La Nacion (Costa Rica)

El diario y un guapinol acompañan a José Fabio y Flora hace más de 70 años

- Ángela Ávalos R. aavalos@nacion.com

En El Rodeo de Mora, abrazados por el último reducto de bosque húmedo premontano en el Valle Central, viven los esposos José Fabio Ovares Jenkins y Flora Ramírez Rojas. El santo y seña de su casa es un majestuoso árbol de guapinol, sembrado –dicen algunos– hace más de 300 años por ancestros enraizados en un pasado honorable.

José Fabio, de 100 años, y Flora de 95, llevan de la mano en el camino de la vida 76 años juntos: 72 son de matrimonio y cuatro de noviazgo, uno que empezaron poco después de un domingo de verano de 1945, cuando el destino se encargó de toparlos en el tren hacia Miramar. El entonces joven, de 24 años, miró a aquella hermosa chiquilla de 19 y decidió que la haría su esposa.

La Nación los ha acompañado casi desde el inicio de aquel encuentro fraguado por el destino durante un viaje de paseo al mar. Más de siete décadas después, todos los días, sin falta, el periódico impreso cae muy cerca del guapinol, luego de brincar la valla en una pirueta aérea desde la moto del repartidor quien, desafiando el frío, la bruma y la llovizna de los montes de El Rodeo, rompe todas las madrugadas el silencio del sinuoso camino entre arboledas.

Los jóvenes de entonces ya no son los mismos. Cerca del guapinol, José Fabio y Flora sembraron con el tiempo las semillas de una familia numerosa, cálida y solidaria: cuatro hijas y un hijo, 16 nietos, 21 bisnietos.

La Nación los ha acompañado en ese recorrido, como testigo de tinta y papel. José Fabio y Flora también han ido de la mano de La Nación, que en 75 años de recorrer las páginas de la historia costarrice­nse les ha ido mostrando, a ellos y a su descendenc­ia, la magnitud de una revolución, el poder de la naturaleza y los avances de la humanidad, que mantiene viva la esperanza incluso en los oscuros tiempos de una pandemia.

Compañero de papel. El novel diario frisaba los tres años aquel miércoles 26 de enero de 1949, cuando José Fabio y Flora se convirtier­on en esposos. Su boda, en la capilla El Sagrario, en la catedral metropolit­ana de San José, fue anunciada en las páginas sociales.

El año en que esta pareja se casó, soplaban vientos de cambio: Costa Rica vivía las secuelas de la histórica revolución de 1948 pues apenas se cumplía un mes de la abolición del Ejército y una nueva

Carta Magna estaba a punto de suscribirs­e. El planeta también acomodaba piezas en un nuevo orden internacio­nal luego de la Segunda Guerra.

La Nación, que nació el sábado 12 de octubre de 1946, comenzó a descollar entre sus mayores: El Diario de Costa Rica, La Hora, La Tribuna, La Prensa Libre y Últimas Noticias, los impresos de la época. El nuevo periódico no tardó en capturar la atención de esta familia en ciernes, que lo sentó a su mesa como a un miembro más del clan.

La crianza de los hijos, sus cumpleaños, graduacion­es y matrimonio­s, y también la muerte de familiares, fueron registrado­s en las páginas del diario. Esas eran las “redes sociales” de aquella época.

En álbumes de fotos, la pareja guarda como tesoros los recortes de periódico con las notas sociales. Entre muchos, con letras de molde, destaca el titular de la crónica social que relata la graduación de la mayor de los hijos, Flora: ‘Bachiller en Ciencias y Letras’.

“Enviamos nuestro mensaje de congratula­ción a la señorita Flora Ovares Ramírez, quien en forma muy brillante obtuvo su título de Bachiller en Ciencias y Letras en el Colegio María Auxiliador­a. Al mismo tiempo que estudiaba Bachillera­to, la señorita Ovares Ramírez se graduaba también en forma brillante en el Centro Cultural ‘American English Course”, cita la reseña.

La primogénit­a de la familia se convertirí­a con el paso de los años en una de las filólogas más connotadas del país. Flora Ovares es doctora en Literatura Hispanoame­ricana y forma parte de la Asociación de Academias de la Lengua Española. Recibió el máximo galardón que entrega el país en Cultura, el Premio Aquileo J. Echeverría, en ensayo.

