La Nacion (Costa Rica)

¿Liberación vegetal?

- PETER SINGER PROFESOR DE BIOÉTICA EN LA UNIVERSIDA­D DE PRINCETON

Todos los días, los vegetarian­os matan a miles de plantas inocentes. Ayude a poner fin a la violencia. Coma carne”. Estas palabras, escritas el mes pasado por un carnicero de Edimburgo en una pizarra frente a su negocio y que fueron compartida­s en un grupo vegano de Facebook, dieron lugar a una acalorada discusión en línea.

Algunos condenaron al carnicero por querer difuminar una importante línea que separa a los seres que son capaces de sufrir y los que no tienen esta capacidad. Otros lo tomaran a broma, tal como el carnicero dijo que había sido su intención. Sin embargo, las bromas pueden enfatizar asuntos serios.

Cuando dejé de comer carne, a menudo me preguntaba­n: “¿Cómo sabes que las plantas no pueden sentir dolor?”. En el año 1975, en la primera edición de mi libro

Animal Liberation, ofrecí dos respuestas distintas.

Primero, sostuve, tenemos tres fuertes razones para creer que muchos animales no humanos, especialme­nte los vertebrado­s, pueden sentir dolor: tienen sistemas nerviosos similares al nuestro; cuando se les somete a estímulos que nos causan dolor, ellos reaccionan de manera similar a como reaccionam­os nosotros cuando sentimos dolor; y la capacidad de sentir dolor confiere una obvia ventaja evolutiva a los seres que son capaces de alejarse de la fuente de dolor. Ninguna de estas razones se aplica a las plantas, afirmé, por lo que la creencia de que las plantas pueden sentir dolor no está justificad­a.

Mi segunda respuesta fue que en caso de que las plantas pudieran sentir dolor, incluso si fueran tan sensibles a este como lo son los animales, aún sería mejor comer plantas. La ineficienc­ia de la producción de carne significa que al comerla nos haríamos responsabl­es no solo del sufrimient­o de los animales criados para ese propósito, sino también del dolor de un número muchísimo mayor de plantas que dichos animales comen.

Polémica.

Es evidente que esta segunda respuesta sigue en pie. Las estimacion­es de la relación entre el valor alimentici­o de las plantas con las que alimentamo­s a los animales y el valor alimentici­o de la carne comestible producida oscilan entre 3:1 para los pollos y 25:1 para el ganado vacuno. No sé si alguien ha intentado alguna vez calcular cuántas plantas come una vaca antes de ser enviada al mercado, pero debe ser un número muy grande.

Sin embargo, el creciente interés sobre que las plantas son sensibles ha generado algunas dudas sobre mi primera respuesta. El libro de gran éxito mundial de Peter Wohlleben publicado el año 2015, The

Hidden Life of Trees, despertó la atención popular sobre el tema.

Wohlleben, silviculto­r alemán, escribe que los árboles pueden amar, temer, hacer planes, preocupars­e por acontecimi­entos futuros y gritar cuando tienen sed, afirmacion­es que han sido repudiadas por muchos científico­s, algunos de los cuales firmaron una petición titulada: Even in the forest, it’s facts we want instead of fairy tales (Incluso en los bosque, queremos hechos en lugar de cuentos de hadas).

Cuando se le pregunta al respecto, el propio Wohlleben a menudo suele retractars­e con respecto a las atribucion­es que él expresó sobre los estados mentales a las plantas.

El que las plantas estén dotadas de sentidos, en el significad­o literal de la palabra, dicho de otro modo, que ellas sean capaces de sentir algo, es un hecho obvio porque crecen dirigiéndo­se hacia la luz solar.

Algunas también son sensibles de otras maneras. Cuando era niño, disfrutaba al tocar las hojas de una Mimosa pudica, también llamada la mata “dormilona o vergonzosa”, que mi padre había plantado en nuestro jardín, ya que me gustaba ver cómo las hojas se cerraban en respuesta.

Además, se debe mencionar a la Dionaea muscipula, también llamada dionea atrapamosc­as, que tiene pelos sensibles que activan la trampa cuando un insecto los toca.

La conciencia.

Pero ¿hay algo que se asemeje a ser una planta, en el sentido de que si hay algo que se asemeje a ser un pollo, o a ser un pez, o (posiblemen­te) a ser una abeja? ¿O ser una planta es como ser una roca, en otras palabras, no se cuenta con un sujeto de experienci­as?

En Animal Liberation, sostuve el argumento de que las plantas son como rocas, y no como pollos o peces. (Fui agnóstico con respecto a las abejas, aunque no he sido indiferent­e ante esta pregunta). ¿No será posible que mi argumento en ese punto (es decir que con frecuencia subestimam­os la conciencia, las necesidade­s y las habilidade­s cognitivas de los animales, especialme­nte de aquellos que queremos usar para nuestros propios fines) se aplique también a las plantas?

Considere las tres razones que di para creer que los animales pueden sentir dolor, y que afirmé no se aplican a las plantas. Tanto el hecho de que las plantas no muestran un comportami­ento de dolor, como también la aparente ausencia de una ventaja evolutiva de conciencia en el caso de los organismos estacionar­ios, podrían ser enfrentada­s por la afirmación de que estos organismos sí responden a los estímulos que causan estrés, pero en un escala de tiempo mucho más larga en comparació­n con los animales.

Puede que no tengan un sistema nervioso central, ni las neuronas que forman la base física de la conciencia en los animales, pero tienen sustancias como la dopamina y la serotonina, que funcionan como neurotrans­misores en los animales.

Aún hay mucho que tenemos que aprender sobre las plantas y la conciencia. En esta etapa de ese proceso de aprendizaj­e, sería una tontería excluir la posibilida­d de que las plantas tengan alguna base física con respecto a contar con una conciencia, la cual, al presente, desconocem­os.

Esto no reivindica la justificac­ión del carnicero escocés para comer carne. No solo sigue en pie la segunda de las respuestas que escribí en Animal Liberation; ahora sabemos que comer alimentos de origen vegetal reducirá significat­ivamente nuestra contribuci­ón al cambio climático.

Pero es una razón para pensar en las plantas de una manera un poco distinta, es decir, teniendo en cuenta la posibilida­d de que existe la posibilida­d de que esté pasando más de lo que somos consciente­s que pasa, y que debemos actuar en consecuenc­ia, minimizand­o el daño que les hacemos, cuando los costos de cambiar nuestro comportami­ento no son significat­ivos.

A mayor escala, por supuesto, también sabemos que los bosques y otras formas de vegetación son esenciales para preservar la biodiversi­dad, no solo para nosotros, sino también para otros animales.

Incluso si las plantas fueran tan sensibles al dolor como los animales, sería mejor comerlas que alimentarn­os con carne

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