Vecinos temen por efecto de las lluvias en urbanización Valladolid
›CNE realizó otra inspección, pero no se giraron nuevas órdenes de desalojo
El lunes pasado, una de las casas que estaba en la corona del deslizamiento de la urbanización Valladolid, en Desamparados, cayó al vacío y, este jueves, otra estructura también cedió.
Allí, donde yacen los restos de decenas de viviendas colapsadas, paredes, estructuras y pisos que aún siguen en pie están llenos de grietas. Si las aguas terminan de socavar sus bases, caerán.
Pese a ello, el geólogo Julio Madrigal, de la Comisión Nacional de Emergencias (CNE), sostuvo ayer que “no hay evidencia que demuestre algún tipo de actividad mayor de la que el deslizamiento actualmente tiene”.
Así lo señaló Madrigal luego de una inspección, realizada la tarde del jueves, en los alrededores de ese sector.
El 24 de mayo, los vecinos llamaron al Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) para avisar que una fuga que había sido reparada nueve días antes en una calle cercana al desprendimiento volvió a aparecer. El tubo fue arreglado de nuevo.
Dichas fugas se formaron a 25 metros del desprendimiento activo. Eso hizo recordar a los lugareños los signos que observaron en setiembre del 2020, antes del segundo gran socavamiento de la zona, en el que 28 casas de 32 familias quedaron inhabitables.
En octubre del 2017, el primer deslizamiento había acabado con parte de la carretera, zonas verdes, postes de alumbrado y aceras que cayeron al paredón del río Jorco.
El desprendimiento ocurrió luego de que las precipitaciones generadas por la tormenta Nate falsearan los suelos, arrastrando más de 50.000 metros cúbicos de material.
Según Marisol Salguero, coordinadora del comité vecinal, también han notado pequeñas grietas cerca de donde las cuadrillas del AyA hicieron el arreglo y, por eso, pidieron una revisión al inspector municipal Eduardo Vindas y al geólogo Julio Madrigal.
Luego de hacer cálculos con un dron y a través de mediciones en tierra, Madrigal dijo a los vecinos que va a elaborar un informe y recomendó que sigan monitoreando lo que ocurra a raíz de las lluvias.
“Con los desprendimientos de esta semana, la casa habitada más cercana al talud quedó a solo cuatro metros. Es de una vecina que se llama Ligia Salas, quien la tiene alquilada”, contó la dirigente.
Al igual que esa vivienda, hay otras tres habitadas que son las de mayor riesgo debido a su cercanía con el guindo (zona naranja). Otras 20 casas, un poco más retiradas, también están relativamente cerca (zona amarilla).
El jueves, no se giró ninguna orden nueva de desalojo. No obstante, las familias saben que, de un momento a otro, pueden quedar sin casa.