Los 15 años de Isabel también fueron anunciados por José Fabio y Flora en La Nación del 29 de julio de 1968. Su pequeña, décadas después, se convirtió en una reconocida periodista que, entre otras funciones, destacó como directora de Revistas de La Nación.

Casa de hijos y nietos. Le llaman la casa de los abuelos. José Fabio, ahora un farmacéuti­co jubilado, y Flora, graduada en Bellas Artes, reciben ahí a hijos y nietos, mientras ellos reposan durante las mañanas leyendo La Nación.

Él siempre inicia la lectura con Deportes. Es seguidor del Deportivo Saprissa desde sus orígenes, fiel de la Selección Nacional de Fútbol, admirador del Barça desde que visitó esa ciudad española a la orilla del Mediterrán­eo en sus viajes como farmacéuti­co, y es fanático de los Yankees de Nueva York.

“Yo no leo Deportes”, se apresura a aclarar Flora. Con su caracterís­tica voz pausada, cuenta que ella prefiere empezar con el crucigrama.

En el amplio y fresco corredor con vista al guapinol y a cientos de sanrafaele­s con mariposas y abejas zumbando en el aire, la pareja Ovares Ramírez se consume en la lectura del diario impreso.

Es inevitable que el sueño apacible caiga sobre ellos porque el sonido del viento entre las ramas del guapinol es el único “ruido” en el paraje.

Una foto y una ilusión. El domingo 21 de mayo del 2006, en una de esas jornadas de lectura y reposo en el corredor, la llamada de un amigo le informó a José Fabio de que él aparecía en la sección Telefotos, de la otrora revista Proa –hoy Revista Dominical de La Nación–, junto a un retrato antiguo con compañeros de la escuela de Atenas, su ciudad natal.

El descubrimi­ento de aquel retrato, cuando José Fabio tenía 86 años, le abrió la puerta a un nuevo mundo en un momento de su vida que la familia describe como providenci­al.

Junto a sus hijas, Flora e Isabel, no solo se dio a la tarea de reunir a los sobrevivie­ntes de aquel retrato, en un reencuentr­o cargado de emotividad con queridos y añorados amigos de la infancia.

También comenzó a escribir sus memorias, que hoy, gracias a ese retrato en la edición dominical de La Nación, le permite contar entre sus abundantes logros de vida cuatro libros de su autoría.

Los libros narran sus memorias de aquellos tiempos en Sabana Larga (hoy Atenas), su paso por el Liceo de Costa Rica junto a mentores como el poeta Isaac Felipe Azofeifa, y relatos de sus primeros pasos entre boticas.

Su saludable y exitosa longevidad, heredada de antepasado­s que sobrepasar­on el siglo de vida, mantiene a esta pareja activa, aunque ya a un paso más lento.

Rodeados del cariñoso cuido de su numerosa prole, José Fabio y Flora siguen viviendo su día a día en “la casa de los abuelos”, bajo la sombra del también longevo guapinol.

Se toman de la mano en el corredor, casi con la misma emoción con que, segurament­e, sus ojos de jóvenes se encontraro­n por primera vez en aquel tren a Miramar.

 ?? ALoNSo tENorIo ?? Flora Ramírez, josefina, y José Fabio Ovares, originario de Atenas, en Alajuela, sembraron las semillas de una familia numerosa: cuatro hijas y un hijo, 16 nietos, 21 bisnietos. Contrajero­n nupcias en enero de 1949, cuando La Nación tenía tres años de vida.
ALoNSo tENorIo Flora Ramírez, josefina, y José Fabio Ovares, originario de Atenas, en Alajuela, sembraron las semillas de una familia numerosa: cuatro hijas y un hijo, 16 nietos, 21 bisnietos. Contrajero­n nupcias en enero de 1949, cuando La Nación tenía tres años de vida.
 ?? ALoNSo tENorIo ?? Este majestuoso guapinol se encuentra en la casa de don José Fabio y doña Flora Ramírez, en El Rodeo de Mora. Algunos dicen que fue sembrado hace 300 años.
ALoNSo tENorIo Este majestuoso guapinol se encuentra en la casa de don José Fabio y doña Flora Ramírez, en El Rodeo de Mora. Algunos dicen que fue sembrado hace 300 años.
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