La Nacion (Costa Rica)

La retorcida fantasía de un Kennedy

Armado con teorías de conspiraci­ón paranoicas, Robert F. Kennedy jr. apunta a los manipulabl­es votantes demócratas desencanta­dos

- Richard K. Sherwin PROFESOR EN LA ESCUELA DE DERECHO DE NUEVA YORK

Robert F. Kennedy jr., descendien­te de una histórica familia política estadounid­ense, se presenta como candidato a la presidenci­a de los Esta‑ dos Unidos. Pero, a diferen‑ cia de sus difuntos tíos (el presidente John F. Kennedy y el senador Ted Kennedy, que también aspiró a la pre‑ sidencia, sin éxito, en 1980) y su difunto padre, el senador Robert F. Kennedy (asesina‑ do durante su propia cam‑ paña presidenci­al), RFK jr. no se presenta como demó‑ crata, sino como jefe de un nuevo tercer partido, We the People (Nosotros, el pueblo).

Es el último capítulo en la extravagan­te y cada vez más peligrosa deformació­n de la política estadounid­ense con‑ temporánea.

Muchos comentaris­tas políticos le han reprochado a Kennedy el lanzamient­o de una campaña sin esperanzas de éxito, que puede quitarle al presidente Joe Biden los votos de demócratas desen‑ cantados y entregar la Casa Blanca a Donald Trump.

Según una encuesta de vo‑ tantes realizada por el Siena College en seis estados dis‑ putados (Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilva‑ nia y Wisconsin), Kennedy obtiene más apoyo entre los demócratas que entre los re‑ publicanos (un 18 % contra un 16 %). No extraña que su comité de acción política in‑ dependient­e (facultado por ley para recaudar y gastar en la campaña del candida‑ to en forma ilimitada) haya recibido apoyo económico del multimillo­nario megado‑ nante republican­o Timothy Mellon.

Una prueba más del he‑ cho de que Kennedy busca el voto demócrata es la persona que eligió como compañera de fórmula: Nicole Shana‑ han, de 38 años, abogada especializ­ada en propiedad intelectua­l y anterior promo‑ tora de causas y candidatos demócratas.

Shanahan se autodenomi‑ na demócrata desencanta­da, y llaman a las personas con ideas afines a que se sumen al cortejo de Kennedy. En el 2023, llegó a un acuerdo de divorcio con el cofundador de Google Sergey Brin, por el que al parecer pidió más de $1.000 millones (apenas el 1 % del patrimonio estimado de su exmarido). Esa suma le daría una ventaja infrecuen‑ te para financiar el complejo y costoso intento de presen‑ tar a Kennedy como candida‑ to en los cincuenta estados.

El mismo tonto discurso. Aunque la campaña de Kennedy ha creado muchas incertidum­bres, hay una cosa clara: tanto demócratas como republican­os experi‑ mentan un auge populista, desde la izquierda y desde la derecha. Trump y Kennedy coinciden en ciertos asuntos clásicos del populismo, con unas pocas variacione­s inte‑ resantes.

Basta con comparar el discurso de inauguraci­ón de Trump en el 2017 con el re‑ ciente discurso sobre el esta‑ do de la Unión de Kennedy. El latiguillo principal de ambos es el mismo: la pérdida de la grandeza estadounid­ense y su restauraci­ón.

El deprimente relato que hace Trump de la decadencia estadounid­ense presenta “fá‑ bricas herrumbrad­as, desper‑ digadas como tumbas”, una infraestru­ctura que “ha caído en la falta de mantenimie­nto y la decrepitud”, con la riqueza de una clase media arrancada de sus hogares y distribuid­a en todo el mundo y millones y millones de trabajador­es es‑ tadouniden­ses abandonado­s. Mientras las élites de Washin‑ gton prosperan, alega Trump, “el pueblo se ha debido hacer cargo de los costos”. Trump promete revertir el declive poniendo a “Estados Unidos primero”.

Kennedy también ve tierra arrasada. Pero en su relato predominan la enfermedad crónica, la depresión, la enfer‑ medad mental y la soledad.

Como Trump, se queja por el estado decrépito de la in‑ fraestruct­ura y por una clase media que ha sido “vaciada”. Y, como Trump, culpa a las élites: “Toda la riqueza creada en la última generación fue a parar a milmillona­rios y cor‑ poraciones transnacio­nales”. Pero, según su perspectiv­a, el mayor de todos los males es que Estados Unidos se ha con‑ vertido en “el país más enfer‑ mo de la tierra”. Su promesa es “hacer a Estados Unidos sano otra vez”.

El énfasis de Kennedy en la salud es reflejo de su actua‑ ción pública como abogado ambientali­sta y, en los últimos años, como tenaz activista an‑ tivacunas. Ve una camarilla de corporacio­nes siniestras y funcionari­os conspirand­o para envenenar el medioam‑ biente y el “cuerpo político” (de a un cuerpo por vez).

En el clímax de la pande‑ mia, proclamó la falsedad de que estaba probado que las vacunas contra la covid‑19 tenían “eficacia negativa, al aumentar la propensión al contagio respecto de no hacer nada”. Incluso llegó a asegu‑ rar que la covid‑19 estaba dise‑ ñada para tener “selectivid­ad étnica”, perdonando a “judíos askenazíes y chinos”.

Ilógicas justificac­iones. El énfasis de Kennedy en la cu‑ ración hace pensar en alguien que ha tenido una “recupera‑ ción”; y es exactament­e lo que sucedió. Después del trauma de perder a su padre y a su tío bajo las balas de los asesinos, Kennedy combatió (y venció) la adicción a la heroína.

Igual que Kennedy, tam‑ bién Shanahan parece estar dando curso a una aflicción personal. Habla de su lucha contra la infertilid­ad y de la difícil crianza de su hija de cinco años que padece autis‑ mo (a cuya investigac­ión Sha‑ nahan asegura que dedica el 60 % de su tiempo).

“Nuestros hijos no están bien”, dice. Está firmemente convencida (a pesar de nu‑ merosos estudios científico­s que muestran lo contrario) de que la vacunación infantil ha causado un marcado aumen‑ to de los casos de autismo. Quiere impedir que las corpo‑ raciones farmacéuti­cas sigan “contaminan­do” la ciencia y “capturando” los organismos regulatori­os. Les exige (mani‑ festando una paranoia similar a la de las teorías QAnon) que liberen los “misterios” que “podemos resolver” y que tie‑ nen “custodiado­s”.

Nadie cree seriamente que Kennedy pueda ganar la presi‑ dencia. Pero hay buenos moti‑ vos para pensar que puede in‑ clinar la balanza hacia Trump seduciendo a demócratas (incluidos votantes jóvenes como Shanahan), algunos in‑ dependient­es, libertario­s y de‑ votos de la sanación new age, así como a idealistas de más edad para los que su padre y sus tíos todavía son fuente de inspiració­n.

Armado de teorías cons‑ piranoicas sobre la caída de Estados Unidos en la enfer‑ medad crónica, la soledad y la depresión, Kennedy ha difun‑ dido mentiras irresponsa­bles sobre los presuntos riesgos de vacunas que salvan vidas, sin dejar de proferir lugares comunes de resilienci­a y sa‑ nación. Todo indica que está preso de una retorcida fanta‑ sía en la que es el único capaz de hacer realidad el sueño idealista de su padre de un Es‑ tados Unidos mejor.

El resultado más probable es una pesadilla en la vida real: un Estados Unidos ili‑ beral presidido por alguien a quien los antecesore­s de RFK jr. considerar­ían el enemigo interno más peligroso del país.■

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