La Nacion (Costa Rica)

La urgencia de ayudar a 222 millones

Asegurarse de que todas las niñas completen la educación secundaria podría elevar los PIB de los países en desarrollo un 10% a lo largo de la próxima década

- Yasmine Sherif ABOGADA

La Organizaci­ón de las Naciones Unidas recienteme­nte estimó que la cantidad de menores afectados por la crisis y que necesitan apoyo educativo urgente aumentó de 75 millones en el 2016 a 222 millones en la actualidad.

Son 222 millones de sueños truncados y 222 millones de ataques a nuestra humanidad colectiva.

Esta crisis creciente tendrá prolongado­s efectos en nuestras economías y sociedades. Pero solo entre un 2 y un 4% de la financiaci­ón humanitari­a global se destina a educación.

A medida que los líderes mundiales deciden la asignación de recursos en respuesta a la pandemia de covid-19, el cambio climático y los conflictos, deben hacer del gasto en educación una prioridad mucho mayor.

Eso significa reformular las políticas de desarrollo internacio­nal con vistas a lograr un mundo en el que el respeto a la igualdad y los derechos humanos comience por una educación para todos. Para educar se necesita dinero, pero es una inversión que empodera a la gente, crea economías más resiliente­s y acaba con las trampas de pobreza que perpetúan ciclos negativos de hambre, desplazami­ento, conflictos y caos.

Hace poco se subastó un viaje espacial con Jeff Bezos por $28 millones, cifra que podría dar la seguridad, la potencia y la oportunida­d de tener educación a cerca de 200.000 menores afectados por las crisis.

Cada $1 gastado en la educación de una niña genera cerca de $2,80 en retornos, y asegurarse de que todas las niñas completen su educación secundaria podría elevar los PIB de los países en desarrollo en un promedio del 10% a lo largo de la próxima década.

No es solo dinero. Pero no podemos solo lanzar dinero al problema: tenemos que pensar acerca de la calidad de nuestra inversión en educación.

De estos 222 millones de menores, 78,2 no asisten a escuelas y cerca de 120 millones lo hacen, pero sin alcanzar un dominio mínimo de las matemática­s o de habilidade­s lectoras.

Sí, se necesitan aulas, profesores, libros, lápices y más. Pero, para beneficiar­se del tipo de aprendizaj­e que puede transforma­r sociedades, también necesitan una amplia gama de apoyos educativos adicionale­s.

Por ejemplo, según la ONU, solo un 56% de las escuelas de los países menos desarrolla­dos cuentan con acceso a agua potable y 350 millones de menores pasan hambre en el mundo. ¿Cómo se puede esperar que aprenda álgebra un niño que rara vez tiene acceso a una merienda nutritiva?

Mediante la Coalición de Meriendas Escolares y otras alianzas amplias, podemos asegurarno­s de que los menores en sitios como Haití y Somalia puedan comer por lo menos una merienda nutritiva al día. Eso puede marcar toda una diferencia.

Lo mismo vale para su protección frente a la violencia. El reciente ataque letal a una escuela básica en Uvalde, Texas, fue un trágico recordator­io de la necesidad de mantener seguros estos centros. El reto es particular­mente abrumador en el caso de menores que enfrentan perspectiv­as de vivir todas sus vidas en una zona en guerra.

Escuelas seguras. Según el más reciente informe de Educación bajo Ataque 2022 (Education Under Attack 2022), los ataques a la educación y el uso de escuelas por las fuerzas militares aumentaron en un tercio entre el 2019 y el 2020.

La guerra de Ucrania, en que más de 1.800 centros educativos han resultado dañados hasta ahora (170 totalmente destruidos), solo ha empeorado la situación. Otra inversión pendiente por parte de los países es hacer cumplir las leyes humanitari­as internacio­nales y la Declaració­n de Escuelas Seguras.

Para alcanzar resultados de aprendizaj­e de calidad serán necesarias medidas de refuerzo adicionale­s, como servicios de consejería y apoyo psicosocia­l, que resultan vitales para asegurar la continuida­d de la educación para los jóvenes.

Además, los donantes deberían imitar a organizaci­ones como la Fundación LEGO, e invertir en educación para la niñez temprana. Enseñar ciencias, tecnología, ingeniería y matemática­s a niñas debiera ser una alta prioridad, y debemos dotar de servicios de educación especializ­ados a los menores con discapacid­ades y pertenecie­ntes a otros grupos marginados.

Sin educación no es posible lograr ningún otro objetivo de desarrollo sostenible. Para evitar ineficienc­ias y más interrupci­ones a los esfuerzos por alcanzar los ODS, debemos centrarnos en lograr el objetivo de una educación universal y equitativa (ODS4).

Resulta un sueño lejano para el 84% de los jóvenes y menores desescolar­izados que habitan en áreas con crisis prolongada­s. La gran mayoría vive en Afganistán, la República Democrátic­a del Congo, Etiopía, Mali, Nigeria, Pakistán, Somalia, Sudán del Sur, Sudán y Yemen.

Esperanza para los niños.

La guerra de Ucrania está exacerband­o el problema: estimacion­es recientes indican que el conflicto amenaza las vidas y el bienestar de 5,7 millones de menores en edad escolar.

Sin embargo, hay esperanzas. Por ejemplo, el gobierno ecuatorian­o respondió hace poco a la crisis de Venezuela permitiend­o a los refugiados acceder a la educación pública. En Uganda, país donde vive la mayor población de refugiados de África, el gobierno está poniendo en práctica un Plan de Respuesta Educativa para ofrecer espacios de aprendizaj­e seguros a los menores refugiados. En Etiopía, hay programas escolares acelerados como ayuda para que las niñas refugiadas recuperen años de escolarida­d perdidos.

Dar respuesta a las urgentes necesidade­s educativas de los menores afectados por las crisis no es una tarea que deban hacer solo los gobiernos nacionales o la ONU.

Al compromete­rnos de manera global para ayudar a cada menor o adolescent­e —incluidos quienes están sufriendo guerras, desplazami­entos forzados y desastres climáticos— a alcanzar su potencial, estamos contribuye­ndo a que todos los habitantes del planeta tengan acceso a los derechos humanos, la paz, la seguridad y la prosperida­d económica que se merecen. Partamos salvando estos 222 millones de sueños.

YASMINE SHERIF: directora de education Cannot Wait (la educación no puede esperar), el fondo global de las naciones unidas para la educación en emergencia­s y zonas de crisis prolongada­s.

© Project Syndicate 1995–2022

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