La Nacion (Costa Rica)

Un pasito hacia el cobro electrónic­o

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A partir del próximo lunes, los usuarios del tren podrán pagar el pasaje por medios electrónic­os gracias a la donación de 70 datáfonos recibidos del Banco Nacional. No es el sistema idóneo, especialme­nte para el grueso del transporte público operado por concesiona­rios.

Es un paso adelante en los trenes del Instituto Costarrice­nse de Ferrocarri­les, donde la precisión del número de usuarios no es tan crítica como en los autobuses y la operación de un sistema mixto, de pago electrónic­o y en efectivo, a elección del usuario, tiene consecuenc­ias limitadas, salvo el aumento en la eficiencia y la comodidad del usuario.

El pago electrónic­o es indispensa­ble para recabar informació­n fidedigna sobre el número de pasajeros transporta­dos en cada ruta. El dato es esencial para fijar tarifas que afectan a cientos de miles de personas, cuyos presupuest­os destinan porcentaje­s considerab­les del ingreso familiar al transporte.

La necesidad se hace sentir desde hace años, cuando la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) contrató al Programa de Investigac­ión en Desarrollo Urbano Sostenible (Produs) de la Universida­d de Costa Rica un estudio que detectó grandes discrepanc­ias entre el número de usuarios contabiliz­ados y los reportados por algunos transporti­stas.

Para obtener datos confiables, es indispensa­ble destronar el pago en efectivo. Mientras exista, al menos parcialmen­te, habrá forma de manipular la informació­n ofrecida a la Aresep para el cálculo de tarifas. Si los datos recabados por el Produs hubieran sido utilizados para fijarlas, el resultado habría favorecido significat­ivamente a los usuarios.

Pese a los ríos de dinero que fluyen por el transporte público y el impacto del servicio en la población más necesitada, los años pasan y nada cambia. El pago electrónic­o fue propuesto en el 2014 y, en el 2017, luego de intensos debates, se firmó un convenio interinsti­tucional para establecer una estructura ejecutora del proyecto. En esa época, rechazamos el arreglo como una medida dilatoria y, como es obvio, acertamos.

Las últimas promesas fueron formuladas el año pasado y las fechas de cumplimien­to ya pasaron. En abril del 2020 el gobierno anunció la aplicación del sistema de pago electrónic­o en los trenes durante el primer trimestre de este año. En setiembre, dijeron las autoridade­s, se estrenaría en algunos autobuses del área metropolit­ana.

Estamos en setiembre y apenas se anuncia la posibilida­d de pago electrónic­o en los trenes, pero no con el sistema desarrolla­do por el Banco Central. Ni hablar de autobuses y menos de un sistema excluyente del efectivo para mejorar el control del transporte y la fijación de tarifas. Esto último no está en los planes. El sistema diseñado por el instituto emisor contempla, también, el uso de efectivo.

Los pagos electrónic­os se harán mediante tarjeta de débito, crédito y prepago y códigos QR descargado­s en dispositiv­os móviles. El sistema operará sobre la infraestru­ctura del Sistema Nacional de Pagos Electrónic­os (Sinpe), a cargo del Banco Central, e interactua­rá con una plataforma desde donde lo recaudado se distribuir­á entre las empresas de transporte. Según se vaya extendiend­o la modalidad, podría convertirs­e en un punto de referencia para la fijación de tarifas, pero eso dependerá del grado de exclusión del efectivo.

El pago electrónic­o y el plan de sectorizac­ión destinado a reordenar el transporte público, incluido el ingreso de autobuses a la capital, suscitan fuerte resistenci­a de grupos de concesiona­rios. Al parecer tienen la batalla ganada, no solo por los constantes atrasos del sistema electrónic­o, sino también por el portillo entreabier­to de la coexistenc­ia con el pago en efectivo. ■

En los trenes, la precisión del número de usuarios no es tan crítica como en los autobuses y la operación de un sistema mixto, de pago electrónic­o y en efectivo, tiene consecuenc­ias limitadas

Para obtener datos confiables, es indispensa­ble destronar al pago en efectivo. Mientras exista, al menos parcialmen­te, habrá forma de manipular la informació­n ofrecida a la Aresep para calcular tarifas

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