Dueño de soda objeta orden de quitar mesas y sillas de acera
››Propietario del restaurante Killer Monchis teme despido de personal
Si no las han quitado ya, es cuestión de pocas horas para que retiren las mesas y sillas que la soda Killer Monchis ha mantenido por varios años sobre la acera para atender a los numerosos clientes que visitan el negocio, ubicado en Orotina.
Una resolución del alcalde Benjamín Rodríguez Vega, del 29 de junio, emitida luego de cumplir con el trámite de ley, obliga al dueño del establecimiento, Rodrigo Flores Bolaños, a despejar este espacio público en un plazo máximo de 48 horas.
Si Flores no lo hace, la Municipalidad ejecutará el desalojo con las consecuencias económicas y legales que podría acarrear una eventual desobediencia. El gobierno local verificará el cumplimiento de la medida el próximo lunes 4 de julio, pues no labora los fines de semana.
La resolución responde a una orden que le dio la Sala IV al Ayuntamiento, al acoger un recurso de amparo de seis vecinos de residencial Las Palmas, localizada contiguo a la soda.
Estas personas se quejaron con los magistrados de la inacción del gobierno local para poner orden a Killer Monchis y recuperar la calzada para los transeúntes.
El pleito es viejo. Víctor Ugalde Ramírez, vecino de Las Palmas y uno de los seis que interpusieron el recurso, aclaró que la medida no es contra el negocio, es contra la Municipalidad “por hacerse de la vista gorda” desde hace varios años ante las irregularidades.
Por su parte, el dueño de Killer Monchis aseguró que el malestar es solo de ese grupo de vecinos y no de más del centenar que vive en la residencial: “No lo pueden ver a uno prosperar”.
Gobierno lento. Los magistrados, en su resolución del 10 de junio, acreditaron una “vulneración de derechos fundamentales” de los recurrentes. Encontraron que más de cuatro meses después de que se interpuso la queja por la colocación de mesas y sillas en espacios públicos, la Municipalidad de Orotina no había dado una solución al caso.
“Al producirse esa dilación indebida, se vulnera el derecho fundamental a una justicia pronta y cumplida, máxime que según se alega en el libelo de interposición de este recurso, se coloca en riesgo la integridad física de las personas que transitan en las inmediaciones del local comercial denunciado”, manifestaron en su fallo los magistrados constitucionales.
La ejecución de la orden municipal, en teoría, daría tranquilidad a quienes viven en Las Palmas y se han sentido incómodos porque Killer Monchis atiende a sus clientes sobre la acera, mientras los carros se estacionan en las calles aledañas a la entrada de la residencial.
Sin embargo, en el lado opuesto, los 20 trabajadores de la soda perderán su tranquilidad y empezarán a temer por su empleo.
Menos empleo. Rodrigo Flores afirmó que la medida lo obligará a recortar personal pues quitar mesas y sillas bajará la visita de clientes justo en temporada alta, cuando se inician las vacaciones de medio año y se espera un aumento de afluencia de turistas hacia las playas del Pacífico.
Ese será el impacto inmediato, que extenderá sus ondas a proveedores del negocio que forman parte del encadenamiento productivo generado por la soda.
Su esperanza. Como comerciante, su esperanza es que el Concejo de Orotina apruebe pronto el reglamento a la Ley de Comercio al Aire Libre, que le permitiría a negocios similares al suyo operar sin conflictos legales o vecinales, tal y como lo han venido haciendo por casi 14 años.
Antes de dejar el poder, el hoy expresidente de la República, Carlos Alvarado, firmó la citada ley, el 25 de enero anterior. La normativa permitirá a bares, restaurantes y sodas utilizar espacios públicos; entre ellos parques, calles, aceras y otras áreas anexas.
El requisito es que las municipalidades hagan sus propios reglamentos, en un plazo máximo de seis meses, que finalizan este mes de julio.
“Aparentemente, el Concejo lo aprobaría de aquí a la otra semana. Yo sería el primero en solicitar los permisos que sean necesarios. (...). Lo que quiero es que me dejen trabajar”, afirmó Rodrigo Flores.
La soda Killer Monchis tiene casi 14 años de funcionamiento. Su nombre significa ‘matar el hambre’, en una particular mezcla de inglés y ‘tico’ utilizada por Rodrigo Flores como gancho para atraer comensales de todas las nacionalidades. Empezó con tres mesas en las afueras del local que este comerciante alquila en Orotina.
Como la espuma. El negocio ha crecido como la espuma por una combinación de factores, según relata su dueño, quien sembró la primera semilla del local en el 2009 cuando perdió su trabajo de salonero en un hotel y se vio obligado a vender carne asada en la calle para asegurar su supervivencia y la de su familia.
Primero, dice, su ubicación: la soda está a escasos 150 metros del acceso a la ruta 27 San José-Caldera, lo que la convierte en un punto de fácil acceso para quienes viajan a las playas del Pacífico central y necesitan “un puntalito” para seguir su camino. “No se había inaugurado la ruta 27 cuando abrí este negocio porque siempre tuve la idea de que cuando inauguraran esa carretera la soda iba a crecer”, recordó.
El segundo factor del éxito de Killer Monchis, según Flores, es la relación precio-calidad del menú que ofrece, que se ha mantenido a favor de los consumidores en todos estos años.
El dueño del establecimiento es bachiller en Alimentos y Bebidas de la Universidad Técnica Nacional (UTN), en donde también da clases. Reconoce que vecinos y amigos que saben del pleito le han aconsejado abrir la soda en otro lado.
“¡Como si hacer un punto fuera tan fácil! Este es mi proyecto de vida. No es fácil levantar de la nada un negocio y que sea exitoso. Killer Monchis superó mis expectativas. De aquí pago mis préstamos, mi casa, la propiedad del frente, mis empleados. ¡Cuánta gente no come de aquí!”, exclamó.
Hasta el pasado 28 de junio, Flores Bolaños tenía la soda y un salón de eventos. En total, siete locales por los cuales él paga alquiler. Los ingresos de estos negocios le permiten pagar un préstamo por una propiedad en donde tiene cabinas y un local.
Sus 20 empleados dependen de ese trabajo para cumplir con compromisos, incluidos el pago de alquiler, estudios y hasta el sueño de construir una casa, que es el que tiene el chef de la soda, Santiago Campos Quirós, con seis años de cocinar ahí.
“Este trabajo me ayuda a mantener a mi familia, somos cuatro. Estoy pulseándola para tener ahorros y hacer la casa”, dijo.