La Nacion (Costa Rica)

El éxito de las vacunas y por qué nd debemos hacer más

- Sania Nishtar SANIA NISHTAR: directora ejecutiva de Gavi, la Alianza para las Vacunas. © Project Syndicate 1995–2024

Los esfuerzos mundiales de inmunizaci­ón han salvado más de 150 millones de vidas durante el último medio siglo

Existe una buena probabilid­ad de que usted conozca a alguno de los 154 millones de personas que se han salvado de una muerte prevenible por una vacunación de rutina. Usted mismo podría ser uno de ellos. De hecho, si miramos el pasado medio siglo, cuesta identifica­r una herramient­a de salud pública que haya tenido efectos tan positivos como las vacunas, o una que haya hecho más para promover la equidad sanitaria global.

Los programas de vacunación de rutina, que alguna vez estuvieron limitados al primer mundo, existen hoy en todos y cada uno de los países, gracias al histórico compromiso que los Estados miembros de la Organizaci­ón Mundial de la Salud hicieron en 1974 para establecer lo que se conoce como el Programa Esencial de Inmunizaci­ón (EPI, por sus siglas en inglés).

Al principio, el EPI estaba centrado en el acceso universal de vacunas contra la tuberculos­is, la difteria, la tosferina, el tétanos, la polio y el sarampión, todas ellas enfermedad­es que pueden matar en la niñez. Hoy, el 84 % de los niños del mundo están vacunados contra estas seis enfermedad­es, en comparació­n con apenas el 5 % en 1974.

Impulso perdido y Gavi.

Sin embargo, no ha sido fácil alcanzar este avance. Tras el rápido crecimient­o de la cobertura de la vacunación en la década de los ochenta, en la de los noventa ese impulso se fue perdiendo.

El principal problema era que los países de menores ingresos carecían de los recursos y la infraestru­ctura necesarios para sostener los programas de inmunizaci­ón. Además, los mercados para las vacunas estaban fragmentad­os y eran disfuncion­ales: los países dependían de unos cuantos fabricante­s y lo incierto de la demanda inhibía el ingreso de nuevos actores.

En ese contexto, llegó Gavi, la Alianza para las Vacunas, fundada en el año 2000 para aprovechar los puntos fuertes de los sectores público y privado. Se pensaba que, al forjarse nuevas relaciones de colaboraci­ón, la Gavi podría mejorar el acceso a las vacunas contra una gama más amplia de enfermedad­es infecciosa­s en los países de menores ingresos y las comunidade­s marginadas.

En las décadas transcurri­das desde entonces, la Gavi ha ayudado a proteger más de 1.000 millones de niños y reducir a la mitad la mortalidad infantil en 78 países, al tiempo de hacer posibles importante­s beneficios económicos.

Mientras tanto, la mayoría de los países apoyados por la Alianza han seguido aumentando la financiaci­ón para sus iniciativa­s de vacunación, dando a estos programas una base más sostenible y creando un punto de entrada para otros servicios sanitarios.

Comunidade­s marginadas.

El aniversari­o número 50 del EPI es un momento adecuado para celebrar los millones de vidas salvadas a través de la inmunizaci­ón de rutina y a los trabajador­es sanitarios que han dedicado un esfuerzo considerab­le, a menudo en los entornos más exigentes, para hacer realidad los objetivos del programa.

Además, brinda una oportunida­d para reflexiona­r sobre lo que falta por hacer. Según nuestras estimacion­es, cerca de uno de cada diez niños en los países de menores ingresos no han recibido ningún tipo de vacuna. Estos niños de “cero dosis” suelen habitar en comunidade­s pobres afectadas por conflictos y desplazami­entos en países con sistemas de salud extremadam­ente frágiles que no ofrecen acceso a cuidados primarios.

El que sigamos avanzando dependerá de nuestra capacidad de llegar a estas comunidade­s marginadas. Por ello, desde que asumí el puesto de directora ejecutiva en marzo, mi mayor prioridad ha sido asegurar que las necesidade­s y las experienci­as de las comunidade­s y países a los que servimos den forma y sustenten el trabajo de la Gavi.

En tiempos en que abundan los titulares noticiosos sobre los conflictos violentos, las tensiones geopolític­as y el cambio climático, el aniversari­o del EPI debería servirnos de recordator­io de que, si trabajamos juntos, todavía podemos lograr resultados que cambien el mundo.

Cada vacunación permite albergar esperanzas de un futuro mejor y más saludable. Y, ya que estamos a punto de entrar en una nueva era de inmunizaci­ón, hay razones para el optimismo.

El futuro de las vacunas.

Por ejemplo, desde el 2022, una cantidad histórica de personas están protegidas por la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH), que protege contra la principal causa de cáncer cervical. Además, nos hemos fijado la ambiciosa meta de inmunizar a 86 millones de chicas contra el VPH en países apoyados por la Gavi de aquí a finales del 2025.

Y esta semana otros tres países africanos se sumaron a Burkina Faso y Camerún en el lanzamient­o de la primera vacuna de la historia contra la malaria, lo que habría parecido imposible hace unas cuantas décadas.

El futuro de las vacunas parece ser todavía más brillante. Es posible que, antes de finalizar esta década, haya una nueva vacuna contra la tuberculos­is, uno de los más antiguos flagelos de la humanidad. Si miramos más allá, podríamos incluso ver vacunas administra­das a través de parches de micromatri­ces solubles en lugar de jeringuill­as.

En el medio siglo transcurri­do desde que la OMS fundó el EPI, el mundo ha mostrado una notable capacidad de actuar juntos en torno al crucial problema de la vacunación.

En este momento de profundiza­ción de la polarizaci­ón política y la fragmentac­ión global, es nuestro deber compromete­rnos a otros 50 años de cambio para un mundo mejor.

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CRÉDITO: JOHN DURÁN La vacunación contra el virus del papiloma humano comenzó en Costa Rica en el 2019.
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