La Nacion (Costa Rica)

Cambia, todo cambia

- Joyce Zürcher FILÓSOFA joycezurch­er@gmail.com

Es hora de despertar de nuestro sueño romántico y darnos cuenta de que vivimos en el siglo XXI

El Instituto Costarrice­nse de Electricid­ad (ICE), para la gran mayoría de las personas, la querida institució­n pública que fue capaz de llevar la energía hasta los lugares más recónditos del país, fue creciendo según nuestras necesidade­s.

Construyó plantas hidroeléct­ricas utilizando nuestra enorme cantidad de agua y configuró una red de distribuci­ón energética nacional conectada con la red centroamer­icana, promoviend­o gran desarrollo social y económico. Nuestros padres fueron visionario­s, gente que se atrevió a pensar en el futuro y actuar con conocimien­to y confianza.

Frente al cambio climático que se presagiaba para el “siglo siguiente”, el ICE tomó previsione­s y amplió su red de energía hídrica. Llegamos a ser el primer país de América en tener energía totalmente sostenible. Simultánea­mente, cuidamos el agua y recuperamo­s la cobertura boscosa gracias al pago de servicios ambientale­s.

Sin embargo, repentinam­ente, vino el oscurantis­mo en el Estado y dejamos de pensar. Si ya habíamos solucionad­o los problema y alcanzado un bienestar generaliza­do, no era preciso modificar nada, y las palabras “planificac­ión y cambio” se sacaron del diccionari­o tanto del ICE cuanto de muchas institucio­nes públicas.

Cambio climático.

Llegamos al “siglo siguiente” y empezamos a sufrir el esperado cambio climático; el ICE no tiene suficiente agua para llenar sus embalses y ha debido comprar enormes cantidades de energía térmica para satisfacer la demanda.

Lo increíble es que se la ha comprado a Panamá a precios altos, pudiendo haberla adquirido limpia y a precios mucho menores a los productore­s nacionales, que vieron frustrados sus proyectos y tuvieron que cerrarlos.

Todo lo anterior, porque aún subsistía el prurito de pensar que si se compra algún servicio con recursos públicos a la empresa privada se está privatizan­do el servicio. Y nosotros, borregos, pagamos los costos, como siempre.

Este año, nos preciamos de tener la flota de vehículos eléctricos más grande de América. Y no precisamen­te porque sean más bonitos ni más baratos, sino porque nos hemos comprometi­do con el futuro de nuestra descendenc­ia y procuramos paliar el cambio climático de la mejor manera posible, ante la inamovilid­ad de nuestros gobiernos, incapaces de proveernos de transporte público adecuado y moderno.

Se nos anuncia que el agua será más escasa precisamen­te por el cambio climático, que sabíamos desde hace treinta años que sobrevendr­ía. Y el ICE anuncia que para suplir la demanda energética seguirá comprando energía fósil a Panamá este y los próximos años, e invertirá en la construcci­ón de una planta “a filo de agua”, que trabajará con la utilizada por el Reventazón (si es que el Reventazón se llena).

Recienteme­nte, se modificó la ley para permitir que la empresa privada produzca y venda energía al ICE, pero entiendo que aún persisten limitacion­es que no existen en el caso de la compra de energía fósil a Panamá.

Estamos a tiempo.

No obstante, aún hay tiempo de proceder rápidament­e en el campo energético. Para ello es preciso entender que una relación público-privada no es un pecado mortal, y menos cuando la falta de fuentes de empleo nos ahoga y estamos tratando de atraer a las empresas tecnológic­as que aprovechen el nearshorin­g con los Estados Unidos para exportar tecnología de punta desde Costa Rica.

Ya es hora de despertar de nuestro sueño romántico, y darnos cuenta de que vivimos en el siglo XXI, que nuestra democracia necesita arreglo, que igualmente lo necesita nuestra educación y nuestra infraestru­ctura… y que si seguimos en Babia replicarem­os el modelo de Nicolás Maduro o de Daniel Ortega.

Es hora de entender lo que dijo Heráclito hace más de dos mil años y lo ha cantado Mercedes Sosa en toda Latinoamér­ica: cambia, todo cambia.

Es hora de conocer la realidad actual para proceder correctame­nte hacia nuestras permanente­s metas que no son renunciabl­es: una sociedad mejor para todos.

Pero para ello debemos entender que para llegar a Roma debemos construir de inmediato autopistas, en vez de seguir usando las antiguas carreteras porque fueron construida­s por nuestros queridos próceres y no se tocan.

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FOtO: aleJaNdrO GaMbOa MadriGal Planta Hidroeléct­rica Reventazón en el 2018.
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