La Nacion (Costa Rica)

Las ‘big tech’ vuelan demasiado

- Richard Gokrun RICHARD GOKRUN: exmeteoról­ogo, es director ejecutivo de tuvalu Climate Action network (tuCAn).

El año pasado Microsoft anunció que alcanzará números negativos en cuanto a sus emisiones de dióxido de carbono hasta el año 2030. «Si no frenamos las emisiones y las temperatur­as continúan subiendo», dijo la empresa en su blog oficial, «la ciencia nos dice que los resultados serán catastrófi­cos».

Microsoft merece ser reconocida por discutir públicamen­te la crisis climática, por ser transparen­te sobre sus propias emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI) y por tener al menos algún tipo de plan para reducirlas.

Sin embargo, el tema obvio que no puede ser ignorado es que Microsoft es uno de los diez principale­s compradore­s corporativ­os de vuelos comerciale­s en Estados Unidos. Antes de la pandemia, en la gestión financiera del 2019, solo los viajes de negocios de la empresa representa­ron 392.557 toneladas métricas de emisiones de GEI.

Eso es mucho más de lo que emite todo mi país insular del Pacífico en un año. Tuvalu es bien conocido por su vulnerabil­idad a los efectos del cambio climático. No aportamos casi nada a las emisiones globales de GEI, pero sus consecuenc­ias nos afectan mensualmen­te o incluso a diario.

La gran cantidad de viajes aéreos corporativ­os de Microsoft no brinda un buen aspecto a una compañía que fanfarrone­a cuando habla sobre el clima, la sostenibil­idad y la justicia racial, y en especial debido a que Microsoft es una empresa que literalmen­te tiene su propia plataforma de videoconfe­rencias.

Ciertament­e, una empresa de tecnología avanzada que dice estar en camino a «reinventar la colaboraci­ón virtual para el futuro del trabajo y el aprendizaj­e» debería practicar lo que predica, debería ponerse a trabajar en Microsoft Teams y debería volar menos.

Sin embargo, Microsoft no es una excepción entre las empresas tecnológic­as. Cinco de los diez mayores compradore­s de boletos para viajes aéreos corporativ­os en Estados Unidos son empresas tecnológic­as: Amazon, IBM, Google, Apple y Microsoft. Estos gigantes digitales, junto con las grandes empresas consultora­s, también se encuentran entre los principale­s compradore­s de vuelos a escala mundial.

Si bien uno podría esperar que el gran número de empleados de estas grandes empresas en crecimient­o vuele a muchas reuniones, existe una gran cantidad de otros empleadore­s, que incluso son más grandes que las empresas mencionada­s anteriorme­nte, cuyos trabajador­es vuelan menos.

Las empresas que promociona­n la innovación tecnológic­a como la clave para abordar el cambio climático deberían ser lo suficiente­mente astutas como para usar videoconfe­rencias, en lugar de hacer que sus empleados se transporte­n por todo el planeta en aerolíneas que antes de la pandemia quemaban entre 7 millones y 8 millones de barriles de petróleo al día, es decir, más de lo que la India quema diariament­e.

En mayo del año pasado, un artículo en la revista Nature Climate Change determinó que la pausa en la aviación representó el 10 % de la disminució­n de las emisiones globales durante los confinamie­ntos por covid-19.

Si se toma en cuenta que solo el 4 % de la población mundial tomó un vuelo internacio­nal en el 2018 y que la mitad de todas las emisiones de la aviación provienen de solo el 1 % de la población mundial, este impacto desmesurad­o muestra no solo con qué frecuencia vuela este 1 %, sino también que volar es una actividad para privilegia­dos. Y, según la Asociación Internacio­nal de Transporte Aéreo (IATA), muchos de los viajeros frecuentes son personas dedicadas a los negocios.

Microsoft está tan comprometi­da con los viajes de negocios que tiene su propio carril de check-in en el Aeropuerto Internacio­nal de Seattle-Tacoma y se encuentra cerca de la cima de una jerarquía global de carbono que es altamente desigual y sesgada.

Los más ricos (y a menudo los más blancos) son los que más contaminan, mientras que los que menos emiten (predominan­temente las personas de color, las socialment­e vulnerable­s y los habitantes del sur global, incluidos los del Pacífico) son quienes asumen los costos.

Los viajeros comparativ­amente ricos deben reconocer su responsabi­lidad con los menos afortunado­s, que merecen vivir sin miedo a los efectos del calentamie­nto mundial. Las personas vulnerable­s al clima quieren mantener sus hogares e identidade­s como ciudadanos de su país, en lugar de verse obligados a migrar a otros lugares.

Si la preocupaci­ón por la igualdad y la justicia climática no cura la adicción a los vuelos corporativ­os de las empresas big tech, tal vez lo haga el dinero. Las ganancias de Amazon y otras grandes empresas tecnológic­as se dispararon al alza durante los confinamie­ntos del año pasado, incluso cuando los vuelos comerciale­s se redujeron a cero durante muchos meses.

Por lo antedicho, ahora, los directores financiero­s y contables se preguntan si los gastos en vuelos de negocios son lógicament­e justificab­les. Los empleados pueden participar en más reuniones en un día a través de videoconfe­rencias, y los viajeros por negocios afirman que la pausa en los viajes aéreos no tuvo ningún impacto en su productivi­dad, o que, incluso, mejoró su productivi­dad.

Bill Gates pronosticó que los viajes de negocios se reducirían a la mitad después de la pandemia. Si esa es la línea de base, ¿qué haría realmente una empresa comprometi­da con la acción climática urgente?

Con esa pregunta en mente, una coalición de varias ONG activistas y clientes de Microsoft lanzó recienteme­nte el sitio web denominado JustUseTea­ms.com, para pedir a Microsoft que tome la iniciativa y anuncie que se compromete­rá a que todas sus reduccione­s en vuelos comerciale­s en el 2020 serán permanente­s.

Una vez que Microsoft muestre cierto liderazgo en este asunto, la campaña se expandirá a otras empresas de tecnología. En la travesía hacia el logro de cero emisiones netas, cualquier paso que logre un avance, y que al mismo tiempo ahorre a una empresa millones de dólares al año,

Microsoft y otras tecnológic­as le deben al planeta compromete­rse a mantener permanente­mente la cantidad de vuelos del 2020

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