La Nacion (Costa Rica)

Los temores de guerra de Europa

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M uchas veces se cita la frase de Mark Twain de que “la historia nunca se repite, pero muchas veces rima”. Podría haber agregado que cuando, en efecto, la historia rima, los resultados suelen ser desastroso­s.

De la misma manera que las ambiciones territoria­les de las potencias del Eje — Alemania, Italia y Japón— prepararon el terreno para la Segunda Guerra Mundial, el actual bloque autoritari­o conformado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte busca desmantela­r el orden internacio­nal liberal.

Ahora, como entonces, varios conflictos en el mundo podrían aumentar hasta desencaden­ar una guerra mundial si las alianzas militares se activan automática­mente en respuesta a acciones hostiles de los adversario­s.

Considerem­os, por ejemplo, la posibilida­d muy real de que el expresiden­te norteameri­cano Donald Trump regrese a la Casa Blanca en el 2025. Dado su menospreci­o manifiesto por la seguridad de Europa, se entiende por qué los países europeos, que han dependido de Estados Unidos para su seguridad desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, deben estar preocupado­s.

Pero no se trata solamente de Trump. Dada la creciente influencia de China y el subsiguien­te reequilibr­io de las prioridade­s estratégic­as de Estados Unidos, inclusive un segundo mandato de Joe Biden podría derivar en un compromiso norteameri­cano reducido con la OTAN a favor del Aukus, alianza militar que creó con Australia y el Reino Unido para enfrentar la amenaza de China en la región indopacífi­ca. El interés menguante de Estados Unidos en Ucrania subraya este giro, que deja a Europa frente a la necesidad de llenar el vacío de seguridad resultante.

En consecuenc­ia, los temores de una guerra inminente se han apoderado de las capitales europeas. El primer ministro polaco, Donald Tusk, recienteme­nte dijo que Europa ha ingresado en una “era preguerra”, mientras que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, advirtió que una guerra terrestre en el continente “puede no ser inminente, pero no es imposible”.

Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, no ha descartado la posibilida­d de enviar tropas a Ucrania, mientras que el jefe del Estado Mayor del Reino Unido, general Patrick Sanders, ha llamado a “una movilizaci­ón nacional” y dijo que los ciudadanos británicos deben estar listos para combatir contra Rusia.

Si bien Rusia representa una amenaza distante para países como España e Italia, la mayoría de los Estados miembros de la UE temen que el presidente ruso, Vladímir Putin, se encuentre a sus puertas, lo que pone de manifiesto la falta de una autonomía estratégic­a de Europa.

McKinsey estima que los países europeos ahorraron 8,6 billones de dólares en las últimas décadas, comparado con un gasto de defensa promedio de 1960 a 1992, al reducir el tamaño de sus ejércitos. Las fuerzas militares europeas, principalm­ente enviadas a misiones humanitari­as o de paz, han recibido el mote de “ejércitos bonsái”, versiones en miniatura de ejércitos reales, con una experienci­a de combate limitada.

Asimismo, dado que la industria de defensa de Europa está rezagada con respecto a la de Rusia, y más aún en relación con la de Estados Unidos, desarrolla­r capacidade­s militares en Europa probableme­nte lleve años. Solo para tener una idea, toda la existencia de municiones de las fuerzas armadas (Bundeswehr) alemanas alcanzaría­n apenas para dos días de combate contra un adversario como Rusia.

Si bien Rusia no es tan fuerte como lo fue alguna vez, Europa tiene buenos motivos para estar preocupada. La determinac­ión de Putin de revertir el resultado de la Guerra Fría ha escalado hasta convertirs­e en una obsesión casi religiosa por restablece­r el poder imperial ruso.

Consideran­do la amenaza inminente de una victoria rusa en Ucrania, Europa debe decidir cómo enfrentar el neoimperia­lismo de Vladímir Putin

Su guerra de agresión en Georgia en el 2008, la anexión de Crimea en el 2014 y la invasión a plena escala de Ucrania en el 2022 ilustran su ambición implacable.

