La Nacion (Costa Rica)

Tiktoks e incongruen­cias

- Armando Mayorga JEFE DE REDACCIÓN DE LA NACIÓN

Si algo requiere Mar‑ ta Esquivel es cohe‑ rencia entre lo que dice y hace, porque las incongruen­cias de la presidenta ejecutiva de la Caja Costarrice­nse de Se‑ guro Social (CCSS) la tienen atrapada en polémicas que repercuten en una parálisis institucio­nal contra las cre‑ cientes listas de espera por atención médica y la cons‑ trucción de hospitales.

Desde el 20 de setiembre del 2022, cuando entró a re‑ emplazar a Álvaro Ramos, Esquivel no ha logrado dar certeza de acciones concre‑ tas, reales, posibles, contra los principale­s problemas que afectan a los asegura‑ dos, a los pacientes. Mucho es porque se propuso ser epi‑ centro de constantes contro‑ versias y la vorágine la deja sin espacio para pensar las estrategia­s, y convencer y negociar para que se ejecu‑ ten. La distrae suponer que con sus tiktoks resuelve em‑ brollos.

Como presidenta ejecuti‑ va, ha perdido tiempo en ex‑ ceso en pregonar que la insti‑ tución “está quebrada”, que la situación financiera es in‑ sostenible y, pese a esa preca‑ riedad que retrata, cobró un salario de lujo de ¢7.158.000 que va contra el tope de ley de ¢5.656.000. Pero, además, se resiste a devolver lo paga‑ do de más, tal como lo exige la Contralorí­a General de la República.

Si la CCSS está taaan mal, lo correcto es que reintegre sin taaaanta excusa los casi ¢1,6 millones mensuales de más que ha recibido desde su nombramien­to, no solo por‑ que lo ordena la Contralorí­a, órgano técnico e indepen‑ diente, sino también para de‑ mostrar congruenci­a con la alegada quiebra.

Inconsecue­nte es también su actitud de demeritar direc‑ trices de la Contralorí­a. El 12 de octubre del 2022, cuando ella batalló para traerse aba‑ jo el alza salarial de ¢7.500 a cada empleado de la CCSS — decisión que le costó el pues‑ to a Ramos—, más bien veía “necesario y urgente” que la Contralorí­a se pronunciar­a sobre cuán devastador era ese gasto. Hoy, con la Con‑ traloría apuntando directo a ella, su discurso es otro.

Esta espiral de inconsis‑ tencias la han desgastado pública e internamen­te; se traducen en un perverso anquilosam­iento para so‑ lucionar listas de espera y construir hospitales y, lo más grave, pacientes y asegura‑ dos siguen pagando la cara factura de mucho hablar y poco hacer.

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