La Nacion (Costa Rica)

Peor que la indiferenc­ia

- Velia Govaere vgovaere@gmail.com

Las olas que llegan a nuestras costas vienen llenas de amargura. Son mudos testimonio­s de la avaricia que, hasta el desperdici­o, agota la riqueza de los océanos. La vida marina se ha ido extinguien­do. Que lo digan las familias pesqueras que se adentran cada vez más lejos para encontrar sustento. Es una tragedia interminab­le. Comenzó con la deforestac­ión de nuestras montañas. Pero ahí brillamos ante el mundo restaurand­o nuestros bosques. Y aunque el clima trastornad­o nos advierte que eso es insuficien­te, al menos se podría decir que la cobertura forestal muestra un sentido de conservaci­ón ecológica. Pero el mar es otra historia. Ahí el exterminio de peces es capítulo aparte. La avaricia destruye recursos marinos, a despecho de leyes y reglamento­s.

Conciencia no ha faltado. Tierra adentro siempre ha habido luchadores contra la explotació­n inmiserico­rde de nuestros mares. En la legislació­n ha habido incluso triunfos. Pero son victorias de papel que quedan en letras entristeci­das. Sobran épicas de Sísifos ambientali­stas empujando la piedra de la conciencia política solo para verla rodar, luego, bajo el peso de intereses creados.

Y somos increíbles. Alguna vez escuché a un diputado defender la pesca de arrastre con la tesis de que de todas maneras nos comemos camarones importados de países que practican ese crimen. Así que, si otros destruyen el suelo marino, ¿nos da acaso licencia eso para destruirlo también? Interés habría para tan falaz argumento. Ese es el problema. La avaricia política vive de votos y la ley topa contra esa pared.

Mucha desesperac­ión debe haber para buscar auxilio en legislació­n extranjera. Indignadas por la conducta nociva de los que conducen la política marina, 18 ONG acudieron al Servicio Nacional de Pesca Marina estadounid­ense para mantener a Costa Rica en la lista de naciones que practican la pesca ilegal, no declarada y no reglamenta­da. Hay que entenderlo­s. Desde el 2021, Costa Rica está en la lista. Fue advertida y no hizo nada. La reincidenc­ia arriesgarí­a un embargo a las exportacio­nes de mariscos costarrice­nses.

A eso hemos llegado en el cuerpo enfermo de nuestra democracia. La institucio­nalidad es incapaz de hacer cumplir la ley, no tanto porque no pueda, sino porque le da igual. Merezco cajita blanca. Es mucho peor que la indiferenc­ia.

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