¿Está naciendo la era de la conciencia?
Un buen número de investigaciones y pronósticos futuristas del siglo XXI, resultado de consultas a expertos de diferentes campos, conforman distintas visiones de posibles mañanas para la humanidad. La mayoría sustentan sus hipótesis en el avance sin precedentes de la tecnología y la era del conocimiento.
Una corriente de analistas, entre quienes se cuenta el alemán Gerd Leonhard, concluye que la disrupción tecnológica en el capitalismo tradicional será un disparador de la desigualdad social.
El modelo que tiende a la concentración de la riqueza en pocas manos haría que los beneficios de las tecnologías de punta corran la misma suerte y, consecuentemente, se incremente la brecha social. Según este futurista, el problema no radica en la tecnología per se, sino en el «capitalismo digital concentrador».
Los estudios del profesor estadounidense William E. Halal no contradicen lo planteado por Leonhard; sin embargo, resalta que está emergiendo con fuerza, como alternativa al «capitalismo digital concentrador», la era de la conciencia.
Algunos pequeños hechos son muestra del cambio hacia esa era, por ejemplo, en su libro Beyond Knowledge, el autor acuña la frase «más allá del conocimiento se encuentra el triunfo del espíritu humano».
Aspectos como el futuro del agua en el mundo, el cambio climático, las pandemias, el hambre, la miseria, las crisis de gobernabilidad, la pérdida de credibilidad en el bien común y la desinformación actual producto de «tanta información» han originado el surgimiento de una conciencia y una ética globales alrededor de un planeta tierra sagrado. Una conciencia global que insta a crecer, luchar contra las amenazas y cultivar una civilización sostenible o enfrentarnos a un desastre.
Las aportaciones de Leonhard y Halal, cada uno desde una perspectiva particular, coinciden en que la humanidad ha llegado a lo que la doctora y primera mujer premio nobel de economía (2009), Elinor Ostrom, denomina «el gobierno de los bienes comunes», es decir, aquellos en los cuales el consumo de una persona afecta el de los demás, pero no se puede excluir ética, moral y legalmente a nadie.
La encrucijada es como de una de las película de Avengers, pues lo que se pone en cuestión es la existencia y trascendencia de la humanidad; y recuerdo de manera especial la frase del Capitán América cuando le preguntan si el plan de salvar el planeta dará buenos resultados, y él contesta «sí, porque no hay otro».
Como alternativa al capitalismo, se presenta la economía social solidaria, conocida también como economía popular y solidaria, que vuelve a emerger luego del repliegue que tuvo a finales del siglo pasado e inicios del presente.
La idea de una conciencia global de Halal se nota en el combate contra el cambio climático. Grandes empresas como Exxon Mobil, Shell y otras petroleras han sido obligadas a tomar medidas. La asamblea de socios de Exxon eligió miembros de su Junta Directiva a dos activistas ambientales, un hecho sin precedentes.
De la misma forma, Shell fue condenada por un tribunal ambiental en los Países Bajos y forzada a una disminución de sus emisiones de dióxido de carbono.
La BBC formuló, al respecto, una pregunta que generó reacciones y participación de personas de todo el mundo: ¿Es este el fin de los negocios como de costumbre? La fuerza que toman estos hechos o indicios portadores de futuro a escala mundial están llegando, o llegarán, muy pronto a nuestra América Latina y a Costa Rica.
Halal habla —en la presentación anticipada de su investigación— sobre ética global, tecnologías de la conciencia y un marcado acento en la distribución equitativa de la digitalización de las cosas.
Por su parte, Leonhard plantea los nuevos indicadores de preconfiguración del futuro. Según sus estudios, un país como la India estará entre los más competitivos y será potencia mundial porque tendrá la mayor cantidad de población joven, esto, claro está, en un mundo donde el envejecimiento de la población es tendencia.
Las reflexiones de estos futuristas, sin ser profecías, no deberían llevarnos a discutir si les creemos o no, pero sí deberían animarnos a abrir espacios para la conversación académica y política. ¿Cuál es el país que queremos? ¿Qué no deseamos que sea nuestro país? ¿Cuál debería ser nuestra estrategia?
Reflexiones de este tipo, a las puertas de unas elecciones presidenciales que a mi juicio marcarán el futuro del país como ninguna otra en los últimos setenta años, se torna vital. El pensamiento en lo inmediato, pero también a mediano y largo plazo, debe ser un imperativo de las agendas de los partidos políticos.
La pospandemia dará a la humanidad, a cada continente, a cada región del mundo y país en particular, a las familias y a las personas, una serie de oportunidades para dejar atrás prácticas que no son las óptimas y para pensar en un mañana de solidaridad y bien común. Ese es el desafío de nuestra generación.
Ya se habla de ética global, tecnologías de la conciencia y la distribución equitativa de la digitalización de las cosas