Incapacidad de construir
El gobierno actual pasará a la historia, probablemente, como el más corto en términos de su capacidad y efectividad reales para proponer y sacar adelante una agenda concreta de acciones y políticas públicas.
¿Cómo pudo suceder? Especialmente, cuando el presidente Rodrigo Chaves alcanza el poder en medio de una enorme popularidad y, sobre todo, en un contexto en el Legislativo en donde el predominio de fuerzas políticas conservadoras hacía factible la construcción de una agenda alrededor de ciertos temas de interés común entre las bancadas en el Congreso y ciertos grupos de presión económicos.
La respuesta es sencilla: desde muy temprano, Rodrigo Chaves y un equipo de gobierno construido a su imagen y semejanza –no solo en términos de inexperiencia, sino en la forma en cómo se aproximan y entienden el poder– dinamitaron cualquier posibilidad de hacer política. Bastaron muy pocas semanas para que el Ejecutivo se encargara, con su discurso violento y estridente, y sus incontables errores, de retratarse a sí mismo como un actor político poco efectivo y aún menos confiable.
Una tras otra, las iniciativas del gobierno fueron fallando o quedándose cortas, ya sea por errores en su diseño, su desprecio por la realidad y la técnica o porque no consideraban los marcos institucionales o jurídicos vigentes. O simplemente se desplomaban lastradas por el peso de la impericia e inexperiencia de quienes tomaban las decisiones.
Pero hay, desgraciadamente, aún más de qué preocuparse. Lo alarmante no es que la forma de liderazgo y de entender el ejercicio del poder que domina en el Ejecutivo llevaran a tornarlo incapaz de construir propuestas y soluciones a los problemas del país, sino que, su capacidad de destruir credibilidad, confianza y los cada vez más estrechos espacios de convivencia democrática sigue intacta, con riesgo de ser potenciada por el inicio de los fuegos electorales.
Sin capacidad de construir, pero sí mucha para destruir; los próximos meses mostrarán a un Ejecutivo que buscará en los índices de aprobación en las encuestas no solo el alimento que su ego necesita, sino la posibilidad de revalidar el mantenerse en el poder en las elecciones del 2026 empleando estrategias –sobra decir, dudosamente éticas– de desinformación, polarización y violencia discursiva.