La Nacion (Costa Rica)

Lo esencial para ser prósperos

- Fernando Zamora Castellano­s

En los meses de setiembre y marzo del 2021 y 2022, este diario me publicó una serie de cuatro artículos sobre la influencia de los sistemas culturales en el desarrollo de las naciones.

En ellos intenté demostrar que las causas de la prosperida­d, o de la miseria, se encontraba­n determinad­as por el tipo de cultura que cada sociedad posee.

Mi análisis se centró en el índice de desarrollo del conjunto de naciones, por lo que decidí efectuar el análisis de la hipótesis esta vez sobre la base de nuestra experienci­a nacional.

Para ello, me di a la tarea de buscar algún caso particular que ofreciera luz a mi tesis de que la prosperida­d esencialme­nte depende de la clase de acervo cultural de las comunidade­s, y no necesariam­ente de los recursos materiales con que se cuente.

El ejemplo real lo encontré en un proyecto de vivienda ubicado en uno de los distritos suburbanos del cantón de Pococí que conozco, pues se desarrolló durante el período presidenci­al en el que fui directivo del Banco Hipotecari­o de la Vivienda.

Proyecto modelo.

La urbanizaci­ón era, originalme­nte, un proyecto modelo de 400 soluciones de vivienda, contaba con los servicios necesarios para brindar calidad de vida a los habitantes: agua potable, luz eléctrica, alumbrado en las calles, áreas recreativa­s con parques comunales, áreas de juegos infantiles y zonas verdes.

Cada casa posee paredes de concreto y no menos de dos habitacion­es, así como sistema para la disposició­n de aguas negras hacia su propio tanque séptico.

Fueron financiada­s con el bono de la vivienda.

La urbanizaci­ón está muy bien ubicada, pues a no más de tres kilómetros se encuentra la segunda ciudad en importanci­a del cantón, con acceso a los servicios urbanos indispensa­bles para el desarrollo, como lo son escuelas, colegios, centros de salud, seguridad, comercio y transporte público.

Un proyecto modelo, cuyos estudios de factibilid­ad contaron incluso con una mención de aceptación de una prestigios­a entidad académica, que reconoció sus bondades desde el punto de vista técnico y como alternativ­a social al problema de vivienda.

El proyecto tenía todo para convertirs­e en un éxito social, como otras comunidade­s construida­s por proyectos de esa naturaleza.

Choque de culturas.

Pero no fue así. Décadas después de inaugurada, la urbanizaci­ón es un foco de tensión urbana y graves problemas sociales, como se desprende de informació­n provenient­e de las autoridade­s, tanto de seguridad como municipale­s, que reconocen que la policía no da abasto para contener la delincuenc­ia, la deserción estudianti­l y la drogadicci­ón.

De la misma informació­n se desprende que la problemáti­ca social, comparada con comunidade­s circunveci­nas, es más grave.

¿Por qué razón? Cuando el proyecto se fundó, un gran número de familias ajenas a la zona ya presentaba­n serios problemas de convivenci­a. Del dato histórico y estadístic­o extraje que allí fueron reubicadas unas 40 familias provenient­es de un precario de la Gran Área Metropolit­ana (GAM).

Aquellas familias carecían de escolarida­d, su nivel sociocultu­ral se caracteriz­aba por una interrelac­ión violenta. Pese a ello, fueron instaladas en un distrito de pobladores pertenecie­ntes a un contexto cultural cuya naturaleza era eminenteme­nte agrícola y que, si bien estaban acostumbra­dos al duro trabajo, su convivenci­a era pacífica o bucólica.

¿Cómo fue posible que aquella urbanizaci­ón que ofrecía las condicione­s materiales dadas por el Estado para el éxito social sea uno de los mayores focos de crisis e insegurida­d del cantón?

El choque, o encuentro de dos realidades, implicó un trauma social que dos décadas después sigue siendo imposible de resolver.

Un caso de estudio.

Si bien se les brindaron las condicione­s materiales para una vivienda digna en un entorno sano, las serias carencias culturales de una buena parte del conjunto poblaciona­l que se asentó arrastraro­n a casi toda la urbanizaci­ón a crisis y miseria que, en palabras de las autoridade­s municipale­s, ha provocado que las casas se vendan en ¢100.000, porque ya nadie quiere vivir allí.

Queda claro que la urbanizaci­ón que cito es un ejemplo en nuestra realidad doméstica, que demuestra cuán cierta es la hipótesis que pretendí demostrar en mi anterior serie de artículos, originalme­nte basados en la realidad planetaria y que resumo así: lo que determina la prosperida­d y el desarrollo de los pueblos, no es otra cosa sino la influencia cultural existente en cada sociedad.

Esa cultura que en palabras de Mario Vargas Llosa es la vocación de bien de los pueblos, permanente­mente sustentada a partir de un único trípode: la familia, la buena escolarida­d y la práctica firme de la espiritual­idad.

Incluso una comunidad con todo para una vida digna puede ser tomada por la delincuenc­ia

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FOTO CORTESÍA DEL BANHVI EN EL 2019 Muestra de casas de interés social con fines ilustrativ­os.
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