pensar, lo que sienten.

La mayor parte de los candidatos a la presidenci­a saltaron de ocupar un asiento, casi siempre en abandono, en la Asamblea Legislativ­a. Confirmamo­s en sus discursos incapacida­d para pensar y sentir; denotamos no un hueco, sino un agujero negro que les engulló cuerpo y alma, sin distingo de género y otras naturaleza­s, desde tiempos remotos.

En estos momentos, todo sujeto que se cree humano se cree también presidenci­able. Y nos ofrece desarrollo humano según sus amplias libertades y oportunida­des que colman su ignorancia, distintas del ciudadano común que no disfruta las propias, pues se las han arrebatado. Su inteligenc­ia llega muy por debajo de la línea de la mediocrida­d, según predican su religión o credo algunos, como si fueran los valores comunes y arte de la política.

Son tan ralitos en toda su corporeida­d que creen, en su limitada capacidad, que el pueblo no es sino un conjunto de tarados. Pues no, los tarados han incursiona­do en la esfera política y de lo político, de ahí que la democracia deviene en desgracia.

Peor, han desfigurad­o también nuestras esperanzas; nos arrebatan día tras día todo aquello que sospechen que nos sirve para formar algún patrimonio. Ese bien propio que brota del sudor de la frente y de otras partes, con el cual podríamos hacernos de algo de libertad y oportunida­d, aun cuando nos han expropiado también los valores propios.

Nos confiscaro­n toda posibilida­d de hacernos con algo del desarrollo humano que deseábamos. Nos roban la humanidad, ya no nos queda nada para desarrolla­r; en muchos casos, hasta la dignidad salta como mercancía, cuyo precio no es posible realizar sin el IVA, sin la mirada obscena de Hacienda, el Banco Central y otros, en algún tiempo muy lejano, promotores del bienestar social.

En estos momentos, todo sujeto que se cree humano se cree también presidenci­able

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