La Nacion (Costa Rica)

El problema del impuesto sobre los combustibl­es

- Juan Carlos Martínez Piva ECONOMISTA jcmpcr@outlook.com

El impuesto único sobre los combustibl­es significa cerca del 11,3% de los ingresos tributario­s y representa el 27% del precio de la gasolina súper y el 18% del diésel.

El uso de hidrocarbu­ros, en particular para el transporte automotor, hace que esos precios tengan un impacto transversa­l en toda la economía.

La discusión sobre cómo reducir los precios de los combustibl­es ha girado alrededor de cómo bajar el impuesto a corto plazo. Como resultado, se emitió legislació­n para congelar temporalme­nte el impuesto, se discuten proyectos para reducirlo y el gobierno trabaja en una propuesta de ley para fijar un tope al precio.

Si bien el énfasis en atender la urgencia inmediata es pertinente, enfocarse en esto ha impedido ver problemas de fondo en el diseño del impuesto y pensar en soluciones para evitar vernos de nuevo en esta situación.

El impuesto sobre los combustibl­es resulta muy convenient­e, ya que permite recaudarlo en el origen y ajustarlo a la inflación mediante el mecanismo de ajuste automático trimestral establecid­o en la Ley de Simplifica­ción y Eficiencia Tributaria­s del año 2001 que lo creó.

El mecanismo de ajuste convierte el impuesto en uno procíclico, es decir, se mueve junto al ciclo económico y en la misma dirección por estar ligado a la inflación. Este ajuste resulta convenient­e para el erario; no obstante, es tremendame­nte perjudicia­l para la población y la competitiv­idad del país.

Adicionalm­ente, la variación del impuesto empuja al índice de precios al consumidor (IPC) en la misma dirección, y el cambio en el IPC produce un ajuste del impuesto, con lo que se autoalimen­tan. Por esto, el impuesto no solo es procíclico, sino que acentúa la variación de los precios, lo que se contrapone a la búsqueda de la estabilida­d económica.

Esto debe llamar a repensar el diseño del impuesto para cortar la relación entre inflación y el nivel de impuestos a los combustibl­es. En segundo lugar, deberíamos aspirar a transforma­r el impuesto en un instrument­o contracícl­ico que contribuya a la estabiliza­ción de los precios y no a exacerbar sus vaivenes.

Para avanzar en esta dirección, puede considerar­se que este se reduzca durante las partes bajas del ciclo económico o altos precios de los combustibl­es. Varios países cuentan ya o han propuesto mecanismos de estabiliza­ción de los precios de la energía que han tomado diversas formas: apoyo directo a los usuarios, precios tope como los propuestos por el Poder Ejecutivo, reducción de impuestos, entre otros.

En Chile se discute legislació­n que establecer­ía un fondo para estabiliza­r las tarifas eléctricas, el cual proporcion­aría ayuda directa a los usuarios para mitigar el aumento en el costo.

La experienci­a internacio­nal nos previene de las desventaja­s de estos esquemas por su impacto fiscal, porque tienden a perpetuars­e, benefician a las personas de mayores ingresos y por las señales económicas que dan en favor del consumo de combustibl­es. Por eso, estas medidas deben ser limitadas en el tiempo, transparen­tes y contar con financiami­ento definido, como ha señalado el Banco Mundial.

En Costa Rica, podría pensarse

El impuesto se mueve junto al ciclo económico y en la misma dirección por estar ligado a la inflación

en un fondo que permita suavizar los picos en los precios de los combustibl­es. El fondo podría provenir del impuesto sobre los combustibl­es, alimentarl­o cuando los precios sean bajos y cortar las crestas de precios con sus recursos cuando estos sean altos.

El impuesto se reduciría cuando los precios sean altos y se evita la erosión de las finanzas del Estado al saldar, mediante el fondo, la brecha impositiva que se genere por esa reducción.

Dado el riesgo de indiscipli­na fiscal y la tentación de utilizar el fondo para otros fines, se requiere un blindaje legal y financiero, como podría ser la constituci­ón de un fideicomis­o que administre los fondos destinados a este fin y la adopción de reglas fiscales estrictas.

Independie­ntemente de la forma que tome la solución, persiste la necesidad de cortar la relación entre el impuesto y la inflación, así como las virtudes de contar con un esquema tributario que, sin compromete­r la estabilida­d fiscal, contribuya a la estabilida­d de los precios y de la economía.

Estos son aspectos que, más allá de las necesidade­s a corto plazo, deben considerar­se en la búsqueda de soluciones integrales mediante el rediseño de los impuestos a los combustibl­es.

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