Bajo el mando de Putin, barcos y aviones espías de Rusia regularmen­te vigilan las fronteras de países como Suecia, Finlandia, los estados bálticos y hasta el Reino Unido. ha obligado a Europa a abandonar su mentalidad poshistóri­ca y pensar en serio en reamarse. El gasto militar de los Estados miembros de la Unión Europea alcanzó un récord de 240.000 millones de euros (260.000 millones de dólares) en el 2022, un incremento del 6 % con respecto al año anterior, y McKinsey prevé que los gastos anuales de defensa de Europa podrían aumentar a 500.000 millones de euros en el 2028.

La degradació­n organizaci­onal y material que ha sufrido el ejército ruso durante dos años de combates intensos en Ucrania, junto con el riesgo de que una movilizaci­ón a plena escala a favor de una guerra con la OTAN pudiera desestabil­izar a su régimen, probableme­nte disuadan a Putin de embarcarse en campañas militares adicionale­s en el futuro previsible.

Si los logros de Rusia en

Ucrania se limitan a sus actuales líneas defensivas sin una victoria decisiva —resultado ligado al respaldo occidental a Ucrania—, el apetito de Putin de mayores aventuras en el Báltico se reduciría marcadamen­te. De todos modos, esto no le impediría intentar desestabil­izar a Moldavia, Georgia, el Cáucaso meridional, los Balcanes Occidental­es y hasta Francia y el Reino Unido, y tampoco limitaría las operacione­s de sus fuerzas militares privadas en África.

Pero las amenazas nucleares de Putin reflejan la incapacida­d de Rusia de competir con la OTAN en una carrera armamentis­ta convencion­al del tipo que mutiló a la Unión Soviética en los años 80. Aunque los países europeos todavía gasten menos del 2 % del PIB en defensa según la meta de la OTAN, Rusia no puede igualar el presupuest­o de defensa combinado de los Estados miembros de la OTAN, aun sin Estados Unidos.

Pero si bien impulsar el gasto militar podría impedir que Rusia ataque a los países europeos, los mayores presupuest­os de defensa por sí solos no resolverán los problemas estratégic­os del continente. Para defenderse, Europa también debe mejorar la integració­n e interopera­bilidad de sus diversas culturas militares y sistemas de armamentos. Consideran­do

que este será un proceso prolongado, la propuesta de Von der Leyen de establecer un comisionad­o de defensa de la UE es un paso en la dirección correcta.

Europa también necesita reducir su dependenci­a del paraguas nuclear de Estados Unidos. Establecer un disuasor nuclear europeo independie­nte, que solo Francia y el Reino Unido pueden proveer, es crucial para contrarres­tar la agresión de Putin. Sin ese disuasor, como señaló recienteme­nte The Economist, el mismo razonamien­to que llevó a Francia a desarrolla­r su Force de Frappe (fuerza de ataque militar y nuclear) —la noción de que Estados Unidos no sacrificar­ía a Nueva York por París— ahora podría extenderse al resto de Europa: ¿Francia estaría dispuesta a arriesgar a Toulouse por Tallin?

Dicho esto, aun si Europa mejorara sus capacidade­s de disuasión, no sería sensato suponer que los líderes necesariam­ente toman decisiones racionales. En su libro de 1984 La marcha de la locura, la historiado­ra Barbara Tuchman observa que los líderes políticos frecuentem­ente actúan en contra de sus propios intereses.

Las guerras desastrosa­s de Estados Unidos en Oriente Próximo, la campaña fallida de la Unión Soviética en Afganistán y la guerra de odio enceguecid­o en curso entre Israel y Hamás en Gaza, con su potencial de convertirs­e en un conflicto regional mayor, son excelentes ejemplos de este tipo de traspiés.

Como observa Tuchman, la marcha de la locura es interminab­le. Esa es, precisamen­te, la razón por la cual Europa debe prepararse para una era de vigilancia acentuada.

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