Mazamorra electoral
¿Es un mal síntoma que tengamos una papeleta en la que figuran 27 candidatos a la presidencia? Muchos lo deploran, pues argumentan que refleja la fragmentación del sistema de partidos y la falta de liderazgos políticos. ¿Cómo discernir quién es quién entre esa multitud? ¿Y si gana un completo desconocido que por golpe de suerte conecta con las ansiedades ciudadanas?
A mí, la verdad, ni me va ni me viene. El tamaño (de la papeleta) no importa: nuestros problemas no cambian por tener 10 o 45 candidatos. Podría hasta pensar que tantos se sientan motivados y capacitados para ser el presidente y pedir el voto es evidencia de que nuestra democracia goza de buena salud. Conociendo el gusto costarricense por las rifas, a muchos les atraerá eso de que las elecciones parezcan un bingo: «Y ahora el 23 va de primero… ayer, el 4».
Nuestro problema es que, convocadas las elecciones, hay mucho candidato y poca, muy poca, propuesta política y nula discusión pública. Esporádicamente, algunos dan señales de vida y lanzan ideas desarticuladas, al estilo «sembremos pejibayes», «quitemos la restricción vehicular», «explotemos petróleo», «quitemos impuestos», «fundemos la Sala V», «facilitemos la portación de armas»; y, por supuesto, todos quieren lo mismo: una mejor Costa Rica, sin pobreza y rebosante de progreso, con oportunidades para todos. Yo también, por cierto.
Algunos guardan riguroso silencio cartujo. No han logrado conseguir plata o la guardan para en enero hacer un sprint mediático final. Los entiendo: el 60-70 % de la gente está sin partido y la mayoría de ellos piensan ir a votar. Con un electorado tan díscolo y difícil de leer, ¿para qué gastar ahora pólvora en zopilotes? Y todos están esperando que se desate un escándalo para montarse gratis en la indignación cívica y lograr reconocimiento instantáneo. En esa mazamorra de silencios y ocurrencias, nadie marca la diferencia. El pequeño detalle, señoras y señores candidatos, es que el país atraviesa por una grave situación. Lo quieran decir o no decir, el o la que gane tendrá que tomar, desde el principio, decisiones difíciles, y probablemente impopulares. ¿Cuáles serán sus medidas? ¿Por qué esas? ¿Qué harán para compensar a los más afectados? Hacerse los rusos hoy, para no colorearse, restará legitimidad al gobierno entrante, cuando la persona elegida deba hacer lo que no dijo con franqueza al pueblo.■