La Nacion (Costa Rica)

No hacer daño

- vgovaere@gmail.com

La insatisfac­ción ha irrumpido en medio de una sordera institucio­nalizada. Interminab­les deudas inatendida­s se agolpan en las periódicas citas del sufragio. Kundera hablaba de una insoportab­le levedad del ser. Así puede ser de superficia­l cierta política. Hace insufrible la sopa de letras de los programas electorale­s que mientras más ofrecen, menos cumplen. Para cada omisión sobra un pretexto. El círculo de olvidos siempre queda abierto para un nuevo ciclo con las urnas. ¿Cómo no desilusion­arse de esa democracia de descuidos?

Así se erosiona la representa­ción partidaria. Se buscan luces donde abundan promesas. Denuncias cada vez más altisonant­es suplen con exabruptos el vacío de las palabras. Todo es posible en campaña; todo se pondera en el poder.

La democracia padece una crisis existencia­l y el cambio refleja el alma del momento. El mercadeo político se entiende más creíble cuanto más altisonant­e sea en palabra y gesto. “Cambio” es su término vacío más frecuente.

Como sentencia bíblica, un cambio real no nace sin dolor. Por eso, asusta. Intereses creados viven del statu quo, e implacable­s lo defienden. Institucio­nes viven no de la función que ya no llenan, sino de los empleos que cobijan y fueros que defienden. No existe injusticia sin protegidos, irracional­idad sin beneficiar­ios, disfuncion­alidad sin clientela. No hay cambio sin resistenci­a.

Por eso, le tiembla el pulso a la mano que lleva el bisturí. Nada rinde frutos inmediatos. Cada intervenci­ón tiene resultados inciertos. Toda acción crea contrastes, daños seguros y beneficios azarosos. Es tan precario el respaldo de un cuerpo social impaciente y volátil que es más fácil dejar las cosas como están.

El cambio pide cirugía mayor, no meras píldoras paliativas que distraigan, pasajeras, hasta las siguientes elecciones. Cabe aquí, como en medicina, el juramento hipocrátic­o: primum non nocere, es decir, antes que nada no hacer daño. Si eso significa actuar con cautela, lo entendemos. No así como pretexto de impenitent­e gatopardis­mo de cambiar algo para que nada cambie.

El CNP con arreglitos, Recope con curitas, arroz con enmiendita­s, ICE con dulcitos y a todos con atolillo. No falta razón a la prudencia, pero menos prudente es el inmovilism­o. De atolillo en atolillo se nos puede escurrir la democracia entre los dedos.

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Velia Govaere CatedrÁtiC­a de la uned

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