La Nacion (Costa Rica)

Vecina: ‘Todo sonaba dando vueltas y de los cafetales no quedó nada’

- Hugo Solano C. hsolano@nacion.com

Postes del alumbrado, tramos de carretera, cafetales enteros y casas quedaron bajo toneladas de piedras y palos que bajaron en forma de avalancha. Ocurrió cuando todos dormían en un tranquilo pueblo en Cartago, el 31 de agosto del 2002.

“Eso fue fatal, hubo siete muertos. Yo estaba al otro lado de Orosi, en una finca en Las Mesitas de Santiago. Supe que el finado Melo (Manuel Sánchez) fue el que avisó que venía un derrumbe. Gracias a su alerta, mi esposa y mis hijos salieron a tiempo”, dijo Pedro Chaves Torres, vecino de Alto Loaiza, Orosi.

“La casa de nosotros se llenó de lodo, pero quedó en pie. Por un tiempo pagamos alquiler en Paraíso, mientras pasaba todo, pero no nos hallábamos y decidimos volver. Pagábamos ¢90.000 de alquiler”, agregó.

Este agricultor, de 78 años, que también trabajó en los túneles del proyecto hidroeléct­rico del ICE, tiene 57 años de casado con María Elena Bonilla Solano, quien estaba sola con sus hijos cuando ocurrió el deslizamie­nto.

“En medio de la oscuridad, nosotros íbamos por la calle y el derrumbe se oía por allá, sonaba como dando vueltas todo eso. De los cafetales no quedó nada”, dijo la mujer, de 71 años.

Añadió que ella no se esperaba la tragedia, aunque el viernes previo había llovido mucho. Un hermano le dijo que la quebrada estaba muy brava y que cualquier cosa pasaba por ella.

“Sin embargo, al momento de la tragedia, a mi hermano se le olvidó que estábamos solos y fue hasta cuando estaba arriba que se acordó. Luego nos contó que desde la loma vio el techo de la casa y supo que estábamos vivos”, afirmó Bonilla.

Mejor correr. Recordó que a la hora del desprendim­iento no llovía y que junto con un cuñado, dos hijos jóvenes y un nieto de nueve meses, corrieron hacia abajo y llegaron donde un hermano de ella, quien les llevó a un carro que les ayudó a salir a un sitio seguro. Aquel sábado, como a las 3 p. m., esta familia pudo llegar a Paraíso, donde una hija de Bonilla.

“Perdimos los electrodom­ésticos, porque se embarriala­ron y, al estarlos moviendo de un lado a otro, se dañaron. Estuvieron en una bodega dos meses”, dijo.

Afirmó que tiempo después lavaron y limpiaron la casa y al año de estar alquilando regresaron, porque les resultaba duro salir de donde siempre han vivido.

“Sin embargo, mis hijas quedaron atemorizad­as, me llaman a menudo. Cada vez que llueve me dicen: ‘Mami, cualquier cosa se vienen”, dijo doña María Elena, quien vive a escasos 100 metros del sitio por donde bajó el material que se desprendió del cerro.

Cerca de su casa, a un lado del camino, permanecen las cruces que familiares colocaron al darse por terminada la infructuos­a búsqueda de los desapareci­dos.

Una placa recuerda los nombres de las víctimas, cuatro niños y tres adultos: Isabel Sánchez Rojas, Idaly Garita Sánchez, Rosa Brenes Siles, Shirley Brenes Siles, Fabián Garita Sánchez, Andrey Brenes Siles y Eladio Cajina Castillo. Es un recuerdo póstumo, colocado por los taxistas de Cartago y la emisora Fuente Musical.

 ?? ALONSO TENORIO ?? Don Pedro Chaves y su esposa María Elena Bonilla fueron desalojado­s de Alto Loaiza en el 2002, cuando ocurrió la tragedia, pero un año después volvieron a su casa.
ALONSO TENORIO Don Pedro Chaves y su esposa María Elena Bonilla fueron desalojado­s de Alto Loaiza en el 2002, cuando ocurrió la tragedia, pero un año después volvieron a su casa.
 ?? ALONSO TENORIO ?? Familiares colocaron cruces en memoria de cuatro niños y tres adultos que murieron por el deslizamie­nto del 2002.
ALONSO TENORIO Familiares colocaron cruces en memoria de cuatro niños y tres adultos que murieron por el deslizamie­nto del 2002.

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