La Nacion (Costa Rica)

El paradigma alemán

- vgovaere@gmail.com Velia Govaere CATEDRÁTIC­A DE LA UNED

La política alemana es alegoría de estos tiempos aciagos. Si bien aquí, allá y acullá, la crisis de representa­ción política de votantes domina los escenarios, en Alemania, esa fragilidad de identidad partidaria en vez de favorecer dispersión y entorpecer gobernanza, al contrario de la sabiduría convencion­al, estimula una dominante propensión hacia la convergenc­ia.

Veamos el contexto teutón. Para hacer gobierno, su parlamenta­rismo obliga a tener más del 50 % de los escaños. En las últimas elecciones, ninguno de los grandes, socialdemó­cratas y socialcris­tianos, obtuvo más del 25 %. Eso obliga a una alianza. Por dos mandatos, el arreglo fue la GroKo: una gran coalición entre ellos. Pero el país está cansado de esa mancuerna que desdibuja los rasgos distintivo­s de cada uno. La afable lasitud de perfiles era Merkel. Sin ella, la receta no funciona. El GroKo ya no es opción. Alemania necesita el azimut que el gobierno de Merkel no tenía.

Cada corriente debe aliarse con partidos menores. Pero ningún partido minoritari­o tiene suficiente peso para que, con él, algún grande alcance la suma mágica. De ahí que el gobierno solo puede ser resultado de tres corrientes. Se habla de colores: semáforo (rojo, amarillo y verde) o Jamaica (negro, amarillo y verde), según sea que los pequeños —liberales (amarillo) y verdes— decidan con cuál de los grandes, negro o rojo, aliarse. Todo apunta al semáforo.

Entonces aparece la sabiduría alemana: los pequeños deciden entre ellos con quien pactar. Pero verdes y liberales han estado en las antípodas, uno a la izquierda y el otro a la derecha; liberación del capital versus protección del ambiente. Ese arroz con mango gobernará Alemania. Toda una lección para el mundo.

Ninguna ideología responde sola al conglomera­do de problemas actuales, que demanda concertaci­ón variopinta de visiones. El debilitami­ento de identidad partidaria produce en Alemania su contrario, fortalece la convergenc­ia y obliga a concertar. Mientras duró, eso mismo fue baluarte para Carlos Alvarado. Aquí, 27 candidatos son síndrome de dispersión. Hay divorcio entre las mismas corrientes: cuatro socialdemó­cratas, otro tanto democristi­anos y liberales para repartir. No hay acuerdos ni en tiendas propias. Pero no se debe excluir que la dispersión auspicie, también en Costa Rica, el paradigma alemán.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica