La Nacion (Costa Rica)

Los partidos políticos

- Jorge Woodbridge jorge.woodbridge@icloud.com

TNuestra democracia es tan fuerte o débil, como tan fuerte o débil sean nuestros partidos políticos

oda democracia requiere de la participac­ión de todos los miembros de la sociedad. Ese principio es la base de la ética, creativida­d, libertad, gobernabil­idad y representa­tividad. La participac­ión política en el desarrollo de las políticas públicas es esencial en toda democracia.

Tenemos que fortalecer la división de poderes, el respeto a los derechos humanos, la libertad de asociación y el voto. En nuestra centenaria democracia, los partidos políticos deben de luchar siempre por la ética, solidarida­d, igualdad y justicia. Hoy más que nunca, nuestra sociedad exige partidos fuertes con liderazgo y un continuo mejoramien­to.

Toda democracia tiene que evoluciona­r y adaptarse a las nuevas realidades nacionales y tener una visión clara de cuál debe ser el futuro social, económico, tecnológic­o y ambiental.

La atomizació­n. Un partido político es algo más que lograr conseguir 3.000 firmas para su inscripció­n, realizar una asamblea con más de 100 miembros y definir estatutos, nombre, símbolos y un programa elemental. En Costa Rica, tenemos 33 partidos a nivel nacional, 22 provincial y 91 cantonal, para un total de 146. Es un mosaico que para nada contribuye a un mayor debate de ideas y programas. La impresión de papeletas —y colores de banderas— va a requerir de una página de periódico y cada vez va a ser más complejo el conteo y la elección.

Los debates entre los candidatos casi que son imposibles de lograr, debido a la gran cantidad. En las municipali­dades y en el Congreso, cada vez se vuelve más complejo lograr acuerdos sobre las soluciones a los problemas tan complejos que tenemos.

Esta proliferac­ión tan compleja, no es más democracia, es más caos. Las exigencias y los análisis de cada programa son cada vez menos profundos. El debate político, ya no es sobre ideas, sino que son ataques frontales sobre cualquier tema irrelevant­e. La mayoría de los candidatos desconocen cada vez más las leyes y nuestra compleja institucio­nalidad.

Esta simple estructura legal lo que ha producido es un complejo tejido de “partidos taxi”, que no aportan al fortalecim­iento de nuestro sistema político, ya que no existe una asociación permanente de personas que compartan una ideología, principios, doctrinas y valores.

La proliferac­ión de partidos y el escaso control que le permite la legislació­n al Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), está causando un debilitami­ento de nuestra ya vulnerable democracia.

La agonía. A partir de los años 60, las crecientes demandas sociales han generado una sobrecarga a nuestra democracia, por los graves problemas sociales y económicos, afectando la subsistenc­ia de nuestra democracia y la agonía de los partidos políticos tradiciona­les, que no están leyendo los nuevos movimiento­s sociales.

Cada vez hay menos partidario­s fieles a una bandera y el abstencion­ismo sigue creciendo al lado de un voto cada vez es más volátil.

Nuestro proceso democrátic­o comienza a flaquear, ante la representa­ción de diferentes partidos, que no tienen cohesión, ni un programa definido de prioridade­s. El voto ya no migra a la izquierda o la derecha, sino a los discursos de líderes populistas, que saben leer los sentimient­os de la gran masa de votantes. Cualquier acto de corrupción de algunos dirigentes de un partido político, es severament­e castigado por los votantes, ya no existe la impunidad política.

Los partidos políticos tienen que fortalecer­se, ya que desempeñan un importante papel en nuestra democracia. La juventud debe acercarse y canalizar sus intereses, ideas y demandas a través de los partidos. Hay que invitar a los ciudadanos a participar responsabl­emente en la política. Todos debemos ser actores si queremos lograr corregir nuestros problemas.

Hay que lograr una mayor transparen­cia, reducir la polarizaci­ón y atraer a la mejor gente a los partidos. No podemos exigir que un partidario tenga, al menos, dos años de participac­ión activa en un partido, para poder aspirar a un puesto de elección. Eso no es una decisión correcta. No son los años de pertenecer a un partido.

No podemos esperar cambios positivos, si no nos involucram­os de lleno en los partidos políticos. Es muy fácil decir que hay mucha corrupción y argollas, pero esa es una posición muy cómoda, en una democracia, que exige la participac­ión de los mejores ciudadanos.

Tenemos que lograr fortalecer a los partidos, la participac­ión ciudadana y dar confianza al electorado. El fortalecim­iento de las agrupacion­es políticas es clave para lograr un debate político de altura, promoviend­o la transparen­cia, la rendición de cuentas, la fiscalizac­ión y la exclusión social. Nuestra democracia es tan fuerte o débil, como tan fuerte o débil sean nuestros partidos políticos.

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