Reforma del Estado
Fácil la tuvo Alejan‑ dro Magno frente al nudo gordiano. Un golpe de espada bastó para desatar su leyenda. ¿Habría tenido el mismo éxito si en vez de un nudo se hubiera topado con un enjambre de enredos? Así de problemático es el anda‑ miaje público costarricense. Más Medusa que nudo. Posi‑ blemente jamás se ha diseña‑ do una arquitectura coheren‑ te del conjunto institucional del Estado.
El problema de vivienda es un ejemplo atroz de la po‑ lítica pública de retazos. En 1954, nació el INVU para aten‑ der el faltante habitacional. Como no lo logró, se impulsó la creación de un ministerio de vivienda. Sin cartera ni marco legal, ha ido a sus aires gracias al respaldo político de turno. Así se creó el Banhvi, invento neoliberal del Ban‑ co Mundial para el financia‑ miento de la vivienda popular con crédito subsidiado. El si‑ guiente presidente populista hizo ese crédito gratuito. Sin comentarios.
Es solo un ejemplo. Esa ló‑ gica es demencial: si una ins‑ titución no funciona, se crea otra y otra que se suman a la primera.
La solución parecería ser fusionarlas. Así lo dijo Carlos Alvarado antes de las eleccio‑ nes. No era receta nueva. Ya Arias lo había vislumbrado, sin resultado ni en la primera ni en la segunda administra‑ ción. Ottón Solís lo rescató. La nueva ministra de Vivien‑ da dice que así lo entiende. El problema es que tres malos no suman uno bueno.
La pega es la ausencia de un diseño arquitectónico integral de la institucionali‑ dad pública. La pobreza, otro ejemplo, según Carlos León Ureña (La Nación, 2/5/2022) no solo tiene rectorías flotantes, sino que es atendida de forma desarticulada. Miserias vistas una por una, área por área, en departamentos estancos. Pero el enjambre de carencias so‑ ciales nace de una misma dis‑ funcionalidad del dualismo estatal, territorial y económi‑ co que define la desigualdad.
La reforma del Estado ha sido convidada de piedra al banquete de palabras huecas. En tantas madejas enrevesa‑ das, ni siquiera la simplifica‑ ción de trámites ha pasado de los gestos. Y eso que simplifi‑ car trámites no conlleva nin‑ gún despido.
Nuevo gobierno, nueva es‑ coba. Pero en Costa Rica ni al inicio barre bien. La tarea no es fusionar aquí, consolidar allá, privatizar acullá. Se tra‑ ta más bien del diseño de una arquitectura institucional sin ideologías, y eso se las trae. ¡Ojalá nos sorprendan!