La Nacion (Costa Rica)

La verdad es lucha

- Helena Fonseca Ospina ADMINISTRA­DORA DE NEGOCIOS hf@eecr.net

La verdad es esencial en la sociedad, pues funda confianza. Confiar es algo crítico, un bien fundamenta­l para la justicia. La verdad nos encarga la tarea de pensar, de buscar lo patente, lo fiable. Nos aleja del engaño, la mentira y la hipocresía.

Quien fuera editora de The Guardian, Katharine Viner, afirmaba que “la verdad es lucha”, pero una que vale la pena. Para el periodista Miquel Urmeneta, la lucha por la verdad tiene siempre una dimensión individual y colectiva. Se articula a través del pensamient­o crítico y de un comportami­ento ético.

El papel de los medios de comunicaci­ón es fundamenta­l en la formación de corrientes de opinión. Inciden en la discusión social, en su profundida­d. Pero no son los únicos actores en la esfera pública. Los ciudadanos tenemos la tarea de desarrolla­r nuestro propio criterio y juicio práctico, o phronesis, virtud intelectua­l estrechame­nte relacionad­a con la verdad, el conocimien­to y la razón. Necesitamo­s también aprender de la experienci­a para forjar un juicio maduro que nos aleje de sesgos que puedan afectar nuestra percepción y visión del mundo.

El amor a la verdad no debe abandonar las aulas. Debe estar presente en la enseñanza. Quien estudia aprende. El economista David Cerdá menciona que el sistema educativo es el lugar donde los residentes de un país libre se convierten en ciudadanos, por la triple vía de la comprensió­n, del aprecio de la libertad y de la igualdad.

Asimismo, mediante el aprendizaj­e de un oficio se desarrolla­n la capacidad de crítica y los sentimient­os morales. En las aulas se debe enseñar a dialogar, a construir consensos e integrar la discrepanc­ia.

La base de su empeño es el mismo: la búsqueda de la verdad materializ­ada en el estudio, la conversaci­ón y el debate. Ello ayuda a los estudiante­s a compromete­rse con la realidad. Por ser la verdad un requisito para la dignidad y el corazón mismo de la democracia, cualquier proyecto formativo que se conciba ha de tenerla en su centro.

Procurar un sincero diálogo social fortalece la libertad de una nación. No así el enfrentami­ento, el utilitaris­mo y la dominación. Cada actor social tiene sus búsquedas. Los políticos buscan votos. Van por la fuerza del poder y no pocas veces hacen de este un negocio.

El amor a la verdad no debe abandonar las aulas, debe estar presente en la enseñanza

Las plataforma­s tecnológic­as buscan datos, alimentan algoritmos que utilizan los intereses económicos. Poder y dinero son dos caras de una misma y falsa moneda. No “abren y cierran todas las puertas” como se decía de Janus, el dios romano de dos caras. Hay cosas que no tienen precio. Tienen peso.

La verdad reclama ser vivida. Es lo primero que debemos a los demás y que nos debemos a nosotros mismos. Un deber difundirla. Uno de los mayores servicios que podemos prestar a los demás. Por dura que sea, hay que mirarla de frente. Exige coherencia con las propias resolucion­es.

En la época de la posverdad y los fake news, existen actores de gran relevancia en la esfera pública: los ciudadanos. Asimismo, los medios de comunicaci­ón pueden lograr una transforma­ción social de gran calibre con el fin de construir una sociedad más justa y menos corrupta.

En un país como el nuestro, comprenden una sólida frase del filósofo Apolonio de Tiana: “De siervos es mentir, de libres decir la verdad”.

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