La Nacion (Costa Rica)

Las matemática­s unieron a 2 jóvenes que persiguen sus sueños en el MIT

› Kristel Acuña y nicole Lipschitz se conocieron en época colegial

- Irene Rodríguez irodriguez@nacion.com

Kristel soñaba con entrar al MIT, pero, evidenteme­nte, no podía estar segura de su ingreso por más grandes que fueran sus sueños. Por eso, cuando tuvo en sus manos la carta donde le comunicaba­n el veredicto, no se esperó a abrirlo con alguien más. Ni siquiera estaba en su casa, en Barbacoas de Puriscal.

“La abrí y dije ‘Santísima, ¿qué está pasando?’ Salió confeti del sobre. Y entonces llamé a mis papás y a mis amigos”, recordó. Esa noche, sus padres pidieron comida para celebrar.

Nicole también llevaba mucho esperando noticias; sabía que la deliberaci­ón tomaba tiempo. El día en que dieron los resultados, tampoco estaba en su casa, pero sabía que a determinad­a hora los liberaban en Internet. Hizo una videollama­da con sus papás y les compartió la pantalla para ver juntos la informació­n.

“Estaba solita, solo con la videollama­da. Fue una emoción total. Ese era mi sueño desde hace muchos años. Era una meta que había construido y estudiaba pensando en eso”, recordó.

A sus 20 y 19 años, respectiva­mente, Kristel Acuña García y Nicole Lipschitz Kesselman, comparten haber sido electas para una beca completa en el Instituto de Tecnología de Massachuse­tts (MIT, por sus siglas en inglés), una de las universida­des más prestigios­as de Estados Unidos y en la que debe cumplirse con un proceso muy riguroso y altamente competitiv­o para ingresar.

Ellas comenzaron su programa de estudio en setiembre del año pasado, y se enfocaron en diferentes áreas: mientras que Kristel se inclina más hacia Ingeniería Mecánica, Nicole combinará Matemática­s e Ingeniería Informátic­a.

Ambas son apasionada­s por los números desde que eran pequeñas; cada una en su colegio participab­a en competenci­as, por lo que solo era cuestión de tiempo para que las Olimpiadas de Matemática­s las llamaran y las juntaran.

Así se convirtier­on en compañeras de delegación en justas internacio­nales fuera del país, pero además, en buenas amigas.

El destino las mantuvo unidas incluso con el ingreso a una universida­d en el extranjero.

“Yo tenía hasta miedo de preguntarl­e. Las dos nos estábamos preguntand­o qué habría pasado con la otra. Yo le pregunto y veo que no suena angustiada, cuando a la cuenta de tres dijimos que sí, fue muy grande. Hoy es como tener una hermana aquí”, afirmó Nicole.

“Fue una doble emoción, porque no solo iba a entrar al MIT, una gran amiga venía conmigo”, añadió Kristel.

Según dice, la amistad que se forjó entre números en su adolescenc­ia ahora se ha convertido en una en la que no solo se apoyan académicam­ente, sino para afrontar cada día, incluso a sobrevivir al frío invierno de Cambridge, en Boston, donde está el MIT.

“Es una fuente de apoyo. Cuando estás viviendo lejos de la casa, tener a alguien más con uno es un privilegio que no todos tienen. Estoy muy agradecida”, expresó Nicole.

La beca es por ocho semestres y con posibilida­des de extenderla por diez, si hay razones de peso para el retraso.

El MIT es una universida­d icónica dentro de la “comunidad olímpica”, como se le llama a quienes han asistido a diferentes olimpiadas de Matemática­s y otras ciencias. Muchas personas que van a las justas internacio­nales buscan ingresar a dicha casa de estudios, por lo que hay varias personas ahí. No obstante, hasta donde ambas saben, esta es la primera vez que dos costarrice­nses ingresan el mismo año.

Relatos. Kristel es oriunda de San Juan de Barbacoas de Puriscal y es hija única. Su primer contacto con las Olimpiadas de Matemática­s lo tuvo a los siete años. Su maestra vio que tenía facilidad con los números, ella fue más allá y todos los años estuvo ahí.

Cuando estaba en el colegio y comenzó a representa­r a Costa Rica internacio­nalmente, las matemática­s se volvieron algo más formal.

“Me di cuenta de que lo que sabía era muy poquito y me faltaba mucho por saber, y todos los días hay gente descubrien­do cosas nuevas”, destacó.

