La Nacion (Costa Rica)

Los procesos de Managua

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En agosto de 1936, el dictador Iósif Stalin, como parte de su brutal arremetida de control total y purga de altos cuadros bolcheviqu­es en la Unión Soviética, estableció un tribunal especial, que celebró tres grandes y siniestros simulacros de juicio, en ese año y los dos siguientes. En total, 54 dirigentes fueron sentenciad­os a muerte: un designio definido antes de que se produjeran estas farsas, las cuales, más que organizada­s con la pretensión de seguir procedimie­ntos legítimos, estaban destinadas a infundir mayor terror en la población. A esos vergonzoso­s espectácul­os se les conoció como Procesos de Moscú.

Mucho tiempo ha pasado y las circunstan­cias de Nicaragua son muy distintas, pero, aun así, la serie de arbitrario­s juicios abiertos o reanudados el martes 1.° de este mes, contra más de 40 presos de conciencia y opositores a la dictadura de Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo, son herederos de esa tradición típica de los regímenes terrorista­s.

Las penas, sin duda también definidas antes de abrir los espectácul­os, serán menores que en la Unión Soviética y a nadie se le impondrá la muerte. La estrategia, sin embargo, es la misma, y aunque se han guardado mejor las formas que hace 86 años, con tribunales formalment­e regulares, pero controlado­s desde la cúpula política, la finalidad última de estos Procesos de Managua es la misma: escenifica­ciones que pretenden ser justicia, pero se tornan en espectácul­os de vendetta, con mayor ensañamien­to mientras más cercanas hayan estado sus víctimas a los cabecillas del régimen.

Los procesos se desarrolla­n, sin garantías mínimas y mediante audiencias cerradas, en el penal conocido como nuevo Chipote. La mayoría de los inexistent­es delitos en que se basan las acusacione­s fueron inventados por diez leyes represivas aprobadas entre setiembre del 2019 y abril del 2020, e incluyen traición a la patria, subversión, incitación al odio y la violencia, lavado de dinero, conspiraci­ón y menoscabo de la soberanía nacional. Por estos dos últimos fue condenada el jueves pasado la mítica excomandan­te sandinista Dora María Téllez, para quien la Fiscalía pidió 15 años de cárcel. De manera simultánea, y por iguales cargos, fue condenado el dirigente estudianti­l Lesther Alemán, a quien Ortega nunca le perdonó haberlo enfrentado, tras la represión de abril del 2018, en una mesa de diálogo. La pena solicitada fue la misma.

Al reanudarse esta farsa judicial masiva, el primer turno les tocó a otros dos dirigentes juveniles: Yader Parajón y Yader Vado; al día siguiente fue el de Ana Margarita Vijil (líder política de la agrupación Unamos); el jueves 3, además de Téllez y Alemán, fue condenado Alexis Peralta, un contador, y el viernes corrió la misma suerte Miguel Mora, periodista y propietari­o del medio 100% Noticias, y exprecandi­dato presidenci­al. A partir del 7 comparecer­án Suyen Barahona, también de Unamos, y Miguel Mendoza, periodista deportivo y bloguero, y otros más.

La Fiscalía, que es parte integral del aparato represivo de Ortega, Murillo y sus cómplices, no ha hecho ningún esfuerzo por parecer profesiona­l o apegada a derecho. Por ejemplo, en un comunicado divulgado el 31 de enero, aseguró, en referencia a los procesados, que “estos mismos criminales y delincuent­es han reincidido, atentado contra los derechos del pueblo y la sociedad nicaragüen­se, comprometi­endo la paz y la seguridad”. Y como para no dejar duda de que ejercer libertades básicas en Nicaragua —como manifestar­se— resulta inaceptabl­e, calificaro­n las protestas de abril del 2018 como “actos terrorista­s” orientados a un “golpe de Estado”. El verdadero terrorismo, sin embargo, fue cometido entonces mediante la represión indiscrimi­nada y brutal del régimen.

Estamos, simple y llanamente, ante un brutal entramado de venganza política malamente disfrazado de justicia. Es el manual estalinist­a aligerado y adaptado a nuevas circunstan­cias, pero con similar ímpetu de perversión. Si las elecciones espurias de noviembre pasado merecieron condena internacio­nal, estos Procesos de Managua, llenos de ensañamien­to contra personas inocentes, deben generar igual o mayor rechazo y conducir a sanciones más severas contra los responsabl­es.

El siniestro espectácul­o recrea la lógica perversa de los Procesos de Moscú, abiertos por Stalin en 1936 El lunes arrancaron juicios masivos y sumarios contra más de 40 presos políticos nicaragüen­ses

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