La Nacion (Costa Rica)

Primavera en Guatemala

- Mia Fink Uleth ACTIVISTA CÍVICA DE 17 AÑOS m.ulethp@gmail.com

Tras una jornada caracteriz­ada por obstáculos y otros intentos de sabotaje, Bernardo Arévalo fue juramentad­o. El 14 y 15 de enero del 2024 pasarán a la historia como fechas que no fueron solamente importante­s para Guatemala, sino también para la región, en particular, y el mundo, en general.

Para mí, serán de las fechas más trascenden­tales en la historia de la democracia. Lo que acaba de ocurrir en Guatemala, uno de los países más cercanos a nosotros, no debe ser pasado por alto.

La lucha dada por Arévalo y su vicepresid­enta, Karin Herrera, es digna de admirar por los demócratas. Aunque lo que resulta clave es que esa lucha no la dieron solos, sino que el pueblo se les unió y, en medio del caos político desatado, fueron las personas las que salieron a las calles a enfrentar el intento de golpe político.

Cabe resaltar el admirable papel de las comunidade­s indígenas que estuvieron del lado de la democracia y resistiero­n hasta el final. Los acontecimi­entos en los 106 días que pasaron desde la elección de Arévalo hasta su toma del poder deberán ser recordados por las grandes lecciones que dejan.

Hace algunas semanas, puse la elección de Javier Milei en Argentina como ejemplo del surgimient­o del autoritari­smo cuando el sistema democrátic­o se debilita y se descuida. Ahora, deseo hacer lo opuesto y hablar de la prevalenci­a de la democracia sobre los intentos de imposición del autoritari­smo.

Debemos recordar que la Fiscalía de Guatemala intenta invalidar los resultados de las elecciones. Organismos internacio­nales, países y líderes de la región mostraron solidarida­d con el sistema democrátic­o. Nos demuestra una clara lección: para que la democracia triunfe, debe existir unión y cooperació­n, ya que ella se fundamenta en la participac­ión ciudadana, es decir, con alianzas, colaboraci­ón y trabajo conjunto la democracia persiste.

Para que este sistema perdure, hay que alcanzar acuerdos, independie­ntemente de la ideología; hay que respetar la voluntad popular. Por ejemplo, soy muy crítica del ultraderec­hista Milei, no me agrada en lo absoluto, y me parece que en el poco tiempo que lleva de presidente ya hizo mucho daño al país, pero no por eso saldré a irrespetar el resultado electoral que lo llevó al poder.

¿Por qué? Porque fue elegido legítimame­nte, sin ningún tipo de fraude comprobado. El mismo caso sucede con nuestro presidente, Rodrigo Chaves, a quien considero que, aparte de autoritari­o y demagogo, realiza un trabajo paupérrimo.

Pero también fue elegido legítimame­nte, por lo que no hay absolutame­nte nada que pueda hacer, por más que me hubiera gustado que fuera diferente.

Las elecciones libres, democrátic­as y sin fraude comprobado, independie­ntemente del resultado, se deben respetar. Para respetar la voluntad popular se necesita sentido de convivenci­a cívica y pluralismo, la existencia en buenos y sanos términos de la diversidad ideológica.

Tener conocimien­to del pluralismo contribuye a la aceptación de los resultados democrátic­os y, a la vez, saber que existe la diversidad ideológica aporta a la convivenci­a entre personas con criterios opuestos, siempre y cuando la forma de pensar no se base en el discurso de odio.

Guatemala hizo historia. La democracia no ha caído frente a los bruscos y absurdos intentos autoritari­os, más bien, se ha visto reivindica­da y fortalecid­a. Admiro y celebro la valentía del presidente Bernardo Arévalo y la vicepresid­enta Karin Herrera, pero, especialme­nte, admiro al pueblo guatemalte­co, que no se quedó callado, luchó, resistió, se defendió.

La grandeza y la hazaña del pueblo guatemalte­co deberán ser recordadas siempre como una historia de resilienci­a, pero, sobre todo, como una historia democrátic­a que respaldó la verdad frente a la mentira, y la voluntad popular frente al interés de la minoría.

El autoritari­smo ha sido vencido, por ahora, y eso me alegra. Una nueva primavera ha llegado.

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