La Nacion (Costa Rica)

Caldera debe tomarse en serio

- Paul Zúñiga Hernández eXPresiden­te del inCoP

Por más buenas las intencione­s, por más que la desidia e incompeten­cia de las autoridade­s de los últimos ocho años haya creado una situación de emergencia y calamidad, no debe soslayarse la legalidad y la institucio­nalidad, y menos cuando las acciones pretendida­s llevan implícito un tufillo a favor político.

Con relación a las concesione­s del Puerto de Caldera, algunas verdades no se han dicho. Algo conozco por haber sido quien estuvo a cargo de las negociacio­nes, firmó los contratos y dio la orden de inicio.

Vi su desarrollo a lo largo del tiempo y sé que lo pretendido por el gobierno, de prorrogar el plazo de la concesión a cambio de algunas “obras paliativas”, no es posible; no puede ser.

Para solucionar el problema deben buscar otras alternativ­as, que irresponsa­blemente no exploraron los dos gobiernos anteriores.

Ambos representa­ban ideológica­mente una oposición férrea a la concesión y, en conjunto con la oposición de añejos sindicalis­tas, fueron adversario­s acérrimos de quienes luchamos por una concesión del Puerto de Caldera allá por el 2006.

Fue muy ingrato saber que la intención de la administra­ción Solís Rivera era encontrar la forma de eliminar la concesión, tras ocho años de exitosa operación y beneficios documentad­os más allá de la labor portuaria. No lo logró, pero empezaron a dañar la concesión.

Los contratos exigen una fiscalizac­ión constante y detallada de las acciones de la concesiona­ria y, particular­mente, del cumplimien­to de las mejoras

Con relación a las concesione­s del Puerto de Caldera, algunas verdades no se han dicho

y obras contratada­s además del servicio.

La fiscalizac­ión no se ha cumplido adecuadame­nte, pero, independie­ntemente de la cuestionad­a legalidad de ampliar el contrato, es necesario que sea comprobada antes de dar más plazo sin seguir los lineamient­os de ley.

Así como la posesión accionaria de un 20% no es minoritari­a en este tipo de empresas —concepto erróneo para justificar la posesión y aparente conflicto de intereses existente—, tampoco deben confundirs­e ciertas obras mayores con el apelativo de paliativo.

Por ejemplo, el dragado es una cirugía mayor, no un analgésico para el dolor y es, quizás, la más primordial de las obras que se precisan para optimizar el puerto, pero a lo largo de la ejecución del contrato, ha sido un tema recurrente.

¿Cómo pensar que es un paliativo la habilitaci­ón de patios y ampliación de carreteras si la infraestru­ctura está en un deplorable estado porque no le han dado el mantenimie­nto adecuado?

Una carrera cuya meta es incierta comenzó. Se trate de renovacion­es o ampliacion­es parciales, lo pretendido no es viable, y ya sea para el todo o para una parte, la Contralorí­a General de la República dice que no es viable.

Es triste la irresponsa­bilidad que nos trajo hasta aquí, pero más lo es la tozudez de defender ideas que fueron desechadas por ilegales en varias oportunida­des.

Correspond­e entonces apurar los carteles, hacer el esfuerzo en el Incop —colmado de funcionari­os extraordin­arios— y prepararno­s para lo que venga, porque de todas formas jamás podrá ser más caótico de lo que era el Puerto de Caldera antes de las concesione­s. Paralelame­nte, es necesario trazar el plan de acción para cuando llegue el plazo fatal del contrato, hacer lo propio en una labor titánica en conjunto con la Asamblea Legislativ­a para crear el marco legal urgente que dé forma transparen­te, visionaria y ágil a la solución de esta calamidad que nos ha traído la irresponsa­bilidad de los últimos años.

Pero parece que se seguirá perdiendo el tiempo en soluciones inviables de una opacidad que tiende a la oscuridad.

El Puerto de Caldera, al igual que Puntarenas, es la abnegada víctima de engaño que sigue tratando de dar lo mejor, pero solamente es recordada cuando duele a alguno de sus pretendien­tes, cuando se observa como botín político o negocio de pocos y que no merece ser conquistad­a por improvisac­iones de legalidad cuestionab­les.

Las cosas, aunque demoren, deben hacerse bien. Sacar soluciones como conejos de sombreros no es la forma.

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