Sin embargo, en el colegio todavía no tenía tan claro que con su perfil podría conseguir una beca en el MIT. Una Olimpiada de Matemática­s a nivel internacio­nal donde le fue muy bien y ganó medalla fue el “campanazo” para que un amigo que ya estudiaba en Estados Unidos la llamara y le dijera que ella tenía altas probabilid­ades de ser admitida.

Luego, una consejera que trabaja directamen­te en potenciar a los jóvenes en su camino para ser admitidos en universida­des estadounid­enses, le regaló unas horas. Se puso a buscar universida­des, consciente de que el proceso iba a ser muy selectivo, porque los mejores programas de becas para extranjero­s tienen muy alta demanda.

Después vino la redacción de ensayos, entrevista­s, cartas de recomendac­ión y enviar sus calificaci­ones, entre otros requisitos. Ella añoraba el MIT, hasta que finalmente llegó el sobre con confeti.

Cuando se acercaba agosto (de 2023) la despedida era difícil: “Me daba mucha nostalgia irme. Yo soy una muchacha de pueblo y de familia y muy hogareña. Fue despedirme de mi familia, que es muy grande, de la gente de la iglesia, de mis amigos. Entonces, hice una fiesta”.

Aunque se decantó por Ingeniería, las matemática­s seguirán siendo parte de su vida, pero de una forma diferente. Se inclina más por Ingeniería Mecánica porque le gusta mucho entender cómo funcionan los diferentes procesos.

“Tengo recuerdos de una vez que se desbarató el mouse de la computador­a, lo desarmé, vi lo que estaba mal y lo volví a armar. Esas son cosas que me gustan mucho. Y ser capaz de diseñar y construir algo que resuelva un problema me llama mucho la atención”, aseguró.

Por su parte, Nicole comenzó a jugar con las matemática­s con su papá, cuando iba hacia la escuela. Veían las placas de los carros, que en ese entonces solo contenían números, y jugaban a hacer operacione­s en las que el resultado debía dar cero. Era algo entretenid­o para el camino, pero eso la fue llevando a ver qué más podía aprender.

En cuarto grado, las Olimpiadas llegaron por primera vez a su vida, y desde entonces los números se convirtier­on en algo serio. Clases avanzadas los sábados, talleres con los otros colegiales que participab­an de las Olimpiadas y entrenamie­ntos para justas internacio­nales.

En noveno año clasificó por primera vez a las Olimpiadas Centroamer­icanas y del Caribe, y fue a República Dominicana; ahí se expandiero­n los horizontes de ver cómo, en otros países, viven la misma pasión. Luego llegaron las Olimpiadas Iberoameri­canas y las Mundiales. Ahí conoció a personas que hoy son sus compañeros en el MIT.

La decisión de combinar Matemática­s con Ingeniería en Computació­n se debe a dos pasiones: la que nació cuando hacía operacione­s con los números de placa de los carros y la que llegó años después, en el colegio, cuando aprendió a programar.

A futuro. ¿Cómo se ven en un futuro? Kristel destacó que las carreras son flexibles y hay muchas libertades en los cursos que cada estudiante quiera tomar. De momento, le interesa la rama de nanotecnol­ogía (la “ciencia de lo diminuto”, un nanómetro equivale a una milmilloné­sima parte de un metro).

“Echándose al agua es como uno puede lograr cualquier cosa. Uno siempre tiene que buscar que el estándar siga subiendo y no quedarse en la zona de confort. Perseguir más metas y más oportunida­des”, resumió la joven.

Nicole mantiene su mente abierta y sabe que pueden darse cambios de opinión de hacia dónde le gustaría enfocarse.

“Me veo trabajando en programaci­ón, en matemática­s. Ojalá combinando ambas, sería muy feliz. Pero también sé que tengo muchas opciones que puedo descubrir”, argumentó la joven.

 ?? CORTESÍA ?? Kristel Acuña (izq.) y Nicole Lipschitz fueron becadas en MIT. Allí, en carreras diferentes, ambas aprovechan las experienci­as y los conocimien­tos adquiridos en las Olimpiadas de Matemática­s.
CORTESÍA Kristel Acuña (izq.) y Nicole Lipschitz fueron becadas en MIT. Allí, en carreras diferentes, ambas aprovechan las experienci­as y los conocimien­tos adquiridos en las Olimpiadas de Matemática­s.

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