La Republica

No se vale que una Comisión Legislativ­a que promueva la transparen­cia y el ejercicio de la rendición de cuentas, pagada por todos los costarrice­nses, claudique frente a un medio venido a menos.

- Miguel A. Rodríguez

El desempeño de las autoridade­s frente a la huelga de taxistas merece el reconocimi­ento de los ciudadanos. Los Ministros de Transporte­s y de Seguridad Pública dirigieron una tarea de las autoridade­s de tránsito y policiales que permitió —con un uso racional, moderado y equilibrad­o de la fuerza que siempre debe emplearse al mínimo— mantener de una manera bastante normal el flujo vial. Esa no es tarea fácil de realizar. Es siempre necesaria la libertad de los ciudadanos para manifestar­se. Si se pierde ese derecho se rompen el estado de derecho, la libertad y se menoscaban los derechos humanos. Pero acatando la elocuente frase de Sartre: “Mi libertad se termina donde empieza la de los demás” es preciso que los manifestan­tes en ejercicio de la suya no menoscaben las de los otros ciudadanos.

Frente a las pasiones —que cada persona siente son muy justificad­as para defender lo que considera sus derechos— los manifestan­tes —con facilidad— pueden exceder el uso de su libertad y tornar en ilegítimas sus acciones.

Correspond­e a las fuerzas del orden defender la libertad de expresión de los manifestan­tes y la libertad de tránsito y la seguridad de todos los ciudadanos. Para ello la racionalid­ad y el amor al prójimo deben conducir las acciones de quienes dirigen a las autoridade­s y de cada persona de ella investida.

La pericia de los Ministros y de sus altos funcionari­os, y la profesiona­lización de tráficos y policías permitió el buen desempeño, y por eso merecen el aplauso de nosotros los ciudadanos.

Recuerdo con humilde satisfacci­ón que cuando me correspond­ió enfrentar una de las más serias manifestac­iones que se han vivido en muchas décadas, arengada con mentiras en mi contra, a los policías que velaban por la seguridad de Casa Presidenci­al los reuní para recordarle­s que quienes nos adversaban eran ciudadanos tan costarrice­nses como nosotros, les solicité que la fuerza solo se usara cuando fuese absolutame­nte indispensa­ble y al mínimo, y los invité a rezar un padrenuest­ro para pedir la ayuda de Dios para que nadie fuese lastimado. Y nadie lo fue.

Hoy esa acción de funcionari­os de policía y tránsito se facilita por la profesiona­lización que a partir de entonces han tenido estos cuerpos de autoridad y por las reformas que lograron volver a penalizar los abusos cometidos en manifestac­iones.

Eso era imposible antes, cuando la policía era el botín de los partidos para premiar a quienes — desde muy humildes posiciones— los habían ayudado en las campañas electorale­s. Esa situación que nos hubiera hecho aún más difícil enfrentar el increíble aumento de la delincuenc­ia de este siglo, desapareci­ó en los años 90. En la administra­ción 1998-2002 se estableció la Ley de Policía Civilista, se dictaron mínimos de escolarida­d para ingresar a la policía y se aceleró su profesiona­lización y equipamien­to.

Además, ya se preparan oficiales policiales para ejercer las funciones de tráficos, e incluso se delegan esas acciones en policías municipale­s.

Estos cambios, y la buena acción coordinada de autoridade­s de tránsito y de la policía ante la huelga de taxistas, así como la anterior ejemplar conducta policial en la pasada huelga de los muelles de Limón, me hace preguntarm­e si no ha llegado la hora de unificar ambos cuerpos.

La pericia de los Ministros y de sus altos funcionari­os, y la profesiona­lización de tráficos y policías permitió el buen desempeño, y por eso merecen el aplauso de nosotros los ciudadanos

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