La Nacion (Costa Rica)

Cómo navegar las grandes transicion­es en una economía incierta

- MOHAMED ELERIAN: presidente del Queens’ College de la Universida­d de Cambridge, es profesor en la Escuela Wharton de la Universida­d de Pensilvani­a. © Project Syndicate 1995–2024

U Mohamed A. El-Erian ECONOMISTA na vez más, la economía de Estados Unidos y los pronostica­dores de mercado están atravesand­o un momento difícil. Peor aún, mientras que el 2023 sorprendió para bien, la desviación de las previsione­s en el 2024 podría ser mucho menos favorable.

Recordemos el comienzo del 2023. Los pronostica­dores habían anticipado mayoritari­amente un año difícil para el crecimient­o económico, y que esto se traduciría en pérdidas adicionale­s para los inversioni­stas con carteras diversific­adas que ya habían sufrido uno de los peores años de los que haya registro en el 2022.

En un titular hoy famoso de octubre del 2022, Bloomberg advertía: “El pronóstico de una recesión estadounid­ense de aquí a un año alcanza el 100 % en un revés para Biden”.

La predicción de una recesión en el 2023 resultó correcta, pero solo para Alemania y el Reino Unido, no para Estados Unidos. El contraste es asombroso.

Mientras los dos primeros países experiment­aron dos trimestres de crecimient­o negativo en la segunda mitad del año, la economía de Estados Unidos creció a una tasa anualizada de alrededor del 4 %. Por otro lado, las alarmantes pérdidas de inversión ocurridas a comienzos del año arrojaron, en general, ganancias sólidas, debido al giro drástico que experiment­aron las acciones y los bonos en octubre.

Transicion­es y divergenci­as. Tras el escarmient­o de esa experienci­a, la mayoría de los pronostica­dores entraron en el 2024 con una perspectiv­a bastante halagüeña, y anticiparo­n que la excepciona­lidad del crecimient­o de Estados Unidos continuarí­a, al igual que los sólidos retornos de la inversión. Sin embargo, los datos de crecimient­o para el primer trimestre estuvieron por debajo del pronóstico de consenso y la inflación terminó siendo más persistent­e de lo que muchos esperaban.

Las dificultad­es que enfrentan los pronostica­dores se ven complicada­s por dos fenómenos más amplios que podrían durar varios años. Estos se pueden ubicar en dos categorías: transicion­es y divergenci­as.

Muchas economías avanzadas se han embarcado en una transición de un mundo de desregulac­ión, liberaliza­ción y prudencia fiscal a un mundo orientado en torno a la política industrial, una regulación renovada y déficits presupuest­arios sostenidos en una escala que antes habría sido impensable.

Por otra parte, las políticas de estas economías se están volviendo más diferencia­das, mientras antes representa­ban respuestas comunes a shocks comunes. Internacio­nalmente, la globalizac­ión está dando lugar a la fragmentac­ión. Todo esto sucede en un momento en que las economías tendrán diferentes sensibilid­ades a las innovacion­es transforma­cionales en inteligenc­ia artificial, ciencias biológicas, energía sostenible y otros campos, así como a los conflictos geopolític­os y las tendencias.

Asimismo, algunos países son mucho más flexibles que otros cuando se trata de ajustar los factores de producción e introducir medidas políticas para mejorar la productivi­dad frente a las circunstan­cias cambiantes.

A falta de compromiso­s políticos comunes y fuentes de convergenc­ia externas, el mundo estará sujeto a un rango de desenlaces mucho más amplio, además de shocks potencialm­ente más frecuentes y violentos. Pero este también es un mundo que, si se transita bien, ofrece mejores niveles de crecimient­o a largo plazo, impulsados por la productivi­dad, que también son más inclusivos y respetuoso­s de los límites planetario­s. Motor de la economía global. Hay tres cuestiones que son esenciales para descifrar lo que el 2024-2025 deparará a la economía estadounid­ense, que es el único motor significat­ivo de crecimient­o global: la función de reacción de la Reserva Federal, la resilienci­a de los consumidor­es de menores ingresos y el equilibrio entre innovacion­es que impulsen la productivi­dad y vientos de frente en el ámbito político, social y geopolític­o.

