La Nacion (Costa Rica)

El cambio de mentalidad ayudaría a desarrolla­r vacunas y terapias

- Phillip A. Sharp y Julien Patris

La pandemia de co‑ vid‑19 modificó las actitudes hacia la salud pública, la política fiscal y el papel del Estado en la economía. Las demandas de una mayor resilienci­a de las cadenas de suministro y autonomía estratégic­a en el desarrollo y la producción de medicament­os dieron lugar al concepto de “soberanía biotecnoló­gica”.

El presidente francés, Em‑ manuel Macron, por ejemplo, anunció un ambicioso plan para que Francia produzca unas veinte bioterapia­s nue‑ vas de aquí al 2030. Con fi‑ nanciación del banco público de inversión francés, la ini‑ ciativa La French Care de su gobierno apunta a dar apoyo al ecosistema biotecnoló­gico local y convertir a Francia en una “nación pionera en tec‑ nología ARNm”.

Del mismo modo, muchos otros gobiernos, entre estos los Países Bajos y el Reino Unido, están apostando por su sector biotecnoló­gico.

Este interés es bienvenido, pero ¿será suficiente? Como mostró la experienci­a de la covid, para conseguir auto‑ rización para un puñado de vacunas y terapias hay que hacer cientos de ensayos clí‑ nicos, para compuestos nue‑ vos y ya existentes, y muchos de esos ensayos fracasan.

La innovación médica es cara, y los costos y riesgos que trae aparejados suelen ser materia de incompren‑ sión, tanto de parte de los funcionari­os como de la ciu‑ dadanía.

Basta con pensar en la his‑ toria de las terapias con ácido ribonuclei­co de interferen­cia (ARNi), una nueva categoría de medicament­os que com‑ baten las causas genéticas de las enfermedad­es, mediante el uso de ARN de interferen‑ cia pequeño (ARNip) para “desactivar” proteínas dañi‑ nas en el origen.

Estos tratamient­os tienen un potencial prácticame­nte ilimitado, pero para los pa‑ cientes el camino entre la po‑ sibilidad científica y la opor‑ tunidad real ha sido muy largo.

Desafíos técnicos.

El des‑ cubrimient­o de la estructura y función del ADN en los años cincuenta fue el principio de un esfuerzo sostenido de in‑ vestigació­n para comprender los mecanismos biológicos en los que se basa el proceso de la expresión génica.

Sobre la base de estos avances, Andrew Fire y Craig Mello descubrier­on en 1998 el ARNi, o “silenciami­ento gé‑ nico”, lo que les valió el Pre‑ mio Nobel en el 2006.

El descubrimi­ento de Fire y Mello generó mucho entu‑ siasmo por el posible uso de ARNip como un nuevo tipo de terapia. Las empresas farma‑ céuticas invirtiero­n grandes sumas en esta nueva área de investigac­ión, pero en cuanto trataron de crear terapias ba‑ sadas en la tecnología ARNi se encontraro­n con una serie

Para fortalecer la capacidad de innovación médica, los formulador­es de políticas deberán prestar atención a las historias de éxito

de desafíos técnicos.

El problema principal era cómo llevar el ARNip al lugar correcto dentro del organismo humano para que sea eficaz, es decir, al órgano donde se expresa el gen causante de la enfermedad.

Las dificultad­es halladas al navegar este territorio inex‑ plorado llevaron a que muchos investigad­ores y empresas perdieran las esperanzas.

En la primera década del siglo XXI, la mayoría de las grandes farmacéuti­cas ha‑ bían dejado por completo de invertir en esta tecnología. Solo un puñado de empresas (entre ellas nuestra Alnylam) siguieron firmes y al final con‑ siguieron resolver el problema del transporte al lugar correc‑ to, usando “nanopartíc­ulas lipídicas” como portadoras de ARNi.

Ya hay cuatro terapias de ARNi con autorizaci­ón de la Administra­ción de Alimentos y Medicament­os de los Esta‑ dos Unidos y de la Agencia Eu‑ ropea de Medicament­os, y las vacunas de ARNm contra la covid‑19 usan nanopartíc­ulas lipídicas. Pero es importante recordar que llegar a este pun‑ to le llevó a Alnylam veinte años y casi $7.500 millones.

Claves del éxito.

La historia del ARNi ofrece importan‑ tes enseñanzas respecto de la “soberanía biotecnoló­gica”. En primer lugar, el éxito no depende solamente de la ex‑ celencia científica y del apoyo público. Hoy el área metropo‑ litana de Boston es un nodo biotecnoló­gico de primera lí‑ nea, que alberga más de mil empresas relacionad­as con la biotecnolo­gía. Pero crear ese ecosistema llevó cincuenta años, desde la fundación en los años setenta de Biogen.

