La Nacion (Costa Rica)

La hora de los sustos

- rmatute@nacion.com Ronald Matute

El concepto de elevada inflación adquiere un sentido muy realista, tremendame­nte vivencial, cada vez que el cajero en el supermerca­do comienza a escanear los precios de las compras para la quincena. La pantalla de la registrado­ra muestra el aumento progresivo de la cuenta, mientras el cliente hace cálculos mentales para ver si le alcanza el dinero que tenía previsto gastar. Algunos más precavidos, con calculador­a en mano y aferrados a una lista estricta de compras, saben que el presupuest­o asignado al diario no es suficiente para adquirir todo lo que llevaban antes.

En cambio, los menos rigurosos en el control del gasto personal se toparán con que la factura final volvió a subir, tal y como había ocurrido en la compra anterior y en la trasanteri­or.

Algo similar sucede al visitar el abastecedo­r, la carnicería, la panadería, el minisúper, la verdulería o la tienda. El alto costo de vida está golpeando la billetera de los costarrice­nses por todos los frentes. El alza en los combustibl­es, propiciada por el conflicto entre Rusia y Ucrania, ha desatado una espiral inflaciona­ria que, en mayo pasado, alcanzó su pico más alto en los últimos 13 años.

También el precio galopante del dólar, que el 21 de junio rozaba los ¢700 en la ventanilla de algunas entidades financiera­s, presiona los precios y las tasas de interés de los préstamos.

Para enfrentar la situación, muchos hogares han tenido que reducir las raciones, eliminar ingredient­es del menú diario o suprimir el consumo de productos que no son esenciales. De hecho, un estudio elaborado por la empresa consultora Kantar revela que las familias están centrando sus compras en la canasta básica y han reducido la demanda de lácteos y artículos de aseo personal.

Con estos y otros malabares, la ciudadanía intenta sobrelleva­r los rigores de la inflación, a la espera de que pronto amaine la tormenta. Sin embargo, la luz no se asoma en el horizonte cercano.

Está por verse si las promesas hechas en campaña por el gobierno se transforma­rán en acciones concretas para controlar el costo de vida, pues la vía del decretazo aún no ha sido eficaz para aliviar los bolsillos. Tal parece que la mesura y el autocontro­l y, en casos extremos, el abstencion­ismo forzoso seguirán siendo el único camino para encarar la hora de los sustos en el supermerca­do.

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