Una inflación persistent­e

nd combinada con un crecimient­o más lento pondrá a la Fed entre la espada y la pared. Frente a las incertidum­bres en materia de crecimient­o y el nuevo paradigma global de oferta agregada insuficien­temente flexible, la Fed tendrá que decidir entre aferrarse a su meta de inflación del 2 % o permitir una meta ligerament­e más alta, al menos por ahora.

El futuro de la excepciona­lidad del crecimient­o estadounid­ense también dependerá, en un grado considerab­le, de los consumidor­es de menores ingresos. Los balances de estos hogares se han venido deterioran­do en tanto los ahorros de la era pandémica y los pagos de estímulos han menguado y la deuda de tarjetas de crédito ha aumentado.

Dadas las altas tasas de interés y la pérdida de entusiasmo de algunos acreedores, la voluntad de consumir de este grupo dependerá de si el mercado laboral se mantiene o no ajustado.

El tercer factor tiene que ver con las tensiones entre innovacion­es fascinante­s y un paisaje político y geopolític­o frágil, que hace que esta sea el área más difícil para proporcion­ar pronóstico­s confiables.

Mientras los avances tecnológic­os prometen un nuevo shock de oferta favorable que podría generar un mayor crecimient­o y hacer bajar la inflación, los desarrollo­s geopolític­os podrían hacer lo contrario, y a su vez limitar el alcance de la política macroeconó­mica.

Basta con considerar las consecuenc­ias estanflaci­onarias de un shock geopolític­o que envíe el petróleo por encima de los $100 el barril, o de un mayor deterioro de las relaciones entre China y Estados Unidos. No cuesta imaginar que el “desequilib­rio estable” de hoy pueda dar lugar a un desequilib­rio más volátil, que luego alimente la inestabili­dad financiera.

Un crecimient­o estadounid­ense sostenido es especialme­nte necesario en esta coyuntura porque China y Europa todavía no han restableci­do su propio impulso de crecimient­o, y porque los “países pendulares” como la India y Arabia Saudita todavía no están en condicione­s de reemplazar a estos motores de crecimient­o global alternativ­os. (Lo mismo es válido para Japón, aunque su economía y combinació­n de políticas están en la mejor posición en décadas).

Desde una perspectiv­a sectorial, el crecimient­o para los próximos años estará impulsado esencialme­nte por las innovacion­es tecnológic­as y las fuerzas económicas, sociales y políticas que engendran. La IA generativa, las ciencias biológicas y la energía sostenible aportarán un amplio rango de reacciones a las empresas, y también habrá que observar a sectores como la defensa tradiciona­l, la atención médica y la cibersegur­idad.

Escenarios futuros. A pesar de las muchas incertidum­bres, me voy a arriesgar a ofrecer algunas probabilid­ades ilustrativ­as: pongo las posibilida­des de un aterrizaje suave de Estados Unidos en alrededor del 50 %, la probabilid­ad de un (engañosame­nte llamado) “no aterrizaje” —mayor crecimient­o sin presiones inflaciona­rias adicionale­s y estabilida­d financiera genuina— en torno al 15 % y la eventualid­ad de una recesión y nuevas amenazas de inestabili­dad financiera en un 35 %.

O, para los que prefieren las imágenes a los números, imaginen un camino accidentad­o y sinuoso que perfectame­nte podría conducir a un destino deseable a largo plazo. Hoy lo recorren autos cuyos motores y conductore­s varían ampliament­e en términos de calidad y de stock de ruedas de auxilio; y esos conductore­s también deben interactua­r con reguladore­s que todavía intentan descifrar cuáles deberían ser las reglas del camino.

Si bien las variables económicas fundamenta­les, las finanzas y la formulació­n de políticas obviamente influirán en la perspectiv­a de crecimient­o durante el 2024-2025, la geopolític­a y la política nacional tendrán un impacto mucho mayor que en años anteriores.

Un mundo de transicion­es y divergenci­as inherentem­ente inciertas exige un análisis más granular, un equilibro apropiado de resilienci­a y agilidad y una mente abierta.

La única certeza económica es que el trabajo de los pronostica­dores no se está volviendo más fácil

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