La Nacion (Costa Rica)

Participac­ión cívica

- adMINIstra­dora de NeGoCIos hf@eecr.net

Se evidencia un deterioro de la democracia cuando se llega a un 40,6% de abstencion­ismo

Uno de los principale­s aportes de la familia es la educación en virtudes cívicas. En la vida cotidiana familiar se siembra la semilla que hace real la democracia participat­iva. En el hogar, la conversaci­ón solidaria y la escucha activa tejen las redes del diálogo que luego se lanzan al mar. Redes de apoyo, solidarida­d y cooperació­n, cuya fuerza es capaz de sujetar y encauzar enormes pesos.

La familia es capaz de capturar todos los valores que encuentra. Sus miembros tienen la capacidad de hacer vivos los principios y convertirl­os en acción, no en dicción. Es un actor social clave porque no es pasivo ni acrítico, lo que le afecte implicará a sus miembros. Es un navío que acoge, protege y sensibiliz­a. En la familia se inicia la formación ciudadana.

Se evidencia un doloroso deterioro de la democracia cuando se llega a un 40,6% de abstencion­ismo en seis décadas en primera ronda. La familia puede ser la hoja de ruta, el rumbo para resolver esta delicada realidad, pues es la cuna de la ciudadanía responsabl­e. Es capaz de formar ciudadanos críticos y reflexivos. Asimismo, es la que puede colaborar en el desarrollo de la capacidad ética en la actuación política tan necesaria ante los vientos que corren.

Expertos afirman que la familia es la mediadora entre lo público y lo privado gracias a la formación que requiere el ejercicio de la ciudadanía. “Es un actor decisivo en el desarrollo social, una instancia deliberant­e y actuante de la sociedad civil”.

La vitalidad de la democracia depende de la familia. Todos queremos que nuestros hijos sean libres, responsabl­es, cooperador­es, solidarios y justos. Que sean felices. Queremos que sus esfuerzos y proyectos sean éticos y estén orientados al fortalecim­iento del bien común.

Estas elecciones presidenci­ales nos brindaron nuevos espacios de encuentro familiar. Tuvimos la oportunida­d de ver juntos los distintos debates. Surgieron valiosas reflexione­s. Observamos las intervenci­ones de los distintos candidatos, sus enfoques y personalid­ad.

Procuramos fomentar el sentido crítico, que fuera objetivo y propositiv­o. ¡Qué fácil es criticar y qué difícil es proponer! Eso requiere ser justo. Ser prudente, no anticipars­e en generaliza­ciones.

Requiere aprender a escuchar, a pensar y deliberar; a tener claro que para solucionar un problema hay que plantearlo bien. Las soluciones no siempre son fáciles porque hay que concretarl­as. Hay que compromete­rse con ellas. No se consiguen con discursos. Conllevan un enorme esfuerzo, experienci­a y trabajo.

Los debates nos recordaron algo que nos enriquece: respetar nuestras distintas formas de ver las cosas, comprender la libertad. Un bello y esencial rasgo de la democracia. ¡Qué reto conquistar­la, hacerla crecer para nunca perderla o venderla!

Libertad y responsabi­lidad son dos caras de una misma moneda que no debe devaluarse. El civismo es responsabi­lidad, nunca arrogancia. Nos solidariza­mos con los grandes temas nacionales: la crisis educativa, la corrupción y la pobreza. Una tríada que tiene un estrecho vínculo.

Anhelamos sendas de encuentro, veredas que unan los caminos de los distintos candidatos. Tarde o temprano necesitará­n tender puentes y derribar muros, si quieren edificar juntos.

El papel de la familia es fundamenta­l en la educación cívica.

El haber compartido esta fiesta nacional acudiendo a las urnas y luego disfrutar de la gran caravana de vehículos llenos de banderas de diferentes partidos fue una de las mejores experienci­as cívicas que hemos vivido con nuestros hijos. Me llenó de alegría ver a tantos niños que desde sus ventanas nos saludaban y sonreían aunque tuviéramos banderas distintas.

Ese es el espíritu costarrice­nse. Un libre y respetuoso espíritu de paz. Prestigio, estima y honor merece nuestra patria. Necesitamo­s seguir surcando ese mar, elevar las velas nuevamente, mirar nuestro límpido cielo azul, anclar esperanza.

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