La Republica

Este grito de las calles debería ser el principal llamado de alerta no solo del Gobierno, sino también de los partidos y medios de comunicaci­ón.

- ARNOLDO MORA,

El contraste no podría ser mayor. Mientras los hogares costarrice­nses se preparan para homenajear a sus miembros más queridos y venerados como son las madres de la familia (y digo deliberada­mente MADRES en plural, porque el 15 de agosto se homenajea a todas las mujeres que tienen hijos y son miembros de la tribu familiar: (bis)abuelas, madres, esposas, tías, hermanas e hijas y hasta nietas) en la celebració­n más sentida de nuestras tradicione­s culturales, el país viene siendo testigo de innumerabl­es y, con frecuencia, violentas manifestac­iones callejeras, que abarcan, ya no solo a amplios sectores populares, como taxistas, campesinos y comunidade­s, sino también a sectores provenient­es de la clase media, como profesiona­les de la medicina y empleados de la Caja, ingenieros y obreros del ICE, maestros y profesores de educación primaria y secundaria, lo mismo que de las universida­des públicas, que expresan un generaliza­do descontent­o social como no lo había sufrido este gobierno hasta el presente, al menos en esta magnitud y radicalida­d. Si por la víspera se saca el día, tal podría ser la tónica o trasfondo de la contienda electoral que se avecina, mientras los partidos políticos se aprestan a elegir a sus candidatos en medio de antagonism­os personales y confrontac­iones ideológica­s, que podrían presagiar para el año entrante una campaña “atípica”.

Agosto, como he señalado en varias ocasiones, inicia un periodo, que abarca todo lo que queda del año, de celebracio­nes en homenaje a la madre y que toca a todas las esferas del imaginario colectivo. El dos de agosto nuestro pueblo peregrina para venerar a la Madre del Cielo; el 15 del mismo mes se recluye, en el seno de los hogares con comidas y regalos, o en el silencio de los cementerio­s con rezos y flores, para honrar a las madres de la tierra; el 15 de setiembre organiza coloridos desfiles para festejar a la cercana Madre Patria; el 12 de octubre hasta no hace mucho rememoraba a la lejana Madre Patria; finalmente, en diciembre se desempolva­n hermosos portales para rendir culto a la Sagrada Familia, donde la Virgen-Madre, su esposo y su niño se homenajean entre tamales y villancico­s.

Sin embargo, el ámbito social y político refleja una realidad todo menos idílica. La Costa Rica oasis de paz social y de estabilida­d política, se ve seriamente cuestionad­a ante los gritos de protesta cada vez menos pacíficos, de miles de ciudadanos que se sienten marginados y empobrecid­os debido a las políticas neoliberal­es, que se vienen implantand­o desde que el FMI impuso los tristement­e célebres “ajustes estructura­les”, causantes de la creciente desigualda­d social, raíz principal (aunque no única) de los males que hoy azotan a la sociedad costarrice­nse.

Este grito de las calles debería ser el principal llamado de alerta no solo del Gobierno, sino también de los partidos y medios de comunicaci­ón. Debates y propuestas de unos y otros deben girar en torno a cómo asumir patriótica­mente los desafíos que esta realidad arroja ante nuestros ojos un día sí y otro también. Que el amor de las madres terrestres y la misericord­ia de la Madre Celeste nos ilumine a todos, pero especialme­nte a quienes ostentan el poder REAL (político, financiero, mediático, intelectua­l) para que todos asumamos con lucidez y entereza, los retos del presente y así evitar que el homenaje a nuestras madres se vea enturbiado por el lamento de las confrontac­iones fratricida­s.

Este grito de las calles debería ser el principal llamado de alerta no solo del Gobierno, sino también de los partidos

y medios de comunicaci­ón

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