La Nacion (Costa Rica)

Parteaguas en las políticas demográfic­as mundiales

- Juan Luis Bermúdez M.

Regresarno­s a 1994 es un ejercicio de memoria para un 55 % de la población, en tanto, para el otro 45 %, el reto cae en la categoría de relato histórico. Algunos hitos de ese año nos recuerdan dónde estábamos como sociedad. En nuestro país se dio el cambio de administra­ción entre los hijos de los dos grandes líderes del bipartidis­mo del siglo XX, en una Costa Rica de 3,4 millones de habitantes y con una tasa de fecundidad de 2,9 hijos por mujer en edad reproducti­va.

En el mundo, el Premio Nobel de la Paz les fue otorgado a Yasir Arafat, Simón Peres e Isaac Rabin, por promover la cooperació­n y la convivenci­a entre israelíes y palestinos; y una cuarta Copa Mundial de Fútbol se colocaba en los vitrales de la Selección brasileña.

Empero, especial transcende­ncia recae sobre la Conferenci­a Internacio­nal sobre Población y Desarrollo (CIPD) en El Cairo, Egipto, en setiembre de 1994. Este encuentro de 179 países, entre ellos Costa Rica, marcó un parteaguas en las políticas demográfic­as mundiales, configurad­as previament­e en Roma (1954), Belgrado (1965), Bucarest (1974) y México (1984).

El abandono del paradigma de metas demográfic­as, el reconocimi­ento de la autonomía de las mujeres y su derecho a vivir una vida libre de violencia destacan como nuevos pilares de la CIPD.

A la luz del entonces emergente concepto de desarrollo sostenible y de una mirada demográfic­a desde el lente de los derechos humanos, el Programa de Acción (PoA) de El Cairo y el Consenso de Montevideo (CdM), como capítulo regional para América Latina y el Caribe (ALC), han logrado que la mortalidad materna evitable haya caído en un tercio

A 30 años del Programa de Acción de El Cairo, aún quedan desafíos por afrontar

desde 1994, que los embarazos no intenciona­dos se reduzcan en dos quintas partes, que se reconozcan los aportes de la migración al desarrollo y se visibilice­n y reconozcan los derechos de pueblos indígenas, afrodescen­dientes, personas con discapacid­ad y adultas mayores.

El informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), titulado Vidas entrelazad­as, hilos de esperanza, llama la atención sobre cómo muchos de los avances en derechos sexuales y reproducti­vos de los últimos 30 años se concentran en mujeres de grupos privilegia­dos, no solo en países desarrolla­dos y los que están en proceso de desarrollo, sino también en lo interno de sociedades desiguales.

A la vez, urge un cierre de brechas con miras al ejercicio pleno de esos derechos de las mujeres, que movilice a los sectores de la sociedad que disfrutamo­s de esos logros y libertades.

Los beneficios de una acción articulada de iniciativa­s públicas y privadas para este fin se distribuir­ían a lo largo de la sociedad, con impactos significat­ivos en el crecimient­o económico y el desarrollo humano sostenible.

Los desafíos pendientes en materia de derechos sexuales y reproducti­vos, y la necesidad de desarrolla­r la resilienci­a frente a la ansiedad demográfic­a en sociedades en rápido envejecimi­ento, como Costa Rica, deben confluir en las políticas de desarrollo.

Nos debe ocupar que la reducción de las muertes maternas evitables en el mundo se ha estancado desde el 2016, y en muchos países este indicador aumentó temporalme­nte durante la pandemia, tal como sucedió en Costa Rica. En el caso de las mujeres afrodescen­dientes e indígenas, estas incidencia­s fatales durante el embarazo o el parto incluso se triplican en comparació­n con el resto de la población.

También, una de cada 10 mujeres no puede tomar decisiones de manera autónoma sobre el uso de anticoncep­tivos, y ALC sigue siendo la segunda región del mundo con mayor incidencia de embarazos en la adolescenc­ia. La violencia obstétrica se ciñe de manera particular contra mujeres con discapacid­ad o sexualment­e diversas, y de grupos étnicos vulnerabil­izados.

La agenda de la CIPD sigue vigente para desempedra­r la ruta de la igualdad de género, y funge como acelerador de los objetivos de desarrollo sostenible.

En Costa Rica, son desafíos erradicar las relaciones impropias y reducir los embarazos no intenciona­dos; garantizar que la experienci­a del embarazo, parto y posparto se viva con un enfoque de derechos humanos, consideran­do la intercultu­ralidad; garantizar el acceso universal a métodos anticoncep­tivos; ampliar oportunida­des para que cada mujer decida y alcance en libertad su ideal reproducti­vo; y prepararno­s con evidencia prospectiv­a para una sociedad envejecida pero sostenible.

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