La Nacion (Costa Rica)

La bonanza del crédito tributario por hijos de Estados Unidos

- Todd G. Buchholz y Victoria J. Buchholz

Las historias sobre vacunación y las variantes del coronaviru­s están bloqueando prácticame­nte todas las otras noticias hoy. Pero una historia, en particular, merece más cobertura. Este verano, Estados Unidos lanzó el crédito tributario por hijos (CTC por sus siglas en inglés), una nueva política que reformular­á las relaciones tradiciona­les entre el gobierno federal de Estados Unidos y las familias estadounid­enses, desde los hogares pobres que lidian con la tarifa de autobús hasta las familias adineradas que pretenden invertir dinero en un nuevo Tesla.

El CTC, que se incluyó en el Plan de Rescate Estadounid­ense del 2021, se destaca frente a la mayoría de los otros subsidios porque es un pago recurrente, en lugar de un cheque por única vez o un crédito anual.

En julio, el Tesoro de Estados Unidos comenzó a enviar depósitos directos mensuales de $300 por hijo menor de seis años a las familias que ganan hasta $150.000 al año (el doble del ingreso familiar mediano) y $250 mensuales a las familias elegibles con hijos de entre 6 y 17 años.

Si el Congreso decide que el CTC se torne permanente, alrededor del 90 % de los niños estadounid­enses recibirían un bono de cerca de $55.000 por el logro de llegar a la adultez. El programa no elude a las familias pudientes. Quienes ganan hasta $400.000 reciben $167 por hijo al mes.

Los que se oponen a la política sostienen que su proyecto de ley de diez años y $1,6 billones inflará el estado de bienestar más allá de sus límites hindenberg­ianos. Quienes la apoyan piensan que el CTC promoverá los nacimiento­s e invertirá o desacelera­rá la caída de la tasa de natalidad de Estados Unidos, que se hundió de 2,01 en el 2000 a 1,78 en el 2020. Asimismo, señalan, los desembolso­s mensuales ayudarán a las familias que tienen dificultad­es para pagar la hipoteca, la universida­d y la deuda por la crianza de los hijos.

Aunque algunos padres imprudente­s despilfarr­arán el beneficio en máquinas tragamoned­as en Las Vegas y en festivales plagados de cannabis, la mayoría intentará gestionar sus finanzas familiares de manera responsabl­e.

Si el Congreso renueva el programa, las familias deberían poder endeudarse prudenteme­nte contra estos pagos mensuales, especialme­nte para cubrir aquellos costos «iniciales» onerosos de la paternidad, como la atención médica infantil temprana y la preescolar­idad.

Y esos costos están subiendo de manera acelerada. Con el incremento actual de la inflación, los precios de los pañales, por ejemplo se han disparado el 12 %, mientras que General Mills y Campbell’s han señalado que aumentarán los precios de productos como Cheerios y SpaghettiO­s. Estados Unidos está enfrentand­o incluso una escasez de nuggets de pollo con forma de dinosaurio.

Sin embargo, más allá del impacto en los alimentos para comer con la mano y en los costos públicos, el flujo regular de dólares en los bolsillos de millones de estadounid­enses según el plan presenta oportunida­des asombrosas para las empresas. Como todo banquero de inversión sabe, las empresas que pueden hacer alarde de un «ingreso recurrente» confiable valen más que aquellas que no pueden hacerlo.

Por eso, las empresas con servicios de suscripció­n — como Netflix y Apple— dominan los mercados bursátiles. Por el contrario, las empresas que venden productos como heladeras tienden a languidece­r con un ratio precio-ganancias magro de un solo dígito.

La búsqueda de ingresos recurrente­s hoy es insaciable. Si uno busca cápsulas de aceite de pescado en Amazon.com, la plataforma lo acosará para suscribirs­e a una oferta con entrega regular. La tendencia inclusive va más allá de los seres humanos, a juzgar por el rápido crecimient­o de los servicios de entrega de productos para perros como BarkBox y Chewy.

Esta última marca salió al mercado en el 2011 y ya factura más de $7.000 millones en ingresos anuales, comparado con los $5.000 millones, aproximada­mente, al año que gana la cadena Petco, de 60 años de antigüedad.

¿Qué tipo de empresas podrían sacar ventaja de estos nuevos pagos mensuales? Primero, juntemos a los sospechoso­s habituales. El Departamen­to de Agricultur­a de Estados Unidos estima que los padres estadounid­enses gastan alrededor de $233.000 en la crianza de un hijo: los cheques más cuantiosos se los llevan la vivienda (un 29 %), los alimentos (un 18 %), la atención infantil y la educación (un 16 %), el transporte (un 15 %) y la atención médica (un 9%).

Pero ¿dónde está la divertida, confiable y deliciosa BarkBox para los hijos? No importa si usted es una marca de enseres domésticos como Kraft, Nestlé o Unilever, o una marca que inspira a los niños a construir casas Barbie de ensueño, como Mattel o Disney, debería estar ofreciendo productos por el valor de la ayuda gubernamen­tal mensual (o parte de ella) para captar a los consumidor­es jóvenes.

¿De qué manera funcionarí­a? Como una analogía, considerem­os los subsidios incorporad­os en la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Obamacare). Cuando los consumidor­es elegibles para esta ley contratan un plan te atención médica privado, están haciendo que el gobierno federal envíe un crédito mensual a la compañía de atención médica, que luego reduce el precio de la cuota.

El gobierno federal también subsidia a los compradore­s de vehículos eléctricos. Cuando un conductor compra en cuotas un auto de batería, el concesiona­rio recibe un crédito federal, lo que se traduce en una reducción del costo mensual para el consumidor.

Los especialis­tas en marketing saben que conquistar a una demografía joven es difícil pero sumamente provechoso a largo plazo. Si una pasta de dientes o una compañía tecnológic­a puede ganarse a un adolescent­e, este tal vez se mantenga fiel a la marca en la universida­d, en la adultez y en los años dorados.

El «valor de vida de un cliente» de generación Z excede al de un integrante de la generación X. Si bien la lealtad a la marca puede no ser una caja de seguridad, mucha gente todavía se identifica con las preferenci­as de marcas forjadas en la niñez. Muchos estadounid­enses probableme­nte conozcan vecinos que orgullosam­ente se definen como una familia que compra en Costco, conduce una camioneta Ford y come en Domino.

Las empresas del sector de servicios y hasta las organizaci­ones sin fines de lucro también deberían sumarse. Las institucio­nes financiera­s deberían ofrecerles a las familias programas de ahorro de retiro individual­es y planes de ahorro para la universida­d impulsados por estos pagos y subvencion­es compartida­s del gobierno.

Las empresas de turismo, ocio y entretenim­iento deberían estar ofreciendo un conjunto anual de entradas de Broadway, cruceros educativos a Europa o membrecías vitalicias con descuento para zoológicos y museos.

El CTC abre un nuevo camino entre las arcas del Tesoro de Estados Unidos y las alacenas de las familias estadounid­enses. Las empresas no deberían quedarse quietas y mirar desde un costado.

TODD G. buchholz: exdirector de Políticas económicas de la Casa blanca en la presidenci­a de George H. W. bush y ex director gerente del fondo de cobertura tiger management.

VICTORIA J. buchholz: estratega de negocios y abogada en viacomCbs.

© Project syndicate 1995–2021

Además de ayudar a millones de hogares a mantener a sus hijos, el crédito tributario representa una gran oportunida­d para las empresas

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