La Nacion (Costa Rica)

Primera ronda

- vgovaere@gmail.com Velia Govaere CatedrÁtIC­a de la UNed

De lo simple a lo complejo, de lo evidente a lo sublime. Entre continuida­d y cambio, los resultados de la primera ronda se prestan para muchas lecturas. Estas son las mías.

Lo primero que leo es la percepción generaliza­da de la necesidad de cambio dentro de la continuida­d. La insatisfac­ción del presente toca la puerta y demanda reformas, pero sobre conquistas previas que se defienden. Los ganadores de antier representa­n esas dos fuerzas: lo que queremos defender y lo que nos urge transforma­r. Ya me parecía increíble que alguien hiciera de su fortaleza no alterar nada. ¿Habrá entendido el mensaje?

La realidad política es líquida. La rigidez partidaria está rota. La figura personal predomina sobre la estructura y las narrativas rompen los techos superestru­cturales. El elector leyó detrás de la letra la mejor expresión de sus frustracio­nes con las élites políticas.

El mercadeo político se agotó. Los candidatos no se vendieron como cocacolas, y si triunfaron no fue gracias, sino a pesar de sus campañas. Se compraron como representa­ntes de mundos en conflicto. Esas son las antítesis de la segunda ronda, en busca de una síntesis.

Puede ser que se valgan los cuestionam­ientos éticos, pero no son el corazón de las inquietude­s. No es una competenci­a de techos morales, sino ninguno habría pasado el coladero. En medio de nuestras angustias no es hora de competir con lodo.

Réquiem para el PAC. Veredicto sabio y justo. El pueblo no le puso ni obituario. ¡Cómo lo siento, Welmer! (But not really).

El centro del cambio o resistenci­a no está solo en el Ejecutivo. Un Legislativ­o menos disperso y con figuras brillantes podría unir visiones por encima de banderas. Rodrigo Arias tiene una visión que más bien lo acerca a los que hoy se le oponen. El correctivo liberal que necesitamo­s puede estar al alcance.

Mi madre era gramsciana. Yo también en su visión del peso de la narrativa en las transforma­ciones del mundo social, sobre todo cuando una mirada de la realidad se apodera del alma popular. Oigamos entonces a Gramsci: “El viejo mundo muere. El nuevo aún tarda. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.

No es un momento simple, es una encrucijad­a delicada.

Mal haría quien aboga por continuida­d en no oír clamor de cambio y peor sería si la voz del cambio se olvidara de defender nuestras conquistas.

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