Reforma de verdad
Abordar las reformas al mercado de trabajo –con el interés genuino de resolver no solo el problema de la desocupación sino además buscando combatir la precarización y la ausencia de oportunidades para segmentos amplios de la población– requiere más que discutir sobre flexibilizar jornadas.
De momento, lo que se discute entre el Gobierno, las fuerzas políticas en el legislativo y los grupos de interés está excesivamente concentrado en aspectos pecuniarios y construido sobre una concepción irreal acerca de la forma en que funcionan los mercados de trabajo.
Aunque la flexibilización de los mercados es una reforma deseable, el grado en que contribuya a mejorar el crecimiento económico, la distribución y el acceso equitativo a las oportunidades depende de condiciones particulares, que no solo no se pueden dar por un hecho, sino que suelen existir solo en los libros de textos o en el ejercicio de la razón utópica de algunos.
Sobra decir que, en el caso específico del trabajo, esto es particularmente cierto. Pues, no se trata de una mercancía cualquiera, hay factores estructurales y de segmentación que complejizan el funcionamiento de los mercados laborales y, por supuesto, consideraciones éticas fundamentales, relacionadas con la dignidad de las personas y la provisión de los medios materiales para que puedan ejercer realmente sus libertades.
En estos casos, las soluciones y las respuestas de política pública nunca son simples ni sencillas, pues los problemas que pretenden resolver son excesivamente complejos. Por eso, las reformas como la flexibilización de jornadas no pueden ser vistas de manera aislada, sino abordarse con otras acciones que eviten justamente que los fallos de este mercado y las inequidades estructurales deterioren el bienestar de las personas.
¿De cuáles reformas estamos hablando? Pues, por ejemplo, de políticas que promuevan equidad de género y etaria en los mercados laborales, la provisión efectiva de servicios de cuido que sean realmente asequibles, políticas que reduzcan la discriminación asociada con la maternidad en los mercados de trabajo como, por ejemplo, las licencias de paternidad y, por supuesto, el reforzamiento pero sobre todo la modernización de las facultades de supervisión e inspección laboral de manera que los mayores espacios de flexibilidad del mercado no sean aprovechados perversamente en el contexto asimetrías de poder participantes de este mercado.