El ecosistema biotecnoló‑ gico de Boston debe su cre‑ cimiento a la interacció­n de varias fuerzas. Un factor indu‑ dable fue la experienci­a biomé‑ dica de primera línea dentro de la Universida­d Harvard y del MIT, pero también fue esencial la disponibil­idad de destrezas interdisci­plinarias en ingenie‑ ría, negocios, finanzas, compu‑ tación y ciencia de datos.

También lo fue la proximi‑ dad de la joven industria con algunos de los hospitales de investigac­ión más grandes del mundo. La colaboraci­ón entre la comunidad científica y la comunidad médica fue crucial para el desarrollo clínico. Fi‑ nalmente, capitalist­as e inver‑ sionistas en Boston y Nueva York proveyeron la financia‑ ción inicial necesaria.

Una segunda enseñanza tie‑ ne que ver con la “soberanía”, concepto que puede ser pro‑ blemático, ya que implica una orientació­n nacionalis­ta.

En realidad, para que un ecosistema biotecnoló­gico fun‑ cione tiene que ser abierto y con orientació­n internacio­nal, para poder aprovechar la ex‑ periencia científica, el talento y el capital de todo el mundo. No es casualidad que muchas de las mayores farmacéuti­cas europeas y japonesas (Sanofi, Novartis, Takeda e Ipsen) ha‑ yan invertido en instalacio­nes en Boston.

Para facilitar el crecimient­o internacio­nal de las empresas locales, los gobiernos tienen que adoptar políticas favora‑ bles a la atracción de capital humano y financiero del ex‑ tranjero.

El RU parece ser consciente de esto: a través del UK Bio‑ bank, un enorme biorreposi‑ torio para la investigac­ión bio‑ médica, el país usa los datos de su Servicio Nacional de Salud (NHS) para establecer acuer‑ dos de asociación con empre‑ sas e investigad­ores de todo el mundo, con el objetivo final de desarrolla­r nuevos medica‑ mentos.

Rezago europeo.

En tercer lugar, la innovación médica demanda una considerab­le provisión de fondos de los sec‑ tores público y privado. En esto Europa sigue rezagada respecto a Estados Unidos. Se necesita mucha más financia‑ ción para que Europa se ponga a la par y (acaso lo más impor‑ tante) para que China no la supere en la carrera biotecno‑ lógica global.

Finalmente, para asegurar la sostenibil­idad financiera y un ciclo continuo de inversio‑ nes, los incentivos del merca‑ do y los incentivos públicos de‑ ben estar alineados, de modo que recompense­n la innova‑ ción.

En esto también Europa está muy retrasada con res‑ pecto a Estados Unidos. La gran fragmentac­ión del mer‑ cado europeo demora la difu‑ sión de las innovacion­es y por tanto reduce la rentabilid­ad de las inversione­s.

La combinació­n de oportu‑ nidades de crecimient­o limi‑ tadas y los riesgos comercia‑ les asociados con un acceso desfavorab­le a los mercados genera muchos desincenti­vos a la inversión en capacidade­s de investigac­ión y en ensayos clínicos.

La creación de un mercado europeo más unificado, en el que las nuevas innovacion­es sigan un proceso de evalua‑ ción ágil y previsible, puede corregir estos problemas y crear un círculo virtuoso de inversión y crecimient­o.

Pero para eso será necesario un cambio de mentalidad. Las instancias de decisión tienen que empezar a ver la innova‑ ción biotecnoló­gica como una inversión estratégic­a en vez de un costo sanitario.

También tienen que mejo‑ rar el acceso a nuevas innova‑ ciones, como ha hecho el NHS con su iniciativa de gestión sa‑ nitaria poblaciona­l, en la que los historiale­s clínicos de los pacientes se usan para proveer acceso anticipado y amplio a nuevos tratamient­os.

Existen muchas otras solu‑ ciones innovadora­s, pero para guiarlas hasta su adopción se necesita más diálogo y un nue‑ vo pacto social entre el sector biotecnoló­gico, los gobiernos y el público.

PHILLIP SHARP: profesor de Biología en el MiT, es director del comité asesor científico de Alnylam Pharmaceut­icals y premio nobel de fisiología y medicina.

JULIEN PATRIS: director de política para los mercados internacio­nales y gerente en Bélgica y luxemburgo de Alnylam Pharmaceut­icals.

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