La Nacion (Costa Rica)

Pandemia de malas ideas legislativ­as

- AbOGAdO Jorge Dengo Sandoval jorge.dengo@dentons.com

En momentos en que muchísimas pequeñas empresas luchan por salir adelante durante una pandemia que ha dejado negocios reducidos a su mínima expresión, una diputada del Partido Liberación Nacional promueve un proyecto que obligaría a colocar advertenci­as sanitarias en un gran número de alimentos y bebidas envasadas que contengan sodio, azúcar y grasas, entre otros. Por ejemplo, cereales, gaseosas, bebidas para niños en tetrabrik, snacks, algunos atunes enlatados, etc. Y también planea la eliminació­n del todo de cierto tipo de publicidad de esos productos.

El propósito, a primera vista, parece noble y loable, hasta que se analizan detenidame­nte los beneficios reales, el impacto y los derechos que restringe la iniciativa.

En cuanto a los beneficios, siempre se alegará el cuidado de la salud de las personas; sin embargo, en otras categorías de productos, advertenci­as similares han probado poca eficacia para disuadir a los consumidor­es, tal es el caso de los cigarrillo­s.

Un estudio publicado en el 2019 por la Universida­d de Oxford demostró, de acuerdo con un experiment­o llevado a cabo en Estados Unidos con fondos del Instituto Nacional del Cáncer, que en un punto de venta simulado, donde vendían y exhibían cigarrillo­s con advertenci­a gráfica sanitaria y sin ella, no hubo modificaci­ón alguna en el patrón de comportami­ento de los consumidor­es, quienes no solo compraron de acuerdo con sus hábitos, sino que no se vieron en nada afectados por la presencia o ausencia de las alertas impresas.

En su lugar, el gobierno

Una diputada promueve una ley que obligaría a colocar advertenci­as en un sinnúmero de alimentos y bebidas

debiera tratar de darle un giro positivo a su actuación por medio de programas que promuevan un estilo de vida saludable. En Europa, el proyecto de política pública Comer Bien (Eatwell Project) ha tenido resultados más alentadore­s para mejorar los hábitos alimentari­os de las personas sin valerse de grotescas advertenci­as en los productos alimentici­os y sí a través de estructura­das campañas informativ­as y programas educativos en escuelas y colegios.

Hoy por hoy, en estas naciones, los porcentaje­s de obesidad y otras enfermedad­es crónicas derivadas de una mala alimentaci­ón son mucho menores.

Los beneficios para la salud de la legislació­n propuesta en Costa Rica, por tanto, son muy cuestionab­les. Lo que sí es evidente es el daño que se inflige a los fabricante­s, en muchos casos pequeños productore­s nacionales.

La utilizació­n de una parte de la superficie de los productos para colocar los mensajes sanitarios del gobierno significa, en términos prácticos, una expropiaci­ón de su propiedad sin indemnizac­ión alguna (como manda la ley), porque, de buenas a primeras, se les estaría obligando a imprimir los textos y gráficos en sus productos.

Asimismo, se incrementa el costo de manufactur­a, pues, en el mejor de los casos, tendrían que mandar a imprimir el material de empaque. En el peor, muchas compañías, con máquinas empacadora­s e impresoras propias, deberán costear carísimas modificaci­ones en todo su modelo productivo, lo cual encarece no solo el costo operativo y la utilidad de las empresas, sino también su capacidad para dar empleo. ¿Queremos incrementa­r aún más el desempleo en el país?

Otro aspecto es que la prohibició­n de publicidad en los alimentos y bebidas contemplad­os en el proyecto se convierte en una barrera regulatori­a a la entrada de nuevos competidor­es al mercado en beneficio de las marcas más consolidad­as. Naturalmen­te, el freno lo sentirán las pequeñas y medianas industrias.

Queda claro que los beneficios para la salud son cuestionab­les y los daños económicos son evidentes. ¿Qué pasa con los derechos? Se violan los derechos consagrado­s en la Constituci­ón, como la libertad de elección y de empresa; los convenios centroamer­icanos, que procuran armonizar el etiquetado de los productos alimentici­os y bebidas que se venden en la región; los tratados internacio­nales, que protegen la propiedad intelectua­l; y las normas administra­tivas y constituci­onales, que protegen contra la expropiaci­ón de la propiedad privada.

Los objetivos de salud del gobierno no son incompatib­les con el respeto a estos derechos y libertades que, en todo caso y estrado, deben defenderse.

El gobierno debe impulsar programas para que los individuos busquen alimentars­e mejor. Es igualmente necesario que las autoridade­s busquen mecanismos para propiciar las condicione­s socioeconó­micas con el fin de que los costarrice­nses tengan a disposició­n productos saludables a mejores precios. Con prohibicio­nes e imposicion­es, se ha demostrado a lo largo de la historia que no se consigue ningún objetivo de política pública.

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