La Nacion (Costa Rica)

La decisión de ser papá

- Enrique González Roldán descazu@gmail.com

Hace algún tiempo, durante una dinámica grupal, me preguntaro­n cuál es mi palabra favorita. Luego de reflexiona­r brevemente, mi respuesta fue contundent­e: papá.

No porque haya tenido un padre ejemplar, pues no fue mi caso, sino porque desde el momento en que tuve a mi hija en brazos y la escuché llamarme así, esas cuatro letras han ido adquiriend­o sentido a lo largo de un proceso que no acaba.

Con el paso del tiempo, he constatado que, a diferencia de la enorme mayoría de las madres, el hecho de “ser un papá” es una decisión absolutame­nte voluntaria para los varones.

Y no me refiero a la convicción de aportar genéticame­nte a la llegada de una nueva vida al mundo, sino al ejercicio efectivo y permanente que conlleva la paternidad a lo largo de la vida entera.

Ciertament­e, no existe una única forma de “ser padre”, pero, independie­ntemente de cómo se ejerza, la responsabi­lidad resulta infinita y la incertidum­bre se vuelve constante.

Ser parte de la vida cotidiana. Persisten una serie de patrones culturales, familiares y hasta económicos que en buena medida condiciona­n la relación de un padre con sus hijos, aunque también está claro cuán determinan­te resulta la voluntad y disposició­n personalís­ima de cada varón para estar presente —de verdad— en la vida de sus hijos.

Podría parecer muy convenient­e y una actitud responsabl­e —en el mejor de los casos— un depósito mensual (muchas veces forzado legalmente) o “hacer acto de presencia” en ciertos acontecimi­entos significat­ivos para los hijos (cumpleaños, graduacion­es y bodas, entre otros), y así “salir en la foto”.

Por más trivial que parezca, sin embargo, estoy seguro de que es mucho más relevante ser parte de la vida cotidiana de los hijos en lugar de ser un papá meramente nominal o proveedor material.

Comprendo perfectame­nte que cada caso es distinto, pero también he aprendido que, a pesar de que papá e hijos no vivan bajo el mismo techo, es posible ser familia, y ese vínculo resulta de la decisión auténtica y nada sencilla para algunos

Es mucho más relevante ser parte de la vida cotidiana que meramente proveedor material

acerca de ser papá.

Independie­ntemente de las circunstan­cias de cada experienci­a, al final del camino será mucho más valiosa la presencia del papá en los pequeños detalles de la vida de sus hijos, por ejemplo, ¿sabemos qué talla de zapatos usan?, ¿está al día su esquema de vacunas?, ¿cuál es su golosina favorita?, ¿a cuáles tiktokeros sigue?, ¿por qué anda de chicha el adolescent­e de la familia?, ¿cómo se llama su mejor amigo?, ¿de qué materia tendrá examen el próximo jueves?

O, incluso, ¿cuál es su fecha de nacimiento? En fin, es muy desafiante y siempre lo será, pero depende de la persona a la que le dicen “papá”, cuánto y cómo va a ser parte en la vida de sus hijos.

Persona de confianza. Así como es justo agradecer el esfuerzo a los padres biológicos que deciden serlo en el sentido pleno de la expresión, hay que reconocer también la libre determinac­ión de aquellos hombres valientes que optan por ser papás de personas que no llevan su sangre, lo que termina siendo intrascend­ente, pues es el amor, la empatía y la generosida­d lo que sustenta e inspira esa decisión.

Y no pienso en este momento solamente en quienes construyen una nueva familia, sino también, como ocurrió en mi caso, en aquellos mentores que, sin necesidad de un vínculo familiar, se constituye­n en referentes y modelos que orientan y marcan profundame­nte la existencia y personalid­ad de quienes, sin planearlo, terminamos siendo sus hijos afectivos.

Como pude hacerlo yo hasta el último momento, de ellos miramos sus múltiples errores y admiramos sus profundas virtudes para tratar de llegar a ser “gente buena” en un gesto mínimo de gratitud con esa generosida­d y compromiso con una sociedad más humana.

Indistinta­mente del tipo de padres que seamos, deberíamos procurar un mínimo de conciencia acerca del impacto que tiene la vital decisión de serlo.

Cada acción, y sobre todo cada omisión, por mínima que parezca, tendrá impacto directo y profundo en la existencia de esas personas particular­mente vulnerable­s que deberían ver en su papá a un hombre a quien confiarle nada menos que su vida.

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