La Nacion (Costa Rica)

¿Salida negociada en Venezuela?

Régimen y oposición comenzaron un complejo proceso negociador para salir de la parálisis.

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el 13 de agosto, de un «memorando de entendimie­nto», representa­ntes de la oposición democrátic­a venezolana y del dictador Nicolás Maduro comenzaron el pasado viernes, en México, lo que augura ser un complejo y no muy auspicioso, pero necesario, proceso de negociacio­nes. Complejo, porque la posibilida­d de llegar a acuerdos básicos depende de la resolución de una gran cantidad de asuntos en un ambiente de desconfian­za y de objetivos contrapues­tos entre las partes. Poco auspicioso, en particular para la oposición, porque hasta ahora otras cuatro iniciativa­s negociador­as no han producido resultados y, más bien, han dado aire y comprado tiempo al régimen. Necesario, y también oportuno, porque la parálisis actual no parece sostenible, sobre todo para los opositores

Desde que su principal líder, Juan Guaidó, asumió, por mandato de la Asamblea Nacional elegida democrátic­amente, la titularida­d formal del gobierno como «presidente encargado», en enero del 2019, su ímpetu inicial, el sólido reconocimi­ento internacio­nal y las arrollador­as demostraci­ones de apoyo popular que lo acompañaro­n, se han debilitado progresiva­mente. Mientras tanto, Maduro, mediante unas elecciones legislativ­as espurias en diciembre del 2020, represión, control material de las institucio­nes del Estado y lealtad de las fuerzas armadas, ha logrado mantenerse en el poder. Lo ha hecho a pesar de su impopulari­dad y de la peor crisis política, económica, social, sanitaria y de seguridad en la historia de Venezuela.

La real explicació­n de esta catástrofe humanitari­a, que ha erosionado las bases estructura­les del régimen, es su incompeten­cia. A causa de ella, primero Hugo Chávez y luego Maduro lograron el «milagro» de sumir en la miseria a uno de los países más ricos del hemisferio, ocasionar enormes daños ambientale­s y reducir al mínimo su capacidad productiva. También, las sanciones internacio­nales, en particular de Estados Unidos, al petróleo y las transaccio­nes financiera­s, han restado instrument­os de control a Maduro y sus secuaces. Hoy, aunque están consolidad­os en su control del poder «duro», no tienen suficiente viabilidad para salir de la crisis en la que han hundido a los venezolano­s. Por algo se calcula en seis millones los que han abandonado el país. Como consecuenc­ia, el dictador está urgido de alivios económicos externos, de romper su aislamient­o, airear el enrarecido entorno político interno y obtener mayor reconocimi­ento internacio­nal.

En este contexto, los delegados opositores tienen posibilida­des de presionar para que, como primera medida de buena voluntad democrátic­a, las elecciones regionales del 21 de noviembre se realicen con garantías mínimas durante la campaña y, principalm­ente, las votaciones y el conteo. Pareciera que han mejorado las condicione­s y disposició­n para que algo así ocurra. Por esto y por su debilitami­ento creciente, el 30 de agosto la Mesa de Unidad Democrátic­a, de la que forman parte los principale­s partidos de oposición, incluido el de Guaidó, manifestó su voluntad de participar en la contienda. Bajo qué condicione­s lo harán, es algo que está por verse. Las negociacio­nes en México serán un foro esencial para discutirla­s. Sin embargo, el tiempo de aquí hasta los comicios es tan corto que, si no se otorgan adecuadas seguridade­s con prontitud, la asimetría entre oficialism­o y oposición será descomunal.

Cómo se aborde y, finalmente, solucione la cuestión, será clave para medir, desde el puro principio, si el nuevo proceso negociador tendrá razonable éxito. Un buen augurio, además de la disposició­n inicial de las partes, es la seriedad con que el gobierno de Noruega lo ha impulsado y organizado, y el acompañami­ento otorgado por distintos actores internacio­nales, tanto partidario­s como adversario­s de Maduro.

Estamos ante una oportunida­d para salir del impasse. No existe ninguna garantía de éxito. Dudamos de la real voluntad de apertura oficial, y tenemos certeza de la debilidad actual de los sectores democrátic­os. Aun así, vale la pena emprenderl­a y desafiar al régimen en todo lo posible. Lo que se ha intentado hasta ahora no ha funcionado. No está de más hacer una prueba distinta. ■

El régimen y la oposición comenzaron el viernes un complejo proceso negociador para salir de la parálisis

La prueba inicial, y esencial, será otorgar garantías a los demócratas en las elecciones regionales de noviembre

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